Controles en “tiempo real”

La Afip pone la lupa electrónica sobre los compradores de dólares

La fuga de capitales desplegó un menú oficial de contención, que incluye la requisitoria a los pequeños ahorristas, que se pasan a la divisa y no permiten al gobierno contener la baja de sus reservas.

 

De la redacción de El Litoral

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La economía argentina se “dolariza”; es decir que empresas y particulares eligen comprar billetes de la divisa norteamericana como ahorro o para preservarse. Esa fuga le disgustas al gobierno, que vendió a grandes compradores “dólares a futuro” a bajo precio para calmar el aumento de la divisa, pero no logra contener a los pequeños ahorristas que se refugian en el billete verde.

Las antenas satelitales que la Administración Federal de Ingresos Públicos montó sobre la peatonal en los últimos días, son parte de un sistema para monitorear “en tiempo real” las operaciones de la city santafesina de compras de U$S 1.000 o más. La autoridad fiscal comenzó a citar a algunos de estos “ahorristas” para que justifiquen de dónde sacaron los pesos para tales adquisiciones.

El “escaneo” no alcanza a los “arbolitos”, que siempre dan sombra a los que eligen salirse de la vereda regular de las operaciones. Pero el visible depliegue tecnológico tiene más pretensiones de persuasión que de control.

Es que ningún pequeño ahorrista por sí sólo puede alterar los planes monetarios de un país con muchas reservas. Tan cierto como que el país no puede sostener sus reservas si la suma de sus pequeños ahorristas insisten en comprar dólares por sumas que superan la cantidad de lo que aportan la soja -y otras exportaciones- o los capitales que ingresan a la economía nacional.

Fuga de capitales

La mayoría de los analistas supone que este año ya se fueron unos U$S 17 mil millones; El Cronista Comercial calculó hoy que en lo que va del año se fugaron U$S 18.500 millones. La plata que se guarda debajo del colchón, sumada a la que efectivamente sale de las fronteras por cualquier motivo, es dinero que se le resta al funcionamiento de la economía real y que debilita los planes -y el relato- de la economía oficial.

Los controles han alentado operaciones “paralelas” de fuga que tiene una cotización por encima de los $ 4,70 por dólar (o más). Mientras que el cambio con flotación “administrada” pone en las pizarras santafesinas $ 4,26 por dólar para la venta, es fácil suponer que quien tiene la decisión de comprar divisas, irá por la más barata aunque tendrá que dar explicaciones al fisco.

Es que el gobierno nacional no quiere vender reservas para alimentar la fuga. Lo que pretende es que el tipo de cambio no suba porque eso aceleraría la inflación, que ya está en la frontera de la tolerancia para la salud del modelo.

A falta de discursos que admitan el problema, el informe del BCRA midió que las reservas internacionales en poder de la autoridad monetaria cayeron el miércoles en 48.723 millones de dólares (llegaron a estar por encima de los 52 mil millones este año) según cifras provisorias, pero oficiales.

Después del 23

Si se liquidan exportaciones de soja, entran dólares y se compensa la fuga. Pero si el BCRA compra, pone pesos en la calle que -los que pueden- los usan para comprar dólares que aceleran la fuga porque creen que después de las elecciones la divisa puede subir.

La desconfianza es el motor que alimenta el juego, que es algo más complejo que eso pero que tiene allí sus trazos gruesos. La autoridad monetaria, para que esos pesos no presionen más al dólar, saca moneda de circulación vendiendo Lebac y Nobac, pero para eso sube la tasa, lo que se parece a un “ajuste” que es mala palabra para el relato de la economía oficial.

El kirchnerismo siempre salió “hacia adelante”. Tiene reservas pero caen rápido; cuenta con las retenciones pero la crisis internacional ya afecta a los commodities; exporta pero encarece sus costos y reduce su saldo; rescata el superávit primario pero omite el déficit financiero (no le alcanza para pagar intereses de la deuda). El gobierno deberá tener respuestas para después de la previsible elección presidencial.

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La autoridad fiscal mostró sus antenas en pleno centro. Muchos de los destinatarios del mensaje se dieron por persuadidos antes de exponerse al control. Foto: Mauricio Garín

El ojo que todo lo ve pero hace vigilancia selectiva

El personaje de Tom Cruise en Misión Imposible se descuelga desde el techo y accede a un panel de control, para robar datos de una supercomputadora de la CIA resguardada en una “sala cofre”.

Una sala así es la que tiene la Afip en el bajo porteño (Alem y México) no muy lejos de la Casa Rosada. Una caja de acero de 20 metros de lado, con sistemas de protección capaces de soportar incendios y movimientos sísmicos, resguarda una “granja” de computadoras. Desde una sala contigua, un “video wall” o gran muro de pantallas digitales, muestra todo lo que sucede.

En tiempo real, desde allí, los fiscalizadores pueden ver operaciones en cajeros automáticos, recaudación, planes de pago, aportes previsionales, declaraciones juradas y muchas otras operaciones. También pueden cruzar datos con registros de propiedades y otras fuentes de datos que permiten hacer investigaciones rápidas y reveladoras.

La información es confidencial y al lugar se accede con cinco niveles de seguridad y códigos biométricos. Sin embargo, el ojo que todo lo ve, no todo elige para investigar. Es la discreción del poder la que determina a qué operación poner la lupa y cuál enriquecimiento omitir, antes de determinar su licitud.