Editorial

Cristina, el triunfo y los desafíos

Más allá de excesos retóricos, es sumamente importante que en la Argentina por séptima vez consecutiva los ciudadanos hayan participado de la elección de su presidente, así como de legisladores y gobernadores.

En la semana anterior a los comicios, en Libia fue ejecutado el dictador Kadafi en el marco de una guerra civil, en España un grupo armando terrorista anunciaba su abandono de la lucha armada; y México, las autoridades señalaban que en los últimos años fueron asesinadas en ese país más de cuarenta mil personas.

Por contraste, estos datos -que expresan graves problemas de otras sociedades-, permiten valorar logros de la Argentina. El balance no pretende ser complaciente ni esconder nuestros verdaderos problemas, pero aspira a ser equitativo y prudente a la hora de analizar realidades complejas.

Atendiendo a lo que está ocurriendo en Europa, Asia, África, y también en países de América latina, la situación de la Argentina no es la peor. Esta conclusión conlleva la exigencia de aprovechar con mayor eficacia institucional y social las ventajas comparativas de nuestro país en un mundo convulso. En efecto, si bien tenemos una sociedad con crecientes fraccionamientos todavía contamos con una relativa homogeneidad, interesantes recursos humanos y naturales, y una competitiva capacidad de producción de alimentos en un mundo con creciente demanda.

En ese contexto debe ser evaluado el triunfo del oficialismo en las elecciones. En el futuro nos aguardan gravosos compromisos pero también excelentes oportunidades. Y somos los exclusivos responsables de aprovecharlas como corresponde. El compromiso alcanza, en primer lugar, a quienes tienen la responsabilidad de gobernar. La reelecta presidente ha recibido un enorme respaldo popular y debería aprovecharlo para superar conflictos -a menudo artificiales- que perturban la convivencia entre argentinos y afectan la performance como país.

Esta relegitimación eleccionaria más que un privilegio expresa un compromiso y una elevada exigencia, propios de los gobernantes que disponen de mucho poder y despiertan muchas expectativas. El desafío es equilibrar las relaciones entre libertad e igualdad, entre los derechos y los deberes y entre la creación y acumulación de riqueza y su adecuada distribución. Cristina inicia su segundo mandato presidencial con un amplio margen de decisión para trazar rumbos y corregir errores. Pronto se sabrá cuáles son sus decisiones. A la luz de los resultados, corresponde a la oposición facilitarle los caminos institucionales necesarios para desarrollar su nueva gestión.

El gobierno hoy dispone del poder necesario para tomar iniciativas por cuenta propia, pero sería deseable que amplíe esa legitimidad con acuerdos políticos de mediano y largo alcance. La soberbia que suele atacar al oficialismo o la crítica ciega que domina a ciertos sectores de la oposición, serían malos consejeros en la actual coyuntura. La Argentina necesita definir un rumbo histórico válido y ésa es una tarea que requiere del mayor consenso posible.