Cataratas del Iguazú: una maravilla muy argentina

Cataratas  del Iguazú:  una maravilla  muy argentina
 

La violencia de la caída del agua produce una niebla permanente, en la cual los rayos solares forman múltiples arcoiris de insuperable belleza.

La semana pasada, las Cataratas del Iguazú fueron elegidas una de las nuevas Siete Maravillas Naturales del mundo. En esta nota recordamos cuáles son los encantos de este espectáculo único de la naturaleza.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FUENTE. WWW.IGUAZUARGENTINA.COM. FOTO. IGNACIO ANDREYCHUK.

Las Cataratas del Iguazú fueron elegidas el pasado 11 de noviembre como una de las Nuevas Siete Maravillas Naturales, tras el escrutinio de unos mil millones de votos emitidos por Internet desde todo el planeta, durante este año, según notificó la organizadora del certamen: New 7 Wonders (N7W).

Se trata de un espectáculo único de la naturaleza, que se originó hace unos 200 mil años, en el sitio que hoy conocemos como “Hito de las Tres Fronteras” (Argentina, Brasil y Paraguay), donde confluyen el río Iguazú y el río Paraná.

Una falla geológica producida en el cauce del río Paraná hizo que la desembocadura del río Iguazú quedara convertida en una abrupta cascada de 80 metros de altura. Desde aquel punto, donde se originaron las Cataratas, hasta donde hoy en día se encuentra la Garganta del Diablo, existen 27 kilómetros de distancia, debido al retroceso lento, erosivo pero continuo, en la posición de las Cataratas.

Esta gran cascada original se ha convertido en dos grandes arcos sinuosos de 2.700 metros de extensión. Siendo el salto más imponente del conjunto, la Garganta del Diablo, de 80 metros de altura, se encuentra en el curso principal del río.

Dependiendo de si el río posee más o menos caudal se pueden admirar entre 160 y 260 saltos, que en términos medios serían unos 1.500 metros cúbicos de agua por segundo. La violencia de la caída produce una niebla permanente, en la cual los rayos solares forman múltiples arcoiris de insuperable belleza.

PAISAJE ÚNICO

La Garganta del Diablo permite contemplar un paisaje único en el mundo. Está formada por el río Iguazú y la selva misionera. Es el principal atractivo del parque. Tres balcones en forma de abanico permiten tener una visión única de la monumental “garganta”. Es la culminación del recorrido del río Iguazú superior en una unión de saltos de más de 150 metros de longitud, con una caída de 80 metros de altura, en forma de herradura. Conforman una potente caída de agua que al romper en el cauce del río dibuja densas nubes de vapor que inundan todo el contexto y caracterizan al paisaje.

Desde ahí, el visitante puede apreciar un sinfín de sensaciones que harán un momento único e inolvidable:

- El sonido del rugir de las cataratas.

- Sentir la humedad producida por el vapor de agua de los saltos.

- Apreciar los arcoiris que se forman con la bruma del agua y los rayos del sol.

- Los contrastes de colores entre el verde de la selva, el azul del cielo, el blanco de la espuma de los saltos y el agua roja de la tierra colorada.

- Los vencejos, especie de ave que sólo se encuentra en ese lugar y que cuenta con una potente visión, que está adaptada y les permite atravesar la cortina de agua de los saltos y anidar en las rocas que son el soporte geológico de las cascadas.

Para acceder a este escenario se hace un recorrido por el Tren de la Selva y se llega a la Estación Garganta del Diablo. De ahí se debe realizar una caminata lineal de 2.080 metros, permitiendo disfrutar de un paisaje único, hasta llegar al imponente balcón de la “Garganta del Diablo”.

LA TIERRA SIN MAL

Los Guaraníes representaban un grupo étnico semisedentario agricultor, ceramista, músico y hábil navegante, que se dispersó por buena parte de América del Sur. Fueron los primeros ocupantes de la denomianda “la Tierra sin Mal”.

Se caracterizaban por ser guerreros y por sus ricas costumbres y rituales, una de las más interesantes de Latinoamérica. Sus armas eran la macana y el arco y la flecha, que usaban para la guerra y para cazar. Practicaban la poligamia y no había ningún tipo de contrato matrimonial.

Sus viviendas eran casas muy grandes denominadas “malocas”, de forma rectangular que llegaban a medir hasta 50 metros de largo, donde habitaban más de 50 familias siempre bajo las órdenes de un jefe, formando de esta manera una gran familia.

MISIONES JESUÍTICAS

En 1609, como mecanismo de dominación y explotación por parte de los españoles, se inició en esta parte de América una de las experiencias de evangelización más interesantes de la región: las misiones jesuítico-guaraníes.

Jesuitas de la Compañía de Jesús llegaron a estas tierras y lograron formar 30 pueblos de guaraníes en los que se desarrolló un sistema reduccional inédito para la época. Este sistema protegió a los indios de las “bandeiras” esclavistas brasileñas pero al mismo tiempo preservó el idioma, construyó la primera imprenta de Latinoamérica y generó uno de los fenómenos culturales más significativos del vínculo europeo americano.

A lo largo de 150 años, fundaron en total 30 prósperos pueblos distribuidos en los actuales países de Argentina, Brasil y Paraguay. Con una economía basada especialmente en el cultivo de la tierra, la ganadería, las actividades extractivas y las manufacturas comerciables que obedecía a un sistema mixto de propiedades comunitarias y privadas, el “tupambaé” (propiedad de Dios) y el “abambaé” (propiedad de los hombres), conociendo además las actividades pecuaria, cultivo de la yerba mate, maíz, algodón, entre otros. La presencia jesuítica se hizo notar en todos los órdenes de la cultura, consolidando, inclusive, el estilo barroco misional que caracterizó a la arquitectura, imaginería y arte de la época.

Los otros sitios

Los otros seis sitios naturales elegidos fueron la Selva Amazónica (que involucra a ocho países sudamericanos); la Bahía Halong, en Vietnam; la Isla Jeju, en Corea del Sur; la Isla Komodo, en Indonesia; el Río Subterráneo de Puerto Princesa, en Filipinas, y la Montaña de la Mesa, en Sudáfrica.