La “Messimanía” o cómo vivir en estado de acoso

La “Messimanía” o cómo vivir en estado de acoso
 

Los colombianos desplegaron una bandera en la tribuna que decía: “Argentina, te queremos ver perder hoy”.

El periodista santafesino fue enviado especial a Barranquilla, Colombia, para la cobertura del partido que disputaron la Selección argentina y la colombiana, por la cuarta fecha de las Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial de Brasil de 2014. Advierte que allí se pudo ver, a pleno, el grado de idolatría mundial al que llegó Lionel Messi, pero se pregunta cómo continuará esta historia.

TEXTOS Y FOTOS. ENRIQUE CRUZ (H)

Uno no termina de sorprenderse con el “fenómeno Messi”. La comparación futbolera con Maradona se ha transformado en un “deporte” en este país, como si pensar que uno es mejor que el otro signifique desvalorizar al que supuestamente podría estar un escalón por debajo.

Forma parte de las subjetividades propias del fútbol, donde cualquier verdad se transforma en relativa, donde sólo el resultado es absoluto y donde la apreciación final está condicionada por paladares, gustos y predilecciones en los que se toman parámetros de lo más variados.

Por ejemplo, el de suponer que Messi es “mejor persona” que Maradona porque no se mete en conflictos, porque no se droga y porque su forma de ser aparenta ser más normal que la de Diego. Muchos no quieren a Maradona por lo que ha sido afuera de la cancha, sin entender -y esto no significa una justificación- lo difícil que ha sido y es ser Diego Armando Maradona.

El fenómeno Messi se está transformando lentamente en una “fiebre” que no termina de sorprenderlo. Confiesan en el entorno de la selección que muchas veces se lo debió meter en un hotel por la cochera o el parking, pero no por la puerta. Y esto se entiende a partir de la locura por verlo.

Alguna vez, Maradona contó que en Nápoles debía salir con Claudia, por entonces su mujer, a las 3 o 4 de la mañana para dirigirse a un local de ropa y, desde el auto, marcarle la camisa o el pantalón que le gustaba. No podía salir a la calle, no tenía una vida medianamente normal y se fastidiaba cuando le posaban la mano sobre sus hombros, seguramente hastiado de caminar y hasta correr con gente que se le colgaba.

TODO POR MIRARLO

Entre aquella “maradonamanía” y esta “messimanía” comienzan a achicarse considerablemente las diferencias, casi al extremo de ponerlos en un plano de absoluta igualdad.

“Siendo DT de la selección consigo que el peso de la responsabilidad se cargue sobre mis espaldas y no sobre los jugadores”, llegó a pensar Maradona cuando se lo designó para dirigir el Mundial del año pasado. No sé si Messi piensa igual, pero tanto adentro como afuera de la cancha es, por lejos, el jugador más representativo. Y hay una mezcla de idolatría, admiración, curiosidad y hasta envidia porque nació acá y no en otra parte del mundo, lo que lo convierte en el jugador de fútbol más famoso de la tierra y por el cual pueden ocurrir situaciones como las que se vieron en Barranquilla.

Que más de 3.000 personas se aglomeren con 30 y pico de grados de temperatura, ciento por ciento de humedad y un clima agobiante como pocos en la tierra, sólo para mirarlo un instante, unos pocos segundos, es algo que uno sabe que puede y está pasando, pero que no por eso deja de sorprender.

Messi no se va a enojar pero tampoco se puede esperar que tenga una respuesta agradable y gentil. Y no es porque no lo sea, sino porque no lo siente. Messi es un muchacho tímido, extremadamente tímido. Se observa en su forma de hablar y también en lo que dice. Por eso, sorprende por ejemplo que señale, luego de la victoria, su marcada alegría y desahogo “porque se ha dicho cada cosa después de Bolivia, que necesitábamos calmar un poco los ánimos”. ¿Se imaginan lo que hubiera dicho Maradona ante la misma circunstancia?

DESPIERTA LOCURA

Pudo ocurrir una tragedia la tarde del reconocimiento del Metropolitano barranquillero. El tiempo estaba amenazante, pero la gente ahí, agolpada, dispuesta a esperar lo que fuera y cómo fuera para verlo. Hasta que un caballo de la policía se desbocó, el policía cayó pesadamente y dio con la nuca en el piso, y el caballo comenzó a correr por la calle sin control.

No sé cuál habrá sido la suerte del caballo desbocado ni tampoco la del policía lesionado. Uno supone que ambos casos se pudieron controlar. Pero fue una radiografía fiel de la locura que despierta el argentino, quien tras los silbidos en el comienzo del partido, como queriendo hacerle sentir el rigor de jugar de visitante, se fue del estadio aplaudido y reconocido por esos colombianos que acababan de digerir la derrota.

Sirvió también como reflejo de algo que preocupa y es que Messi tiene un reconocimiento, en cuanto al afecto y el respaldo popular, más importante afuera que en su propio país. Está pasando con la selección y por eso se piensa seriamente en el interior como sede de los próximos partidos por eliminatorias. Pero también pasa con él, como queriendo reducir la satisfacción plena de que el mejor jugador del mundo sea argentino.

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La gente se agolpaba en la puerta del hotel esperando por Messi.

DIARIO DE UN VIAJERO

POR AMÉRICO GIMÉNEZ

La llegada a Barranquilla me pareció tranquila y plácida hasta el palaciego y caribeño hotel donde nos alojamos, que se abarrotó de los colombianos de todo el país que llegaron para el partido, además de todos los turistas gringos (como los denominan) de Norteamérica y de Europa, que habitualmente llegan en contraestación a esta gran ciudad.

Observé cómo todos cuidan su trabajo y disfrutan de la paz que está logrando el gobierno, de la mano de su ejército, contra los guerrilleros, el narcotráfico y sus rufianes, de quienes dicen que han escapado hacia México.

Las calles se transitan acompañados de una flota desproporcionada, de buenas unidades de taxis y remises que a veces aturden a los potenciales pasajeros haciendo sonar sus bocinas para captarlos. Los autos de alta gama europeos también están presentes, aunque las marcas asiáticas y norteamericanas predominan.

Cartagena me impactó por el contraste de la ciudad amurallada con las nuevas y lujosas edificaciones al lado del mar, al estilo de la avenida Collins en Miami, que en días sin viento parece una piscina. A la gastronomía la noté evolucionada y es muy recomendable. La vivienda de Gabriel García Márquez me pareció autóctona, importante pero no ostentosa.

El restaurante “El Sombrero Vueltiao”, ingeniosa construcción y emprendimiento de un paisa colombiano que se lo propuso, está en marcha. El buen trato del pueblo es digno de destacar. Cuando aparecí con la camiseta de Unión todos creían que era la de Junior, el gran equipo de Barranquilla.

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Nuestro enviado especial en el Estadio Metropolitano de Barranquilla, minutos antes del partido de la Selección.

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El General Martín Balza, embajador argentino en Colombia, con Américo Giménez.