Al margen de la crónica

El libro y el habla

El concepto de ‘libro sin voz‘, acuñada en el siglo XVII, determinaría la literatura del siglo XX, como aquella donde la escritura se caracteriza por la distancia entre los lectores y el autor, alejada de la tradición oral, tal es la singularidad que el crítico británico Hugh Kenner encuentra en las obras de Gustave Flaubert, James Joyce y Samuel Beckett.

En ‘Los comediantes estoicos‘, publicado por el sello Fondo de Cultura Económica, el crítico literario británico hipotetiza sobre los tres escritores en esa clave: Flaubert, comediante ilustrado; Joyce; el comediante del inventario; y Beckett, el novelista del impasse.

Escribe Kenner: ‘Nos ha tomado varios siglos darnos cuenta de que la revolución de Gutenberg transformó la composición literaria en un acto potencialmente estoico‘. ‘Mientras que la escritura fue la forma gráfica del habla, se admitieron tácitamente sus muy estilizadas limitaciones (...) tonos, gestos, inflexiones; el lector aprende, sin percatarse, a suplir todos esos catalizadores del flujo del diálogo‘.

Y agrega: ‘Durante muchos siglos leer no fue sólo una operación hecha con el ojo, sino siempre con la voz, y escribir era una actividad sujeta a la presunción de que las palabras elegidas serían animadas por el habla‘.

En consecuencia, hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, se hizo necesario puntualizar la idea de que el tono (del escritor) era uno de los componentes del significado (de lo que se leía).

Porque para esa época existía la suficiente cantidad de lectores capaces de entender que el significado de las palabras se había dividido en componentes susceptibles de ser rearmados.

Desde entonces, hubo una literatura oral (y escrita) y otra escrita, para leer en silencio. Esa distancia entre autor y lector es la que organiza este pequeño texto de Kenner, usando esos tres ejemplos indubitables.

‘Esto no significa solamente que nos hemos acostumbrado a leer en silencio, sino a leer materiales que en sí mismos sólo implican silencio. Hemos sido adiestrados en una cultura totalmente tipográfica, y quizá esa sea la habilidad que distinga al hombre del siglo XX‘, dice el investigador.

Kenner falleció en 2003. Algunos se preguntan qué pensaría de las nuevas formas de percepción de la palabra escrita, en combinación con otros recursos multimediales. Porque nadie cree que el único efecto de este novedoso paradigma sea el síndrome de déficit de atención, que no es menor.