LOS AUTOS CLÁSICOS AHORA PUEDEN CIRCULAR EN LA CIUDAD

Historias sobre cuatro ruedas

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Orgullo. Juan Pablo Cutchet, Guillermo Contini, Roberto “Pipi” Rivero, Pedro Acosta, Ana María Fagetti y Franco Costamagna lucen los coches que, de manera casi artesanal, fueron recuperados del olvido. Foto: Flavio Raina

Los propietarios de automóviles de colección cuentan con una cédula de identificación, similar a la tarjeta verde. Es resultado de una gestión que llevó años. Convocados por la entidad que los agrupa algunos mostraron sus vehículos y compartieron historias.

 

De la Redacción de El Litoral

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El Mercury 1954, el Willys Overland 1923 y el Ford A 1928 lucen impecables. Sus estructuras relucientes llaman tanto la atención que un grupo de pibes detiene el derrotero ágil de la pelota de fútbol para ver más de cerca esas maravillas, una invitación a viajar en el tiempo. Estos tres vehículos de antaño representan solo un puñado de los más de sesenta que recibieron, recientemente, una cédula que los habilita a desplazarse por la ciudad.

En efecto, el intendente Mario Barletta y el secretario de Control, Cornelio Collins, entregaron a los miembros de la Asociación Santafesina de Propietarios de Automóviles (Aspac) las Cédulas de Identificación de Vehículos Clásicos. Una documentación que por sus características se asemeja a la tarjeta verde y habilita la circulación de automóviles de este tipo por todo el casco urbano de la ciudad.

Para el presidente de la entidad, Roberto “Pipi” Rivero este avance es inédito en el ámbito local y representa un logro que venían reclamando a sucesivas gestiones municipales. “Con esto dejamos sentado un precedente para que el día de mañana podamos proponer, no que estos autos transiten así como están en rutas nacionales, pero sí que se les permita hacer trayectos más cortos. Que nos permitan, respetando principios fundamentales de la Ley de Tránsito, realizar recorridos interregionales”, sintetizó.

La relevancia de esta cédula es que garantiza que estos vehículos de colección tengan la chance -en la medida en que hayan respetado los conceptos de originalidad al desarrollar la tarea de restauración- de circular sin tener todas las condiciones técnicas de los autos modernos.

“Si bien lo tenemos patentado, con seguro y en condiciones, las normas técnicas de aquella época no son las de ahora. O sea, tendríamos cinturón de seguridad, apoyacabezas y otros elementos que lo desvirtuarían. Esta credencial nos da la posibilidad de circular sin esos elementos y sin tener que hacer adaptaciones”, explicó Roberto Cutchet, integrante de Aspac.

A partir de este antecedente, según revelaron desde la institución, varias localidades del interior provincial cercanas a Santa Fe manifestaron interés por implementar medidas similares.

Un espacio “multimarca”

Hay dos cosas que el presidente de Aspac destaca con énfasis. Primero, que además de un club “de autos” lograron conformar un club “de gente”. La segunda es que uno de los éxitos que lograron es convertir a la entidad en una suerte de “multimarca”, donde están representados autos clásicos de todo tipo.

Entre los objetivos que persigue la asociación figura el de “no convertirse en museo”, sino mantener los autos en movimiento. Por ese motivo sus integrantes viajan continuamente para participar en encuentros y exposiciones. “El objetivo es ser un club vivo”, sostuvo Rivero.

También apuntan a demostrar la relevancia cultural que implica la recuperación de vehículos antiguos. “Muchas veces no estamos concientizados de lo que realmente es restaurar un coche de éstos”, explicó Rivero.

“Es un trabajo artesanal”

Cuando Roberto Cutchet era chico en la empresa -hoy todavía en pie, que produce el cacao El Quillá- había un Chevrolet de 1928 para repartos. Pero en 1960, cuando tenía 12 años, se vendió. Desde entonces siempre sobrevoló la idea de conseguir uno para restaurar. “No conseguimos un Chevrolet pero si un Ford A del mismo año”, cuenta Roberto.

Tras 5 años de trabajo de reparación prácticamente artesanal -que hizo Roberto junto a familiares y un par de empleados de la empresa que se dedican al mantenimiento de las máquinas- hoy luce en perfecto estado y está expuesto con otros elementos en un pequeño museo de la fábrica. “Queríamos dar la idea de lo antiguo que es el negocio con un vehículo de este tipo”, afirmó Cutchet.

Algunas de las características interesantes es que este camión tiene el volante a la derecha y el arranque es mecánico. Además el pedal del acelerador está en el medio con el embrague a la izquierda y el freno a la derecha, a diferencia de otros vehículos.

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“En Santa Fe debe ser único”

El Willys Overland modelo 1923 -similar al que el profesor Reneé Van Strate recuerda en Progreso allá por los ‘40- es digno de verse. Proviene de Hugo Di Filippo -quien se lo regaló a su nieta- y hoy es una de las mejores piezas de la Asociación Santafesina de Propietarios de Automóviles de Colección, que lo tiene en guarda.

“En su época era un vehículo de alta gama”, cuenta Pedro Acosta (foto) socio de la entidad y encargado del automóvil. Incluso reconoce que es un lujo tener uno en ese estado. “Podés encontrar alguno en una chacarita, pero no así. En Santa Fe y alredededores debe ser el único”, agrega.

Tras certificar que el vehículo responde con fidelidad a la imagen que tenía 90 años atrás, el presidente de Aspac, Roberto Rivero remarca que “un Willys Overland en este estado y andando, es una perla”.

Algunas particularidades: para el encendido toma directamente de la distribución a través del dínamo, no tiene bomba de agua y tiene freno a varilla solo en las ruedas traseras.

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“La joya del abuelo Hugo”

Cada vez que se refiere a su Mercury 1954, Ana María Fagetti lo hace con emoción: es que está íntimamente ligado al recuerdo de su esposo, Hugo Costamagna, fallecido el 19 de mayo de 2010, quien dedicó 6 años a restaurarlo. “Fue desarmado totalmente, pieza por pieza y las que faltaban fueron pedidas a Estados Unidos”, recuerda. De hecho, era tal el esmero de Hugo, que hasta llegó a arenar los resortes de los asientos y reconstruir el tapizado en base a fotos originales de la época.

Franco Costamagna, hijo de Hugo, evoca con nostalgia la pasión de su padre por los coches de los años 50’, que fueron su hobby. “Mi abuelo, que vivía en San Francisco, compraba coches de alta gama y los vendía. Y mi viejo mamó todo eso”, recordó.

El 1º de mayo del año pasado, don Hugo pudo lucir su Mercury con orgullo en la Vuelta de la Constitución, poco antes de morir. “Sus hijos y yo lo seguimos mostrando con orgullo. No tiene precio. Es y será la joya del abuelo Hugo”, aseguró Ana María.