“LOS ÚLTIMOS HOMOSEXUALES”

Sociología de las humillaciones y sus consecuencias

En la Facultad de Humanidades se presentó el libro “Los últimos homosexuales”, de Ernesto Meccia. Una mirada a una generación que hizo de la clandestinidad un modo de vida, y que no se identifica con la época actual, que el sociólogo define como de la “gaycidad”.

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El libro aborda “el pasaje de ese mundo en el que algunos sujetos se movían como pez en el agua, a otro que implica crisis y readaptaciones”.

Foto: MAURICIO GARÍN

Natalia Pandolfo

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“La idea de este libro nació de los malestares que me expresaran respecto de la sociedad gay un número considerable de personas homosexuales. Sí, de malestares, molestias, quejas, desazones, inquietudes manifestadas por personas ‘grandes’, de más de 40 años.

“A raíz de la aparición de ‘La cuestión gay. Un enfoque sociológico’ en 2006, se inició en mi vida un largo período de intensa sociabilidad a través del e-mail, el chat y, últimamente, Facebook. Esa intensidad aumentó aún más luego de que comenzara a publicar algunas colaboraciones en el suplemento Soy, del diario Página 12 y en la revista Caras y Caretas. Casi todas las desazones tenían como latiguillo que ‘lo gay tiene que ver con lo comercial”, contó Ernesto Meccia el lunes pasado, en la presentación de su libro “Los últimos homosexuales. Sociología de la homosexualidad y la gaycidad” (Gran Aldea Editores). El acto tuvo lugar en la Facultad de Humanidades de la UNL, en El Pozo, donde el autor estuvo acompañado por las profesoras Silvia Montenegro y Virginia Trevignani.

Este malestar es el que vertebra el texto, hilvanado minuciosamente sobre la base de testimonios de personas que atravesaron las transformaciones propias del paso del régimen de la homosexualidad al de la gaycidad.

“Hacía mucho tiempo que un libro de sociología no me resultaba tan apasionante y, al mismo tiempo, tan complejo. El esquema analítico que plantea Meccia desborda el tema investigado y permite pensar en otros colectivos sociales: es un trabajo que piensa lo social”, resumió Silvia Montenegro.

Virginia Trevignani coincidió: “Se me ocurre que podría cambiarse el sujeto ‘homosexual’ por tantos otros. Los últimos militantes de izquierda que hicieron su formación política durante la dictadura. Las últimas mujeres que amaron demasiado... Este malestar que el libro describe, puede ser aplicado a otros grupos”, sostuvo.

Y aclaró que “lo que pasa entre los últimos homosexuales y los gays no es un problema generacional. Se trata de modos de socialización que ya no son los mismos, no combinan, no pegan”.

Trevignani también destacó la habilidad del autor de “no confundir la explicación que los protagonistas brindan, con la explicación sociológica. Y, al mismo tiempo, lograr que esa explicación sociológica, tal como lo plantea Pierre Bourdieu, no se distancie de lo que dicen los protagonistas”.

Meccia quiebra, a juicio de sus presentadoras, ideas del sentido común. De hecho, la hipótesis central del libro es que no necesariamente ámbitos de mayor libertad o visibilidad suponen la eliminación de la opresión.

El malestar en la cultura

Autodefinido como “el último homosexual a full”, Meccia cuenta en la introducción del libro -cuyo sugerente título es “Comprender y ser comprendido”- que casi siempre, cuando terminaba sus disertaciones en ámbitos académicos, “se acercaban personas también de mediana edad para arriba, que me hacían saber sus quejas”.

“El tempo de la escena y la distribución de las personas en el espacio eran siempre los mismos: los jóvenes me saltaban encima enseguida y los mayores se ponían a un costado”, con el objetivo de esperar y ser los últimos.

“Me miraban con expectación, con ternura cómplice: ellos ‘sabían’ que podían hablar conmigo, tal vez porque intuían que yo era un ‘igual’ a ellos debido a mi edad, pero pienso que, más aún, debido a los miles de signos que emanan de mi cuerpo, de mi manera de vestir, de mis dichos, de mi dicción, de mi forma de mirar, en fin, de mi música, es decir, de la particular combinación de elementos que deja sobre la expresividad de las personas una experiencia social duradera”.

“Decididamente, esa espera me llamaba la atención. Ellos se ponían al costado y esperaban que los jóvenes se retiraran porque necesitaban contarme un nuevo secreto social: ‘no sentirse a gusto dentro de la sociedad gay, siendo del palo’. Entendí, en definitiva, que lo que ellos estaban buscando era comprensión. Mejor decir: ‘una nueva comprensión’, la primera la habían solicitado cuando eran más jóvenes, en los años de la clandestinidad”.

“... La alusión a la movida comercial gay -entiendo que innegable para todos nosotros- era, sin embargo, una cortina de humo que tapaba más malestares, más importantes, más profundos, muy probablemente indecibles”.

El día después de mañana

“...Cuando yo imaginaba a ‘Los últimos homosexuales’ -contó el autor- no dejaba de hacerme preguntas comparativas en torno a los efectos devastadores de las lógicas de opresión social que pueden perdurar en la psiquis de las personas aun cuando la opresión se haya atemperado o -más improbable- cuando haya desaparecido.

“También pensaba, más allá de la objetividad y la dureza del entorno opresor, en la capacidad que tienen las personas para fabricarse un lugar -real o imaginario- de seguridad. Por último, pensaba en esas personas viviendo fuera del contexto opresor, pensando en cómo gestionarían o reconvertirían las taras relacionales, afectivas y perceptivas heredadas de la época del ostracismo, sabiendo que es de un facilismo fatal pensar que esas taras pueden desaparecer de la noche a la mañana”.

Vitae

Ernesto Meccia tiene 43 años. Es licenciado en Sociología y magíster en Investigación en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Desde el año pasado es profesor adjunto de Problemas Epistemológicos, en la Licenciatura en Sociología de la Fhuc-UNL. El año pasado, el Consejo de Profesionales en Sociología lo distinguió por su defensa de los derechos humanos, y fue designado socio honorario por la Asociación Argentina de Sociología.

“La progresiva incorporación de los sexualmente diferentes a una sociedad inclusiva es vivida y concebida por muchos como una secuencia de ‘avances’ o ‘victorias’. Para otros, sin embargo, representa la mixtura insoportable de un mapa social y moral que orientaba sus pasos a través de un mundo en el que, a duras penas, habían aprendido a moverse. Basándose en las reacciones de los entrevistados al emergente universo de la ‘diversidad sexual’, Meccia indica, en el plano sociológico, sus consecuencias más inmediatas”.

Sergio Carrara

Antropólogo, profesor del Instituto de Medicina Social de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y coordinador del Centro Latinoamericano en Sexualidad y Derechos Humanos.


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