Balance del automovilismo nacional

Un año para el olvido

Elecciones de circuitos erráticos para la práctica de la disciplina, superposición de fechas (el TC corrió en pleno Rally Mundial en Córdoba), maniobras arteras entre los pilotos y las muertes de Guido Falaschi, del preparador Víctor Boscarol y del colega Juan Carlos Fornés, son claras muestras de que no hay lugar para festejos.

Un año para el olvido

Motores... y el título de TC 2000 para Matías Rossi, quien muestra en oportunidad de la carrera en el callejero de Santa Fe, un suplemento de M&T 2011, donde se aprecia al Toyota Corolla 2012. Foto: Mauricio Garín

Daniel Monticelli

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En el automovilismo deportivo siempre existió una fina línea entre lo que es deporte propiamente dicho y el negocio. En mi caso particular estoy convencido —después de estar 32 temporadas en la profesión—, que definitivamente ambos ítems se conjugan ¿Pero qué pasa? Se está dando en los últimos tiempos que el negocio está superando ampliamente a la competición.

Entonces si ese factor predomina, resulta totalmente nocivo para la disciplina. ¿Por qué?; porque se corre en lugares inadecuados: con tal de facturar o de que “el automovilismo llegue y se venda el espectáculo” en beneficio de algunos pocos.

Que a cualquiera que se calce un buzo, unas botas, el casco, la capucha y el Hans se le dé el rótulo de PILOTO, con el sólo afán de recaudar en concepto de licencia médica y deportiva y para que sume como “parque de máquinas” en tal o cual categoría, es patético. De esta forma se autoriza a cualquiera a que conduzca un vehículo de carreras en cualquier condición, sin tener en cuenta el riesgo que ello implica.

En algunos casos, oficiales deportivos no están capacitados para cumplir con su función. El RDA (Reglamento Deportivo Automovilístico) es uno solo, pero muchas veces se aplica de diferentes formas. Para algunos se toman como maniobras lícitas en una competencia y en la siguiente, esa misma maniobra es ilícita.

Y así se podrían seguir enumerando distintas irregularidades, las cuales (la mayoría de las veces), hasta pasan desapercibidas porque fue “un revolcón”, un pequeño toque, “aplauso”, despiste y nada más. Sumado a un refrán que se pasa de generación en generación: “Dios es tuerca”.

Ahora bien, cuando sucede algo tan lamentable como el deceso de un chico tan joven como el santafesino de Las Parejas, Guido Falaschi (22 años), en un accidente en la última vuelta de la final del Turismo Carretera del 13 de noviembre, que pudo ser evitable si se contaban con las estrictas medidas de seguridad en un circuito perimido y no apto para correr, como el Juan Manuel Fangio de Balcarce. Allí, para la CDA del ACA —ente que es el brazo deportivo de la Federación Internacional el Automóvil—, estaba vetado y desafectado, en cambio para el otro ente, la ACTC, estaba en condiciones de correrse (¿?), uno no termina de comprender... Y es allí donde quedan al desnudo todo tipo de falencias.

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Bien “Patito”.

Creció enormemente como piloto, se le notó en el TC 2000 y mayoritariamente en el Turismo Nacional. Con el Peugeot 307, cuya motorización fue responsabilidad del desaparecido Víctor Boscarol, se llevó el cetro de la Clase 3 del TN. Foto: Gentileza/Prensa Apat

Quiero hacer dos menciones para dos grandes que nos dejaron en esta temporada. Una fue la del gran preparador nacido en Ramona y afincado en Rafaela: Víctor Boscarol, quien a raíz de un accidente laboral en su taller nos dejó para siempre. El otro recuerdo es para “Mi Maestro” Juan Carlos Fornés, uno de los periodistas de mayor experiencia en los deportes mecánicos, al que su corazón le dijo basta y seguramente estará en algún lugar contando una y mil anécdotas de su aquilatada campaña profesional.

Una bisagra

El accidente fatal de Falaschi trajo un antes y un después. Ya se vio en la definición del TC 2000 en Paraná, donde tres pilotos definían el título: Pernía, Werner y Matías Rossi. Ni el ánimo del ambiente y mucho menos del público —que en poca cantidad se dio cita en el Club de Volantes Entrerrianos—, estuvieron acordes a semejante Coronación. Pero la gente dictó su veredicto. No obstante, nada para discutir con la tercera corona lograda por Rossi, esta vez con un Corolla del Toyota Team Argentina.

Lo de la definición del TC en Buenos Aires (10 pilotos tenían opciones matemáticas de llevarse el título), el muy poco público que asistió, fue una clara muestra de que la gente, esa “joya” tan preciada de los responsables del TC, que es seguidora incondicional de la categoría, esta vez no le prestó ni un mínimo apoyo. Es más, hubo una de las tantas banderas con una leyenda que fue lapidaria para los “popes” de la Asociación: El “ACTCargo”..., retumbó tan fuerte en el corazón de varios, como el 6 cilindros del Chevrolet del “Guille” Ortelli, quien se manejó todo para llevarse merecidamente la corona e igualar a Traverso en cuanto a cetros logrados: seis.

Pero quien esto escribe siempre intenta rescatar lo positivo. Más allá de que en lo antes expuesto hay excepciones que felizmente escapan a esas reglas, las enumeramos: hay al menos 20 pilotos que son “extraclase” a la hora de llevar adelante un auto de carreras; existen autódromos como el de Termas de Río Hondo, los de San Luis y el de Paraná, que tienen un alto nivel en todo aspecto.

En cuanto a espectáculos, el TC 2000 en el callejero de Santa Fe se convirtió definitivamente en un clásico, que por suerte continuará en 2012, con numerosos cambios en el trazado. El Turismo Nacional tuvo entre sus protagonistas excluyentes a Fabián Yannantuoni, el santafesino que se coronó campeón en la Clase 3 y fue un tributo a Boscarol, quien hasta su deceso desarrolló el motor del Peugeot 307 del “Patito”. Por último, en la Fórmula Renault 2.0, lo hecho por otro piloto de nuestra provincia (de Pujato), Rodrigo Rogani fue magnífico, llevándose cómodamente el título de campeón.

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¡Grande pibe!

Contundente, firme, demoledor. De esa forma, el santafesino Rodrigo Rogani conquistó la corona de campeón de la Fórmula Renault 2.0.

Foto: Pablo Aguirre