toco y me voy

¿Cuántos somos y quiénes somos?

Hoy es Nochebuena, se los digo por si no se enteraron. Antes, en cualquier Navidad normal uno sabía más o menos previsiblemente quiénes iban a estar sentados a la gran mesa de la familia. Hoy no lo tenemos tan claro. En algunos casos, lo tenemos oscuro.

¿Cuántos somos y quiénes somos?
 

Vamos a empezar por la vieja mesa familiar navideña: salvo el tío Giulio que este año eschopó y Dios lo tenga en su santa gloria y salvo laester que tuvo otro hijo, creo que el octavo (y ya es un clásico que todos los años traiga uno nuevo a la vida y a la mesa), todos sabemos (sabíamos) cuántos comensales realmente participan de la cena.

Hace no mucho más de veinte años, esa composición de lugar y de hogar era común y no tenía variaciones, ni siquiera de menú. Venían todos los primos del campo, la tía de la ciudad, los hijos con sus familias hasta un grado de consanguinidad a tiro de chancletazo y había una o dos bajas y una o dos altas. Y al año siguiente lo mismo y al año siguiente lo mismo...

Perogrullo: las cosas cambiaron. Hoy el formato familiar cambió y está en redefinición constante, en movimiento, es como la isla flotante de la tía Puca, casi el único aporte que hace para las fiestas, la señora.

Hoy nadie puede asegurar cómo será la mesa navideña, quién van a integrarla, cuántos ejemplares en total, dónde se va a hacer la reunión, qué se va deglutir y otras (in)definiciones por el estilo. La mesa navideña tiene una movilidad témporo-espacial notable, es casi una nave o un colectivo del tipo “lechero” que para en infinitas estaciones en donde baja y sube gente. Incluso algunos son parientes tuyos.

Vamos por parte: el tema del número de comensales. Supongamos que la familia tipo tenga un tipo y una tipa, los jefes del clan, y que a su vez tengan tipitos (hijos) que tienen tipitos. Supongamos que el número total, ideal, redondo, completo dé, por ejemplo doce o catorce. Desde esa plataforma inestable se empieza a restar: al Jorge, su mujer y sus dos hijos (menos mal porque juntos son un demonio) que este año van de la madre de ella, esa gente nunca me gustó, qué querés que te diga. Y él es un pollerudo que no impone respeto porque si toda la vida vino a la Navidad a esta casa, si saben desde siempre que nosotros nos reunimos en Navidad, por qué tiene que cambiar ahora y buscar una alternancia injustificada.

Réstese también al Nico, el hijo de lamarta, que está de vacaciones con unos amigos en Brasil.

Descuéntese además a la Martina, que este año tiene novio nuevo y va a la cena navideña de la familia de él y ojalá enganche al muchacho porque ya empieza a tener la edad justa en que se cambia seducción por preocupación.

Habría que sumar, en el balance del debe y haber de la cena, a un amigo del Pocho. Hay que tener cuidado con los amigos que trae porque sin ir más lejos el año pasado vino con un señor rapado y con túnica anaranjada que nos hizo sentir culpables todo el tiempo por comer carne.

Hay que sumar al Fede y la novia de turno. En las últimas cinco Navidades trajo otras tantas novias distintas. Y creo que en el medio del año pasaron otras muchas, a razón de una cada tres meses, más o menos.

Habría que sumar, en potencial, si se anima, al tío Tonio que se divorció hace poco, cosas de viejo loco, y ahora capaz que trae a su novia, la ex mujer del almacenero.

Y después tenés las variaciones coyunturales: a las diez hay tantas personas; a las once ocho; a las doce, trece y así según entre o salga gente. Antes la fiesta era inamovible, no se levantaba nadie de la silla. Ahora la casa es un quilombo.

Y otra es el lugar: el Colo plantó bandera que este año es en la quinta: porque hace calor, porque es más tranquilo, porque está la pileta y porque se le da la gana. Y no obliga a nadie pero marca la cancha. Este corrimiento espacial de la mesa navideña genera también pérdidas y adhesiones, una suerte de colectivo en marcha con tipos prendidos de la puerta y otros bajándose por la ventanilla.

Y por último, el menú: desde las posiciones duras de a mí no me vengan con boludeces yo quiero comida, hasta las versiones light y no hay que morir comiendo, también el menú está en discusión.

En fin: todo en movimiento: no sé dónde como esta noche, ni con quién, ni qué cosa. Y, ahora en serio, ¡feliz Navidad para todos!