Los íconos de una Argentina en triunfo

Con la lengua afeitada

por betocas

Nadie puede negar que, sin duda ayudados por circunstancias contextuales propicias, los casi ocho años de gobierno de la familia Kichner han producido algunos hechos favorables. Si eso no fuera así, no se vislumbraría por anticipado una aplastante victoria de la señora presidenta en las próximas elecciones. Sin duda, hay tres factores insólitamente importantes que influyen en la situación que se vive actualmente: el primero es que el justicialismo, y ahora su variante kirchnerista, es fundamentalmente y con pocas excepciones, un buen ejecutor al que le interesan poco los medios, los daños institucionales y las eventuales corrupciones que suele aparear esa capacidad de realización. El segundo es que ha logrado instaurar en una gran parte de la población la vigencia de un “modelo” que en realidad nadie sabe de qué se trata. Y el tercero es que la oposición es inexistente, carente de ideas y de liderazgos, a la que ahora se agrega una hasta ahora desconocida soberbia del señor Binner. Leyendo el artículo de Rogelio Alaniz del 17 del corriente, se me ocurre que a su trilogía de Menem, Maradona y Tinelli, le ha faltado agregar la increíble y desapercibida astucia del ministro De Vido, la vetusta desvergüenza del señor Grondona y el jolgorio que significará tener un vicepresidente economista formado en la escuela del rock.