Editorial

Tensa relación entre gremios y gobierno

Como ocurre en cualquier ámbito donde la política es una piedra fundamental, en el sindicalismo argentino existen internas, intereses contrapuestos, ambiciones y lucha de poder. Sin embargo, las diferencias se diluyen rápidamente en el momento en que desde el sector comienzan a percibir una amenaza común.

Cuando a principios de este año la presidenta Cristina Fernández decidió marginar a la CGT de Hugo Moyano del armado de las listas legislativas nacionales, se sabía que tarde o temprano el sindicalismo comenzaría a pasar factura al gobierno.

Si bien este distanciamiento había comenzado antes -más precisamente desde la muerte de Néstor Kirchner-, durante las últimas semanas Moyano y la mayoría de los dirigentes gremiales del país comenzaron a dejar en claro que están dispuestos a dar pelea ante cualquier intento gubernamental de avanzar en su territorio.

Hace pocos días, el jefe de la CGT advirtió que no está dispuesto a aceptar topes en las negociaciones salariales: “Si quieren poner límites -a los pedidos de aumentos-, se suspenden las paritarias”, dijo públicamente. En ese contexto, adelantó que no sólo será necesario negociar aumentos de sueldos, sino también del mínimo imponible de Ganancias, el mínimo vital y móvil y hasta los topes para el cobro de las asignaciones familiares.

Dicha advertencia se produce cuando el gobierno sabe que será imprescindible enfriar la carrera precios-sueldos de cara a 2012, pues existen distintas señales de alarma en la economía nacional que implican la necesidad de tomar una serie de decisiones que hasta ahora vienen siendo postergadas, sobre todo por tratarse de un año electoral.

Un día después de que Hugo Moyano lograra su sexta reelección consecutiva al frente de la Federación Nacional de Camioneros, su hijo y compañero de fórmula, Pablo Moyano, lanzó otra señal de los tiempos que vienen: dijo que están negociando con los empresarios del sector un bono navideño que podría ser de entre mil y 4 mil pesos.

Es probable que algunos sectores -como por ejemplo los transportistas- puedan hacer frente a este tipo de pedidos, pero para la mayor parte de la economía del país, resulta imposible siquiera pensar en un sobresueldo de 4 mil pesos. Si los camioneros consiguen, al menos, parte de lo que piden, el efecto contagio no se hará esperar.

Desde la Federación de Camioneros, Moyano resistirá los intentos del kirchnerismo por desalojarlo de la conducción de la CGT, donde tiene mandato hasta mediados del año que viene. Y en este objetivo no está solo, pues dirigentes supuestamente opositores, como por ejemplo Gerónimo Venegas (Uatre), plantearon que el actual jefe de la CGT debe continuar en el cargo hasta completar su gestión.

El sindicalismo da claras señales al gobierno de que no está dispuesto a resignar siquiera parte de su poder. Por eso establece límites, incluso ante una presidenta que acaba de lograr más del 50% de los votos.