En Familia

Si Jesús no hubiese venido

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Ilustracuón: Lucas Cejas

Por Rubén Panotto (*)

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Hace muchos años se publicó una postal de Navidad que llamó mucho la atención, por lo insólito de su relato. Dicha postal representaba a un pastor de iglesia que en la mañana de Navidad se había quedado dormido en su oficina y soñaba con un mundo en el que Jesús nunca había venido. En su sueño, creía que estaba en su casa, y no veía las botas ni calzados que en dicha festividad los niños colocan al pie del arbolito, ni campanitas, ni coronas de acebo, ni luces con música de villancicos, ni Jesús para consolar, alegrar y salvar. En su sueño salió por las calles y no encontró iglesias con sus torres apuntando hacia el cielo, ni la algarabía de gentes buscando regalos y sabrosos manjares para festejar. Volvió a su casa, se sentó en su biblioteca, pero todos los libros que hablaban del Maestro habían desaparecido. En ese momento sonó la campanilla de la puerta, y un joven entristecido le pidió que fuese a visitar a su madre que estaba muriéndose. De inmediato se fue con el joven desconocido para confortar a su madre, y al llegar a la casa se sentó en la cabecera de la cama y dijo: “Traigo algo que podrá consolarla”. Abrió su sagrada Biblia para buscar una promesa familiar, y no estaban los Evangelios con las enseñanzas de Jesús, ni las promesas de esperanza y salvación, de manera que lo único que hizo fue inclinar su cabeza y llorar con ella con amargura y desesperación. Días después, conduciendo el funeral de la mujer, no tuvo mensaje de consuelo, ni palabras a su gloriosa resurrección, ni un cielo abierto, sino sólo polvo y cenizas, y una larga y eterna despedida. Finalmente se dio cuenta, en su sueño, que “Jesús no había venido”, y sintió una profunda amargura en su pesaroso sueño.

De repente despertó, con un grito de alegría cuando oyó cantar al coro del templo que estaba junto a su casa. La letra de esta canción decía: “Vengan todos los fieles alegres y triunfantes, vengan y a Belén marchemos, que al Rey de los Ángeles nacido veremos; vengan y adoremos a Cristo el Señor”.

La buena noticia

La palabra Evangelio significa: “Buenas nuevas o buenas noticias”. Si bien el relato del Evangelio detalla la vida y obras de Jesús de Nazaret, nadie imaginó jamás que este humilde hombre, nacido de la joven Virgen María y su padre terrenal el carpintero José, iba a producir un antes y un después en la historia de la humanidad. Muchos hoy pueden desconocer y negar sus hechos y obras milagrosas, y aun negar su existencia; pero nadie puede desconocer que su venida preanunciada transformó la vida de sus seguidores, y de miles de millones a través de más de dos mil años de historia. Porque Él vino, muchos enfermos fueron sanados, los niños fueron privilegiados, la mujer fue puesta en derecho de igualdad, los opresores fueron juzgados y los despreciados y excluidos en Él tuvieron su refugio y salvación. Familias: ¿no les parece que deberíamos recuperar el significado profundo de su venida? Ejemplos nos dejó para que la vida sea digna de ser vivida.

Si Jesús no hubiese venido, no conoceríamos sus enseñanzas cuando dijo: “... Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los compasivos, porque serán tratados con compasión. Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece...”. Si Jesús no hubiese venido nadie podría haber dicho: “Yo soy la resurrección y la vida”, y no existiría la esperanza, ni el consuelo, ni propósitos que justifiquen nuestra existencia.

Feliz Navidad

Hoy la familia se reúne para alegrarse en el encuentro con los recuerdos del pasado y la esperanza del futuro. Hoy los niños tienen el primer lugar en la exaltación de la vida y los deseos de una humanidad más justa y dichosa. Hoy dependerá de cada uno renovarse con el pensamiento y la decisión de ser mejores personas, más solidarias, tendiendo la mano al desamparado, poner el hombro al acongojado, poner en funcionamiento la generosidad, el perdón y el olvido, y por encima de todo la máxima del amor que sustenta la vida: Amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, porque es más dichoso el que da que el que recibe. Agradezco la posibilidad de expresarles mi deseo de una muy dichosa Navidad en familia.

(*) Orientador Familiar