La fe: una herramienta para sanar las heridas

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La catequesis que se da trata algunos valores del Evangelio como el perdón y la oración. Aquellos residentes de Comunidad Terapéutica que recibieron los sacramentos tuvieron una catequesis aparte, más católica.

La Pastoral Carcelaria trabaja en la Comunidad Terapéutica de Fundación Renacer ayudando a los residentes -en tratamiento por adicciones- a recuperar valores perdidos y a reencausar sus vidas. Once personas recibieron los sacramentos cristianos, incluso uno fue bautizado, cantidad inédita en esa institución que trabaja desde hace 19 años.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. LUIS CETRARO.

Desde hace aproximadamente ocho años, Liliana y Marcelo Ramseyer, un matrimonio perteneciente a la Pastoral Carcelaria, concurren a la Comunidad Terapéutica Nuestra Señora del Pilar perteneciente a Fundación Renacer, un centro médico de salud mental que realiza acciones de prevención y asistencia de las adicciones, entre otras actividades.

Deben tomar dos colectivos y un remise para llegar una vez por semana a ese lugar (viven en Blas Parera al 8000), ubicado a la vera de la ruta 19, en jurisdicción de Santo Tomé. La distancia no los acobarda porque la meta es lo que importa: ofrecer charlas y testimonio de vida a las personas que allí se rehabilitan, fundamentalmente jóvenes. En general, los encuentros versan sobre los valores, la familia, la rectitud, el amor, la responsabilidad, lo que ellos perdieron y la amistad, entre otros temas. Pero aquellos que quieren tener una catequesis cristiana también pueden hacerlo.

Esta loable vocación por ayudar al prójimo les ha dado muchas gratificaciones, como la que vivieron el pasado 30 de noviembre, cuando fue notable la cantidad de residentes de esa Comunidad Terapéutica que tomaron algunos sacramentos: once personas.

“El hecho de que tantos chicos tomaron los sacramentos es obra y gracia del Señor. Nosotros lo único que hacemos es dar una catequesis vivencial, testimonial, no tan dogmática como la catequesis sacramental, sino más de escuchar, compartir situaciones graves y penosas”, dijeron satisfechos.

Y agregaron: “Fundación Renacer y la Iglesia pretenden ahondar en la parte interna de la persona que está pasando por una situación de adicción por haber cometido una falta grave. Ya que ninguno puede tirar la primera piedra, queremos darles la oportunidad de superarse”.

Liliana dijo estar “enamorada de este apostolado”, que pone en práctica “con todas las ganas y tengo la suerte de que me acompaña mi marido”. Y la experiencia de este matrimonio no es menor: desde hace más de 10 años colabora con la Pastoral, que dirigía el Padre Gabriel Carrón, motivo por el cual visitaba las cárceles de Coronda y Las Flores, además de haber estado a cargo durante un tiempo de Asuntos Juveniles.

Según aclararon, “en nuestra familia no hemos tenido situaciones de adicciones pero sí algunas muy dolorosas y penosas, que nos fueron formando para poder llegar a entender a los que pasan por estas situaciones. Esto nos da la capacidad práctica de poder ayudar”.

UNA OPORTUNIDAD

“Ya que todos estamos expuestos permanentemente y cualquiera puede estar un día en el banquillo de los acusados, uno se concientiza de que si alguien cometió un error tiene derecho a reivindicarse o a tener la oportunidad para hacerlo. Por eso, el apostolado de la Pastoral Carcelaria tiende las manos a todos aquellos que quieran enmendar su vida, rehacerla, ya sea la suya en forma individual o de su familia, de manera de lograr reinsertarse”, explicaron los catequistas.

Y desmitificaron el hecho de que las personas -luego de un tratamiento- no pueden volver a insertarse en la comunidad. “Muchos piensan que se pierde tiempo pero no es así porque a lo largo de estos 10 años de estar en el apostolado de la Pastoral Carcelaria y de los 8 que estamos con los chicos con problemas de adicciones hemos visto a muchos reencausar sus vidas, casarse, trabajar como cualquier otra persona. Creemos que vale la pena”, aseguró Liliana.

No obstante, su marido planteó que “sabemos que hay casos que no van a ir ni para atrás ni para adelante pero la semilla ya está plantada. Hay gente que no merece cárcel pero que en realidad causa daño infinitamente mayor en la comunidad respecto a las personas que están detenidas, pero tenemos que aprender a convivir con esto”.

También planteó que “como cristiano uno tiene que ver el vaso medio lleno y no advertir lo que falta en una comunidad, que está cada vez más asediada por los problemas que vive. Dentro de lo grave de estas situaciones hay que buscarles la salida positiva, tanto para el que está involucrado como para el que no lo está. Es difícil pero con un granito de arena es suficiente”.

Y agregó: “No todos los sectores han tenido la posibilidad de acceder a una educación, que son los que generan este tipo de discriminación social. El que más recibió tiene que comprender que al que se cae no hay que pisarlo sino tenderle una mano. Es fundamental buscar urgente una solución práctica cuando se hunde el barco para evitar que haya cada vez más víctimas. Esta institución les brinda atención médica o psicológica para recuperarse físicamente, y nosotros ponemos nuestro pequeño grano de arena para sanar ese espíritu tan golpeado”.

SIMPLES INSTRUMENTOS

Las charlas que cada jueves dan los catequistas voluntarios de la Pastoral Carcelaria sirven para que los residentes de esta Comunidad Terapéutica cuenten sus vivencias y escuchen las del matrimonio. Incluso, participan jóvenes que no pertenecen a la religión católica.

Liliana y Marcelo destacaron que “tenemos el apoyo del padre Diego Sosa, que tiene el aval de Monseñor Arancedo. Cuando los chicos van encontrando respuestas a sus preguntas van armando un rompecabezas. Como hay tantas zonas oscuras en muchos de ellos, por falta de contención familiar o de respuestas amorosas, siempre nos dicen que si ellos hubiesen vivido o compartido con una familia o sus padres y les hubiesen hablado como lo hacemos nosotros no estarían ahí. Les decimos que, al estar acá, tienen el 50% de la batalla ganada porque reconocieron que necesitaban ayuda. El resto es mérito de ellos; pero es un día a día y se les van dando las herramientas para conseguirlo. Ellos van pidiendo crecer, con el tiempo van aprendiendo y van pidiendo tomar los sacramentos”, mencionaron.

También aclararon que “Fundación Renacer se reúne con los padres para ir saneando también el ambiente donde van a reinsertarse. Generalmente, la reincidencia viene por el ambiente adonde vuelve esa persona tras cumplir una condena o un período de tratamiento. Si vuelve al mismo entorno se encontrará con los mismos patrones de vida de antes, los mismos amigos, lo que influye en forma negativa en su recuperación. Por eso, el trabajo es conjunto: con la persona que sufre el problema o la enfermedad y con el entorno adonde tiene que volver”.

MUNDO ESPIRITUAL

Diego Sosa es un joven sacerdote, párroco de la Parroquia de Luján de Santo Tomé, en el barrio Adelina, que concurre a la Comunidad Terapéutica Nuestra Señora del Pilar semanalmente, tanto para la catequesis como para confesar.

Está convencido de que “para los chicos, su estadía es una renovación de su vida y la catequesis es una posibilidad que tienen de renovar una dimensión importante de su vida: la espiritual, la fe, porque el ser humano está hecho para vivir unido a Dios. Él no nos quita nada sino que hace que nuestra vida sea más humana”.

También comentó que “con la catequesis aprendieron a descubrir que Dios quiere acompañarlos en el camino de su vida. Muchos se hicieron hijos de Dios por el Bautismo, recibieron el Espíritu Santo (que es el que les va a ser de paráclito, su compañero de camino en la vida) o tomaron la Comunión (por lo que cada domingo van a poder acercarse a la mesa de Jesucristo, que los va a fortalecer y renovar para el camino de toda la semana). Ésta es una experiencia interesante y hermosa para ellos y para nosotros”.

Alta institucional

Fundación Renacer también realizó el acto de colación de los residentes que estaban en tratamiento por adicciones y fueron dados de alta. Tuvo lugar en la sede de la Comunidad Terapéutica con que cuenta la institución.

Siete jóvenes fueron los protagonistas de la decimocuarta alta institucional, los que estuvieron acompañados por sus familiares, quienes -además- participaron de una misa de acción de gracias que rezó el padre Daniel Sosa, de la parroquia Nuestra Señora de Luján de Santo Tomé. Además de las autoridades de la institución, participaron Liliana y Marcelo Ramseyer, catequistas.

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Recuperación comunitaria

Una comunidad terapéutica es aquella modalidad de tratamiento que prioriza la recuperación comunitaria e incluye la rehabilitación social a los efectos biológicos, psicológicos y sociales, con programas destinados a la atención de la salud, educación básica, desarrollo valorativo, y las habilidades sociales y laborales.

Se adapta a las patologías adictivas brindando un tratamiento con diferentes fases, donde el residente debe transitar un proceso que procure el crecimiento en responsabilidad y compromiso, priorizándose el trabajo grupal por sobre el individual, sin dejar de lado el programa personalizado.

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El matrimonio Ramseyer y el sacerdote Diego Sosa tienen a su cargo la catequesis.

Un mensaje esperanzador

Hugo tiene 53 años y fue bautizado en la Comunidad Terapéutica de Fundación Renacer. “Se me dio esta posibilidad y fue un buen camino para hacerlo. Algunos otros chicos tomaron otros sacramentos y bienvenidos sean para todos. Los catequistas son excelentes personas y además nos hacen reir, sacarnos un poco de lo que es estar conviviendo en Comunidad. Me gustó tener un bautismo digno y tomar un camino de Dios, que me favorece”.

Augusto, de 26 años, decidió confirmarse “porque anhelo un futuro casamiento con mi novia”, admitió, y explicó cómo lo ayuda la fe y la catequesis en su tratamiento. “Nuestra fe ha crecido muchísimo desde que estamos acá. La catequesis es un espacio muy lindo porque trabajamos muchas actitudes, las que venimos a cambiar. Cuando ingresamos no tenemos más contacto con ningún tipo de drogas pero nos quedan esas malas actitudes que adquirimos a través de la enfermedad. Venía medio bajo con mi fe y, desde que decidí internarme y antes de comenzar a tener catequesis, tomé la decisión de aferrarme a esto. Liliana y Marcelo nos ayudan para nuestra parte espiritual. Son muy respetuosos y alegres. Hacen muy bien al alma y salimos renovados de ese espacio. Hay chicos de diferentes religiones y ellos nunca les exigen nada”.

Santiago, de 21 años, quiso dar su testimonio respecto a lo que vive en catequesis. “Con el tema de la adicción estaba relegado el tema de Dios y gracias a Liliana y a Marcelo nos aferramos con mucha más fuerza a esto. A todos nos hace bien el espacio que nos brindan, más allá de sentir el apoyo de nuestras familias, estén o no. Nos sentimos apuntalados por personas que no conocíamos. Ésto nos ayuda a empezar a confiar en la gente y ahondar en el tema de la fe. Nos traen un mensaje muy esperanzador y lo valoramos muchísimo, además de todo lo que nos da este lugar. La fe y Dios nos ponen a tono con todo lo que estamos trabajando en este lugar, como el amor hacia los otros, que transmite la Biblia. La fe y el tratamiento van de la mano”.

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