Editorial

Desterrar la violencia de género

Doscientos treinta asesinatos de mujeres y niñas fueron cometidos en los primeros diez meses del año, según el Observatorio de Femicidios en Argentina de La Casa del Encuentro, ONG que monitorea datos publicados en todo el país. Según la misma fuente, al menos 174 niños y niñas quedaron huérfanos por esta misma razón, de acuerdo al informe publicado días atrás en medios nacionales. Mujeres muy jóvenes aparecen como víctimas de maltrato por parte de sus parejas o ex parejas. Esto ocurre en el país: según ONU Mujeres, en todo el mundo la violencia de género afecta a 6 de cada 10 mujeres, en algunos casos en medio de una total impunidad.

Las cifras se actualizan para esta fecha pero redondean los “casos” que se suceden como un goteo constante durante todo el año, y esa sumatoria de episodios -junto al conocimiento de las circunstancias en que se producen- resulta abrumadora. Sin embargo, apenas alcanza para visualizar una problemática compleja y dramática: la que involucra a mujeres sumidas en la violencia, no callejera o anónima, sino la que se ejerce puertas adentro, en el propio hogar o en ámbitos en los que desarrollan su vida cotidiana.

Todos los años y cada vez con mayor intensidad, el 25 de noviembre -declarado Día de la No Violencia contra la Mujer- pone en el centro de la agenda esta problemática que involucra a mujeres de todas las edades y niveles económicos, y que se expresa en agresiones físicas y psicológicas. La fecha es propicia para hacer un balance sobre la situación en cada comunidad, en cada país y región, de comparar datos con años anteriores, de relevar avances en la prevención, abordaje y sanción de estos hechos, pero también para establecer las cuestiones pendientes. Por ejemplo, garantizar la seguridad de las víctimas luego de que denuncian a su agresor: en varias ocasiones los crímenes son cometidos por personas que ya tenían antecedentes por malos tratos.

En este sentido, la acción coordinada y comprometida de las diversas ramas del Estado es fundamental, pero no puede prescindir de las ONG, de la comunidad en su conjunto y especialmente de los medios de comunicación, que asumen en esta problemática un rol decisivo no sólo en la difusión y discusión, sino en la toma de conciencia y asimilación por parte de la sociedad. Así ocurre, por caso, con la adopción del apropiado término “femicidio” en reemplazo del difundido “crimen pasional”; una expresión que durante años sirvió -tal vez sin buscarlo- para justificar la violencia.

Desde Naciones Unidas se propusieron 16 acciones políticas para erradicar la violencia de género, entre ellas la ratificación de tratados y la enmienda de las leyes, el acceso universal a los servicios de emergencia para las sobrevivientes de la violencia, la movilización de las comunidades a través de la educación pública, el compromiso de los hombres, y el enjuiciamiento de los culpables. Pero el primer paso es, indudablemente, descartar la noción que la ciñe al ámbito privado y movilizar acciones públicas concretas, que trasciendan lo discursivo, para atender a la víctima y sancionar al agresor.