EDITORIAL

Latinoamérica y los EE.UU.

La reciente creación de la Comunidad Estados Caribeños y Latinoamericanos (CELAC) fue presentada como una iniciativa orientada a promover los intereses de los pueblos de América latina. Según palabras de Correa y Chávez, la CELAC es la respuesta de los pueblos al sur del río Bravo contra la injerencia imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica.

 

La estrategia apunta a crear una institución paralela a la OEA -supuestamente manejada y controlada por los yanquis-, pero más allá de la retórica de los participantes en el encuentro de Caracas, lo que conviene advertir es que la CELAC no es la primera iniciativa lanzada con vistas a la exclusión de EE.UU. A su manera, la UNASUR cumpliría objetivos parecidos. No es la primera iniciativa y, según parece tampoco será la última si de Chávez depende. Su obsesiva militancia antinorteamericana lo impulsa a crear costosos burocracias políticas internacionales que contrapesen a los tradicionales organismos internacionales influenciados por EE.UU.

Por el momento es improbable que estas decisiones le hagan perder el sueño a Estados Unidos, una potencia económica que necesita relativamente de los organismos internacionales para defender sus intereses. Es evidente que en los últimos años los intereses y conflictos de Estados Unidos han estado centrados en Oriente Medio, en tanto perdían intensidad en el denominado peyorativamente su “patio trasero”. Es cierto que hay un foco puesto en Chávez, acuerdos especiales con Colombia y un muro divisorio con México, pero los problemas de la crisis económica mundial y el integrismo musulmán son prioritarios.

De todos modos, importa advertir que no todos los partícipes del reciente encuentro en Caracas están decididos a alentar con entusiasmo estas estrategias antiyanquis. Muchos de ellos están preocupados por el impacto que genere en América latina la crisis europea y las dificultades que se avizoran en la economía china, temas mucho más serios y preocupantes que la presunta agresividad del “imperialismo yanqui”.

Además, no se debe perder de vista que los exabruptos de Chávez y las invectivas de Correa no alcanzan a unificar los intereses de toda la región. Uruguay, por ejemplo, nunca se sumó con entusiasmo a estos bloques, prefiriendo acordar con Estados Unidos si mediaciones. Algo parecido podría decirse de Chile. Desde otra perspectiva, Brasil, la gran potencia de la región, siempre ha estado interesado en la creación de bloques latinoamericanos que le permitan crear espacios de poder para negociar desde posiciones más sólidas y ventajosas con los otros grandes bloques y potencias.

Esta estrategia de Brasil no es nueva. Desde hace años los gobiernos “cariocas” estimulan bloques regionales a los que aspiran liderar. La política de “gran potencia” de este país es muy conocida y, conviene recordarlo, durante todo el siglo veinte el principal competidor de esta estrategia fue la Argentina, que ahora funciona en general de manera asociada con su gran vecino.