Día del Enfermo

La enfermedad mirada desde la fe

La enfermedad mirada desde la fe

“El buen samaritano”, de Giacomo Conti.

 

Pbro. Hilmar Zanello (*)

Los momentos de sufrimientos, de enfermedad, de duelo, nos ponen en situación de crisis profunda y hacen nacer interrogantes a veces angustiosos que reclaman nuestra respuesta.

Aparecen así preguntas que nos hacemos y que, de no encontrar respuestas ciertas, pueden empujarnos a protestas, rebeldías, hasta maldiciones y, con frecuencia, pensamientos desalentadores que pueden llevarnos a la depresión, que hacen perder el sentido de la vida o pérdida de la misma fe.

Es que cuando parece que se detiene la vida por la enfermedad, cuando se va prolongando el tiempo y no llega pronto la salud buscada, vamos interiorizando en lo que podemos llamar, lo profundo de la vida y allí en esos cabildeos solemos preguntarnos ¿Por qué me pasa todo esto? ¿Por qué si no hice mal a nadie Dios me castiga? ¿Por qué esta desgracia?.

Unamuno, el escritor español, dcie que el sufrimiento es la sustancia de la vida y solamente en el dolor es cuando se nos brinda la oportunidad de crecer y madurar como personas humanas.

Ciertamente la vida tiene un sentido de compromiso y lo debemos cumplir con una tarea de servidores, es decir de entrega generosa para con el otro, haciendo brotar en esta sociedad actitudes de solidaridad, de justicia y de responsabilidad.

En esos momentos de encuentro con uno mismo, en el silencio o en la soledad del sufrimiento o de alguna enfermedad, cuando escuchamos sin distracciones las voces que vienen de adentro, es cuando solemos recuperar el verdadero sentido de la vida, que va más allá de actitudes puramente de personas destinadas a sólo producir o consumir materialmente.

Entonces concebimos como reales aquellas palabras del poeta francés León Bloy cuando afirma: “En el hombre existen fuerzas ocultas y para que aparezcan las visita el sufrimiento”.

Quienes trabajamos en Pastoral de los Enfermos constatamos con frecuencia que en la enfermedad se va descubriendo la otra cara de la vida, lo cual a su vez conduce a actitudes de una vida nueva, de recuperación de valores olvidados. Va emergiendo el verdadero rostro de Dios, “amigo del hombre y de la vida”.

Mucho pueden hacer y valer las medicaciones y auxilios terapéuticos, pero la fuerza de la fe cristiana llega a ser imprescindible para actitudes de paz, de aceptación del momento presente y de reconciliación con Dios Padre.

Por eso la atención de los enfermos constituye para Jesús, junto con su presencia entre los niños, los pobres y los pecadores, una prioridad en su modelo nuevo de vida humana.

Jesús manifestó esa actitud de no ser indiferente frente al dolor del hombre y de asumir responsabilidad y compromiso en relación con quien sufre, cuando contó la parábola del Buen Samaritano que siente sobre sí un llamado de ayuda y misericordia.

Con esto quedaba el testimonio de Jesús que encarnaba las actitudes de Dios Padre para con todos nosotros, para que sintamos su presencia confortable y sanadora en los momentos de crisis.

Al terminar el Concilio Vaticano II S:S: Pablo VI propone al Buen Samaritano como el arquetipo del cristiano.

(*) Asesor de la Pastoral de la Salud.