El campo, el trabajo y su gente

Se conmemora hoy el día del trabajador rural, en homenaje a la sanción del decreto que homologó los derechos de los peones con los de la ciudad. Avances y deudas pendientes.

Campolitoral

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Un día como hoy, pero de 1944, se sancionó el estatuto del peón de campo en la Argentina. El mismo fue establecido mediante un decreto del Poder Ejecutivo Nacional (Nº 28.169), durante la presidencia del general Edelmiro Farrell. La normativa fue pionera a la hora de fijar condiciones de trabajo humanitarias para los asalariados rurales no transitorios. Salarios mínimos, descanso dominical, vacaciones pagas, estabilidad, condiciones de higiene y alojamiento pasaron a ser obligatorios para una masa de gente que hasta ese día, desconocía esos conceptos. El autor de la norma fue Tomás Jofré, siendo elevada para su aprobación por el entonces Coronel Juan, a la sazón secretario de Trabajo y Previsión.

La norma representó una “bisagra” en muchas estancias, en muchas de las cuales se mantenían prácticas semi serviles y paternalistas heredadas incluso de la época colonial.

Luego de sus sanción, se fueron dictando sucesivos decretos presidenciales que regularon el trabajo transitorio de las cosechas. Posteriormente, la ley 13.020, fijó mayores precisiones sobre las modalidades en que debían desarrollarse los trabajos y creó la Comisión Nacional de Trabajo Rural, como organismo intersectorial (con representación del gobierno, de los sindicatos y de los empleadores) encargado de decidir las condiciones del trabajo que regirían en cada cosecha y en cada zona del país. La legislación laboral que amparó a los trabajadores rurales favoreció el desarrollo del sindicalismo que propiciaba la CGT. La evolución legislativa coronó en 1947 con la creación de una central nacional única de los trabajadores rurales, denominada Federación Argentina de Trabajadores Rurales y estibadores, más tarde transformada en la actual Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores.

Luego de casi siete décadas, esos logros asoman como el puntal de una mejora en las condiciones laborales, que también significó un aumento de la eficiencia del sector. Sus mejoras son hoy una realidad indiscutible que obligan a mirar hacia adelante, en el afán de reforzar y optimizar el espíritu que los motivó. En nuestro trabajo cotidiano, ya casi no se observan situaciones de precariedad. En momentos donde la mano de obra especializada en las labores del campo se hace cada vez más escasa, tal vez, la mejor manera de contribuir a dignificarlo sea reconocer a la capacitación constante como única salida superadora.