en el día mundial, en recuerdo de las víctimas

Accidentes viales: cómo sobrevivir después de perder a un ser querido

Familias destruidas. Amigos que extrañan. La persistencia de la ausencia mientras la vida continúa. ¿Cómo continuar después de la tragedia? La visión de especialistas y el doloroso testimonio de los familiares de las víctimas.

 

Salomé Crespo

[email protected]

En la provincia de Santa Fe, entre 2008, 2009 y 2010 murieron 1.692 personas en accidentes de tránsito ocurridos en rutas y calles de pueblos y ciudades. En Argentina, estos hechos son la primera causa de muerte en la población de 1 a 45 años y el primer motivo por el cual tres de cada cuatro jóvenes entre los 15 y los 24 años dejan de existir abruptamente.

A la hora de describir lo que ocurre en la vía pública, organismos oficiales y organizaciones no gubernamentales califican a las tragedias viales como una epidemia. La realidad es tan preocupante que las víctimas hasta tienen una jornada que las recuerda. Con el objetivo de lograr el estado de alerta mundial, Naciones Unidas declaró al tercer domingo de noviembre como el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tránsito.

A los números también los engrosa la ciudad. Pero sobre todo hay santafesinos que conviven con el inmenso y persistente dolor que queda al buscar en la memoria a esa vida que ya no está, que de un momento a otro y sin explicaciones lógicas, dejó de existir.

“La pérdida de un ser querido en esas circunstancias no tiene nombre, no está enmarcada en ningún duelo”, explicó a El Litoral la licenciada en Psicología, Gisela Juárez, del servicio de Psicología del hospital de Rehabilitación Dr. Carlos Vera Candioti.

En el mundo de los vivos resulta difícil ensayar reacciones para la muerte. Vivir en carne propia la pérdida abrupta de un familiar o un amigo es tan personal como el vínculo mismo que tenían. “Subjetivamente, lo inesperado genera reacciones en las personas que quedan, pueden aparecer ‘las cosas pendientes’, piensan en ‘qué hubiera pasado si...’ o ‘qué hubiera hecho si...’”, precisó Juárez, a la vez que emplazó al duelo como “prudente”.

Aunque varía según la personalidad de cada individuo, se estima que la aflicción puede durar alrededor de dos años, depende “de los recursos subjetivos, de la posibilidad de adaptarse a la nueva situación”.

Superar la ausencia

Después de la tragedia, es importante que las personas y el entorno familiar cuenten con un espacio de contención donde atravesar de manera saludable el trauma, explicó la psicóloga.

- ¿Cómo se comporta alguien que no puede superar la pérdida?

- Viven prendidos a la ausencia, no pueden soportarla, no logran seguir, no ven las alternativas de las que disponen. En todos los casos, es necesario ofrecer el espacio para tratar la pérdida, la persona va a saber cuándo es el momento, no se la puede presionar a que busque ayuda. Hay gente que tarda meses en que “le caiga la ficha” como se dice vulgarmente, por ahí surge al ver las cosas que el muerto dejó y se empiezan a ocupar.

- En el momento del duelo, ¿qué signos hay que atender?

- Hay algunos que hacen ruido. Por ejemplo, es esperable que confundan tiempos, que hablen como si estuviera vivo y segundos después como que no está. Pero después de un tiempo, deben empezar a “presentificar” a la persona de otra manera, no como si realmente estuviese al lado de ellos, deben hacerlo desde el recuerdo y no en lo real. Es saludable y esperable que lo recuerde el día del cumpleaños, que tenga un humor diferente, que esté callado. Pero si le hace una torta o propone festejárselo es un signo de que no elaboró su duelo.

- ¿Cómo se define la pérdida abrupta, se asume o se supera?

- Las situaciones de pérdida se elaboran. Es necesario darle el tiempo que se merece para poder entender u otorgarle un sentido para que “eso” quede donde estuvo. Las personas que no pueden elaborar sus duelos muestran en el tiempo signos mediante los cuales actualizan ese momento trágico.

Jornada

En octubre de 2005, las Naciones Unidas propuso que los gobiernos declaren al tercer domingo de noviembre como Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico. El día se creó con el objetivo de ofrecer reconocimiento a las víctimas y a la difícil situación de los familiares que se enfrentan a las consecuencias emocionales y prácticas de los trágicos sucesos. La Organización Mundial de la Salud y las Naciones Unidas para la seguridad vial alientan a conmemorar el día con el fin de atraer la atención pública sobre los accidentes, sus consecuencias y costes y las medidas que pueden adoptarse para prevenirlos.

Accidentes provincia santa fe.pdf
Ingresos guardia hosp cullen.pdf
Informe Unicef.pdf

ESPECIAL PARA EL LITORAL

OTRA MIRADA

d.jpg

“Es fundamental trabajar en el “antes del Cullen’”

Dr. Francisco Sánchez Guerra (*)

Actualmente, las estadísticas marcan que el número de ingresos a la guardia del hospital José María Cullen a causa de accidentes de tránsito no desciende. Cuando el efector recibe un paciente traumatizado significa el fracaso de las políticas de distintos gobiernos en lo que tiene que ver con campañas de prevención en la materia.

En los últimos 10 años, las motos constituyen siempre protagonistas en los accidentes de tránsito. Hoy, en la ciudad, existe una masa poblacional moviéndose en un medio que es económico, ágil, veloz y sobre todo, inseguro.

Las posibilidades que esa masa tiene de sufrir accidentes es muy grande, tal vez las mismas que un automóvil, aunque los coches tienen una estructura que amortigua el golpe. En la moto la estructura es la misma persona. Además, con una simple observación es sencillo concluir en que hay más cascos que van colgados de los codos que en las cabezas. También, hay familias enteras que se trasladan en los ciclomotores y es en ese caso donde “el accidente” es evitable.

La infraestructura urbana también juega su parte en el problema. En la ciudad conviven colectivos, camiones, autos y cada vez más motos. Es entonces ahí cuando nos preguntamos qué debemos hacer nosotros como hospital: ¿nos equipamos mejor para disminuir las consecuencias del accidente y para que en el Vera Candioti puedan hacer mejor su trabajo de reinserción en la sociedad?.

Es fundamental trabajar en el “antes del Cullen”. Las campañas impresionando niños en las escuelas con imágenes de accidentes de tránsito no sirven si no se apunta a la educación de la población en materia de prevención de accidentes, con gestiones que actúen sobre la infraestructura.

(*) Director del hospital José María Cullen

“Siento el silencio mortal”

b_gd.jpg

María del Carmen López.

Foto: Guillermo Di Salvatore

María del Carmen Méndez es la mamá de Diego López, un adolescente que tenía 16 años cuando el 6 de enero de 2006 murió en Aristóbulo del Valle y Ángel Cassanello. Luciano Cidor lo chocó y terminó con su vida y la de su amigo Rubén Miño, por lo que la Justicia lo condenó a tres años de trabajo comunitario y ocho de inhabilitación para conducir. Tiempo después se supo que el conductor estaba corriendo picadas en la avenida al momento de chocarlos.

Desde hace cinco años, la mujer se levanta en el mismo día en que enterró a su hijo. “Al 8 de enero de 2006, lo vivo una y otra vez, siento el silencio mortal en mi casa, nos falta algo” dijo apretándose el pecho. En esa parte del cuerpo sintió todo y tanto que en una de las marchas que organizó para pedir justicia después del accidente, sufrió un infarto en el que “se murieron las tres cuartas partes de mi corazón”, dice.

Los días posteriores de lo que para ella fue “un homicidio de tránsito” fueron duros, inentendibles, tal es así que cuando llegaba la noche no podía cerrar la puerta de su casa con llave “porque sentía que lo dejaba afuera”.

Hoy María del Carmen logra hablar del presente y cuenta que todos los días se levanta con el apoyo de sus otros dos hijos. Pero inmediatamente vuelve al peor día de su vida: “Quedó una familia destruida, nunca vamos a volver a ser lo mismo. Ese día sólo me devolvieron su par de zapatillas, me acuerdo que antes del accidente me había mandado un mensaje para avisarme que ya volvía y nunca llegó pero yo lo estoy esperando porque no tengo un último abrazo aunque me imagino que volvía a casa feliz”.

María del Carmen dijo que Diego López era alumno de Colegio Nacional, tocaba la armónica, tenía una hermana y un hermano, más amigos, era un cascabel, el ruido, la risa, un buen chico, no creía en la maldad, era inocente, un chico especial, muy alegre, eléctrico. Para su mamá, “Dios sabe por qué lo llevó” y espera que las leyes cambien para condenar a quien le arrebató la vida de su hijo que “no vale un par de horas de trabajo comunitario”.

Refundirse para refundarse

c_gd.jpg

Marilín Luna, mamá de Belén, y las amigas que iban en el taxi la noche del trágico accidente. Foto: Guillermo Di Salvatore

El agobio y la tristeza dejaron a Marilín Luna doblada por la mitad aunque sonríe cuando con las amigas de su hija Belén, Victoria Gastaldi y Valentina Bar, recuerdan las ocurrencias de la adolescencia.

Después de una salida, el 22 de agosto de 2009 las tres jóvenes iban en un taxi de regreso a sus hogares cuando en la esquina de La Rioja y 25 de Mayo, Sergio Mauri, alcoholizado y después de pasar el semáforo en rojo, las embistió. Belén Luna salió despedida del vehículo y murió inmediatamente.

“Una tragedia así no se explica ni se supera, se termina aceptando”, explicó Marilín apelando a la razón, porque el corazón le quedó vacío.

En los versos de un poeta encontró aliento: “Hace poco leí a un escritor que dijo que ‘después de una tragedia hay que refundirse para refundarse’ y creo que yo me estoy refundando rescatando los mejores afectos y sentimientos. Creo que de esto hay que salir fortalecido, mejor persona” porque no tiene dudas de que “la venganza no puede ser una meta”. Hoy su hija la acompaña y su legado son sus afectos, esas otras dos nenas que la contemplan apretando los ojos para no llorar. El accidente les dejó algunas heridas en el cuerpo que ya cicatrizaron, aunque Valentina y Victoria necesitaron ayuda psicológica para superar el estrés postraumático.

“Después de un tiempo todo se apacigua, pero me costó. Todo el mundo sabía lo que nos había pasado y era terrible, no quería ir a la facultad ni salir a ningún lado, intentaba distraerme pero siempre volvía ese momento”, contó Victoria, buscando en su memoria. Para Valentina la tragedia de su vida es pura ironía y ya no le busca explicación: “Ese día esperamos un taxi todas juntas, elegimos uno que nos había dado confianza. Venía todo bien y de golpe...” mencionó hasta que se quedó sin palabras. Cuando las encontró, recordó que los accidentes de tránsito eran una preocupación que compartían con su amiga Belén, tal es así que la seguridad vial fue el tema que eligieron en el último trabajo práctico que hicieron juntas en el colegio. “Vimos que los que más se morían en los accidentes eran jóvenes como nosotras, qué irónico”, cerró.

Belén Luna era una nena intrépida, feliz, disfrutaba de la adrenalina que le generaba lanzarse en rollers por las rampas del Parque del Sur, no le tenía miedo a nada, había empezado una carrera universitaria en Rosario, nadaba, el mar le daba paz, le gustaba salir, tenía amigos y una familia que hoy la extrañan.