Familia, constelación infinita y eterna

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Nobel y Mónica con el halómetro (también trabajaban Roberto y el resto de la flia).

“Lo hice con mucho amor, como tributo a mis seres queridos que se fueron, los que están y los que vendrán”, explicó en su mail Elena Muñoz, una docente jubilada que vive en Buenos Aires, quien escribió una reseña de la historia de su familia española.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS.

Elena Muñoz se comunicó con De Raíces y Abuelos para hacer un homenaje a sus antepasados, pero -en especial- para recordar a su hermana Mónica (fallecida meses atrás), quien publicó en mayo de 2005 en esta sección de la revista Nosotros, “la historia de amor de nuestros abuelos, Rafael Muñoz y Eloísa Vellón. Su amor por la genealogía nos llevó a reencontrarnos con familiares y descendientes de familias traídas por mi abuelo de España. Lo disfrutamos muchísimo”, comentó. Transcribimos su texto:

Costanera santafesina, a orillas de la Laguna Setúbal, cuenca del río Paraná. Mediodía radiante del domingo 21 de agosto de 2011. Los familiares de Nobel Muñoz, su esposa María Mercedes Benítez y su hija Eloísa Mónica Muñoz transportamos desde Buenos Aires, en una auténtica caravana de amor, sus cenizas, para dejarlas en estas aguas donde comenzó la historia familiar. Ése fue el deseo de Mónica, quien falleció el 6 de enero de este año. Fue muy emotivo el despliegue de la bandera de Castilla, brindada por la Comunidad Castellana, y queremos agradecer a todos los que nos acompañaron.

Contemplando el suave oleaje del río se me viene a la mente los versos de Serrat: “Si el hombre es un gesto/ el agua es la historia”. Estos versos me rememoran la historia inquieta, apasionada, deambuladora de la Familia Muñoz. Comprender los sueños que movilizaron a nuestra familia paterna a cruzar el Atlántico, llegar a las oscuras aguas del Río de la Plata, desembarcar en el puerto de Buenos Aires, continuar la marcha, detenerse a orillas de este Río Paraná. Sus adaptaciones, desarraigos, luchas. Fueron temas poco hablados en mi familia. Había que seguir adelante con los proyectos de vida.

Fue así que mi abuelo, Rafael Muñoz Batres, viajó desde Villanueva de los Infantes, provincia de Ciudad Real, Castilla, a la Argentina, en busca de mejores horizontes con su diploma de Ingeniero obtenido con muchos sacrificios económicos y un contrato de trabajo en el Ferrocarril Central Norte de Santa Fe como lo más valioso de su equipaje (1910). Alentados por él, después llegaron su mujer Eloísa y sus pequeños hijos Rafael y Nicolás. Tiempo después, el resto de su familia y una multitud de amigos de su pueblo.

SI EL HOMBRE ES UN SUEÑO EL AGUA ES EL RUMBO

Allí nació mi padre en 1915, a quien llamaron Nobel por admiración a los científicos de la humanidad, después vendrían sus hermanos Edison y Franklin, hijo de otro matrimonio.

Nobel siempre tuvo claro lo que quería: ser ingeniero como su padre. Obtuvo el título de Ingeniero Civil con medalla de oro, lo que le valió entrar a trabajar en YPF y un futuro de progreso (1940). También obtuvo los títulos de Agrimensor Nacional, Ingeniero en Petróleo y posteriores perfeccionamientos en distintas universidades de Estados Unidos.

Así como el agua lleva, también trae: junto al río, la luna y las estrellas se encontraron Nobel y María Mercedes Benítez, acariciados por las brisas del río se amaron y comenzaron un destino común.

Nació su hija Elena en 1940 y recorrieron juntos los lugares donde trabajó Nobel, donde estaban los yacimientos petroleros, adonde dejó una huella (los informes realizados y el instrumental empleado continuaron implementándose durante mucho tiempo).

La familia se amplía y se impuso aquietarse, detenerse: Buenos Aires fue el lugar elegido y una casona en Flores, el barrio inicial de otro periplo porteño. Allí nacieron Roberto Nobel (1948), Susana Cristina (1950) y Eloísa Mónica (1952).

Contado así es sencillo, mas convivir, compartir, seguir el ritmo dinámico impuesto por un padre como Nobel no fue fácil. María Mercedes, su compañera, dio todo lo que pudo, que fue mucho.

Su sueño era crear su propia empresa dedicada a la localización de fuentes de aguas subterráneas (agua potable). En 1953 tomó la decisión de renunciar a YPF, en un momento de gran expansión de la industria petrolera y de pleno reconocimiento a su trabajo. Pero Nobel tenía otros proyectos que comenzaban a concretarse.

OTROS PROYECTOS

La esposa de Nobel Muñoz debió ser internada de urgencia y permaneció en el hospital durante varios meses, en un delicado estado de salud. Sus hijos quedaron a cargo de Elena, su hija mayor de apenas 12 años.

Nobel había comprado la casa de Flores de acuerdo a su posibilidades, pues ésta incluía un matrimonio de inquilinos, imposibles de desalojar en plena época peronista. Hubo roces propios de la convivencia.

Sin embargo, Concepción y Carlos Reartes fueron los que se hicieron cargo de los hijos de Nobel con amor y dedicación. Cuando éste regresó de su viaje, agradeció este gesto y les construyó una casa prefabricada en un terreno que tenían en el Gran Buenos Aires. Fue una amistad que duro muchos años. Esto demostró su amplitud de espíritu y generosidad, al margen de sus discrepancias.

Entonces nació la Empresa Geofísica Nobel Muñoz, dedicada a localizar napas acuíferas (además de petróleo y minerales) y el lugar preciso donde realizar las perforaciones. Lo hacía utilizando un equipo de exploración (halómetro) de su invención. Comenzaba otro capítulo en la vida de los Muñoz: se recuperaban y se mudaban de barrio.

AGUA QUE VIENES Y VAS

Dos hijas, Susana (docente de Enfermería) y Elena (docente de Educación Primaria) recogieron los frutos de las semillas plantadas por el bisabuelo Emilio Muñoz Martínez, cuya trayectoria como maestro insigne quedó grabada en placas con su nombre en escuelas y plaza del pueblo.

Los otros dos hijos cursaron carreras específicas a la especialidad del padre: Roberto, geólogo, y Mónica, ingeniera agrónoma.

Mónica y su padre Nobel realizaron un viaje a Europa, conocieron a sus familiares de Villanueva de los Infantes. Ella quedó atrapada, fascinada por las historias de sus ancestros. Aquí nació su amor por la genealogía. Rastreó las huellas de sus raíces hasta 300 años atrás.

Mónica Muñoz y Mario Glas se conocieron en una cena íntima (1984) entre amigos y acariciados por las alas mágicas del amor se tomaron de las manos para caminar la vida juntos. Acompañó a su marido en un quehacer que le apasionaba: recorrer y reconstruir en Entre Ríos, los caminos transitados por sus antepasados: su padre, Mauricio Glas, y su llegada a Buenos Aires para encontrarse con Nieves López, su amada y compañera de la vida.

Constituyen Mónica y Mario un equipo amoroso. Siempre abiertos a darse a los suyos y a los demás. Ávidos, incansables viajeros, exploradores, investigadores, recorrieron todos los rincones de nuestra Argentina y países limítrofes, acompañados siempre de sus hijos Julián y Agustín.

RECUERDOS DE MÓNICA

Mónica asumió como presidenta de la Asociación Amigos del Archivo General de la Nación, actividad que la atrapaba. Disfrutaba de colaborar en la organización, preservación y difusión del acervo patrimonio nacional e histórico. |Participó gozosa y feliz en la organización de eventos como “La Noche de los Museos”, exponiendo valiosos documentos de nuestra historia rescatados de los Archivos.

Madre y esposa presente: orientando, guiando, conteniendo celosamente a los suyos y a los amigos que la valoraban. Las huellas de sus manos y su riqueza artística se plasman en todos los rincones de su hogar: dibujos rescatados de su padre, el tallado de sus maderas, objetos sencillos y cotidianos transformados por su mirada distinta, artística. Era de una vitalidad y goce contagiosos.

Verónica Muñoz, hija de Lindberg, nuestro primo, desde Canadá, dijo: “Un ser que brillará aun en su ausencia y vivirá a través de la presencia inmortal de su corazón abierto, de su sonrisa y de su cálida voz. La sentiré siempre como una extensión de mi viejo que tanto la quería.”

Mónica encontró en el poema “Al hijo” de Jorge Luis Borges lo que ella creía y amaba: la familia como una constelación infinita y eterna. Tomemos su sabiduría y fortaleza al despedir y honrar a nuestros seres queridos, entregándolos a las aguas de este río tan amado.

Nobel siempre tuvo claro lo que quería: ser ingeniero como su padre. Obtuvo el título de Ingeniero Civil con medalla de oro, lo que le valió entrar a trabajar en YPF y un futuro de progreso.

Un visionario

Nobel Muñoz fue el primer ingeniero geofísico en su especialidad en Argentina y fue reconocido y designado para realizar viajes diplomáticos al exterior. La gente de reparticiones oficiales, compañías privadas, establecimientos de campo donde él se desempeñó lo recordaba por su capacidad y honestidad.

Su aspecto aparentemente sencillo, encerraba un hombre con búsquedas incesantes, no sólo en lo científico sino en lo cultural: disfrutaba de la buena música, lectura, arte, cine y también estar junto a su familia.

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Mercedes con sus hijos (Susana, Elena, Mónica y Roberto) en la casona de Almagro.

Mónica y su padre Nobel realizaron un viaje a Europa, conocieron a sus familiares de Villanueva de los Infantes. Ella quedó atrapada, fascinada por las historias de sus ancestros. Aquí nació su amor por la genealogía.

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Mónica y Mario junto a sus hijos, Agustín, Julián y su sobrina Lucía.

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Nobel y Mercedes disfrutando de sus nietos, otro placer.

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Nobel con la camioneta de YPF recorriendo Neuquén, Mendoza y Comodoro Rivadavia.