Llegan cartas

La persona de los mil nombres

Julio Mendez.

DNI 31.288.402.

Señores directores: Estamos inmersos en una sociedad en la que para movernos desde nuestro hogar a nuestro lugar de trabajo, o desde un punto de la ciudad hacia otro, lo hacemos por distintos medios de transporte, entre los cuales, uno solo me llama increíblemente la atención: El colectivo. Y me sorprende especialmente por la actitud que tiene la mayoría de las personas, para con el empleado que lo maniobra: El colectivero.

Hace bastante tiempo que vengo utilizando este servicio público para cumplir con las diferentes actividades que a diario desarrollo (facultad, trabajo, amigos, etc.), y lamentablemente observo como las personas que suben, tratan con total indiferencia y descortesía al chofer.

Pareciera que valores como el respeto, la caballerosidad, cortesía, humanidad (y así seguiría nombrando) que nos inculcaron nuestros padres, docentes, amigos etc., los perdiéramos al momento de abonar el valor del pasaje, como si el enemigo estuviera a nuestro lado.

Irónicamente me pregunto ¿cuál será el nombre del chofer? A mi entender tiene varios: “centro”, “monedas”, “tarjeta”, “estudiante”, “no me salió el boleto”, entre otros. Cómo sería si este sujeto fuera familiar nuestro. Qué triste que el chofer no se llame: “Buen día”, “¿Cómo le va?”, “Buenas”...

Me duele como argentino y como ciudadano que soy que una persona se sorprenda por un gesto tan sencillo como es un saludo. Recuerdo siempre cuando era menor y viajaba con mis compañeritos de primaria; era toda una hazaña viajar en colectivo y saludar al chofer... Ni hablar que éste último nos devolviera el saludo.

Creo que el camino hacia un cambio en nuestra sociedad comienza por los pequeños actos que a diario desarrollamos para con esas personas que nos rodean y que muchas veces no conocemos.

“Los valores conceptualmente se adquieren, pero se pierden sino se practican”.