Artes visuales

Homenaje a la naturaleza

Homenaje a la naturaleza

Aspectos de la exposición realizada por Andrés y Álvaro Dorigo, en el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez. Fotos: Flavio Raina

Domingo Sahda

Con el título del encabezado tenido como ítem abarcativo, los artistas plásticos Andrés y Álvaro Dorigo han inaugurado recientemente una muestra de flamante producción, en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez. El marco tenido como referencia involucra obras elaboradas como Dibujos/Pinturas y piezas tridimensionales por parte de Andrés Dorigo, en tanto que Álvaro Dorigo ofrece para su apreciación un video de animación, creado a partir de la imaginería paterna que se asume como relato. Se da una excelente conjunción que demanda, a futuro, otras realizaciones del mismo tenor, abriendo el discurso del arte visual a proposiciones de sumo interés para el horizonte artístico local.

Es responsabilidad de Andrés Dorigo el profuso despliegue que literalmente invade las salas del Museo Provincial (Sala Mayor de actos y salas laterales derecha e izquierda) con trabajos elaborados sobre el plano así como con volúmenes reales. En todos los casos se trata de crear una “naturaleza alternativa” en la cual muchas cosas suceden por obra y gracia del encantamiento que produce el entorno, en tanto que el video-animación oficia de pulso sonoro recurrente. Se unen de este modo dos proposiciones ligadas que articulan el lenguaje de las formas desde una óptica estática y otra dinámica.

Aspectos esenciales

En esta exposición se enlazan, pues, dos aspectos esenciales, constitutivos del lenguaje del arte, esto es, el espacio y el tiempo sin menoscabo alguno de ninguno. Sí vale decir que la profusión espacial de esta “naturaleza” aparece como un esfuerzo de ponderación de mayor diversidad. Está pues en el autor del video-animación ampliar y/o diversificar éste su ponderable punto inicial. El riesgo de repetirse a sí mismo siempre estará al acecho, sabiendo que todo desafío nuevo presupone crecer.

En este “Homenaje a la Naturaleza” es la representación subjetivada de ella misma la que invade todos los rincones interpelando al espectador. Es en este momento cuando quien mira se convierte en sujeto habitante y partícipe de esta naturaleza representada que se ilumina a sí misma desde el plan de la irrealidad y el misterio. Las imágenes evocadas, representadas, fluyen desde su desmaterialización hasta invadir todos los rincones, trepando por los muros y columnas en una voluntad de sentar presencia. A modo de instalación la misma opera con desigual potencia expresiva y envolvente según sean los ámbitos ocupados, flaqueando por innecesaria superposición un tanto caótica en aquel muro que suma imágenes sobre papel, recortes, trazos directos sobre la pared, etc. Siempre las pausas organizadas, los “silencios” organizados como pasajes operan como puente conductor que enriquece la apreciación de lo que acontece seguidamente. La efervescencia por el “decir” tumultuoso en este acotado espacio no es óbice como para bloquear el encantado sortilegio que se produce en las otras salas laterales, tanto las de la derecha como las de la izquierda. Los animales, los insectos irreales, las creaciones desaforadas trasladadas a la materia inerte de las semillas, el papel modelado, los múltiples y ocasionales objetos del entorno son resignificados y se convierten en habitantes de este mundo de refinado encantamiento que nace desde las entrañas del creador y por su mano deviene en objeto, representación embargada de asechante vitalidad.

Indisociada mixtura

La mixtura indisociada del dibujo con la pintura se dan en Andrés Dorigo sin apelación a historia o relato alguno. Se presentan como entidades autosuficientes. En cada una de ellas el trazo prima por sobre la materia densa; la línea, omnipresente, define, acota, orienta la construcción de las imágenes. El color, en tanto tinte, vira dentro de los límites de una amplia paleta no sofisticada. El trazo, la gestualidad, son acentos indicativos del proceso creador que pareciera no admitir lentos procesos de autocontrolada manipulación. El acento aquí, el deslizamiento allá, el plano contrastado, la direccionalidad, la textura visual de libre hechura definen el aura creativa dispuesta en el plano. Pero también esta naturaleza reinventada acoge animales conocidos y otros emergentes del sueño plástico, de la ausencia de frenos conceptuales o matéricos. Todo puede ser, y en las manos de un artista creador de “metáforas tangibles” un zapallo puede ser una carroza” tanto como un entrelazado de papel, semillas e hilos puede ser una mariposa lista para volar ante el asecho del “sapo rey que vigila”.

Abrir la puerta

En este gran espacio ocupado con la abstracción lírica, el punto de contacto entre lo recognoscible y lo inesperado se entrelazan creando paisajes, seres, situaciones. La poética de lo “real maravilloso” se recorta provocando el moroso recorrido visual de apreciación. Dorigo sabe lo que hace porque su oficio de imaginero no tiene fisuras. Batallando deliberadamente con la convencionalidad y la precariedad de los soportes, Andrés y Álvaro Dorigo crean mundos que trasudan sortilegios.

El primero con el sólo e inicial camino del trazo sobre el plano, sin petulancia discursiva ni pose de erudito; el segundo de los nombrados creando sus historias móviles con el material quieto al que le insufla movimiento, sonido, relato. Lo estático material se convierte en él en dinámico, secuenciado. En esta muestra el espacio y el tiempo se confunden produciendo obras de valía.

Naturaleza insólita y desaforada que invita a la aventura de trasponer los umbrales de lo convencional, para así adentrarse en espacios subjetivados donde todo puede ser verosímil una vez desatados los corsets del prejuicio. Aquí sólo basta contar con la llave que “abre la puerta”, esa diminuta herramienta que demanda en nosotros la valentía de atreverse. Salirse de lo adocenado es buena medicina.


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