Preludio de tango

Alfredo de Angelis, ¿popular o populista?

Manuel Adet

En mi lejana infancia lo escuchaba a las 20 horas en LR1 Radio El Mundo. El programa duraba quince minutos, se llamaba el “Glostora Tango Club” y su figura estelar era la orquesta de Alfredo de Angelis.

Cuento esta pequeña historia personal para explicar por qué a mí me cuesta ser lo que se dice objetivo con él. Han pasado muchos años desde entonces, pero cada vez que lo escucho a Carlos Dante cantar “Lunes” o a Oscar Larroca, “Por qué me das dique” o al Tata Floreal Ruiz “Bajo el cono azul”, los recuerdos de aquel tiempo lejano regresan con fuerza y esos recuerdos tienen el sabor y el tono de Alfredo de Angelis.

Es verdad que fue una orquesta lo que se dice básica. No hay complejidad musical, la concepción armónica es deficiente y hay una ausencia absoluta de ideas innovadoras. Por estilo, objetivos, pero también por popularidad, pertenece al lote de orquestas que como la de Juan D’Arienzo, Rodoffo Biaggi, Héctor Varela intentaban llegar al gran público sin preocuparse demasiado por cuestiones técnicas. Por buenos y malos motivos, a la orquesta de Alfredo de Angelis se la calificó con el nombre de “calesita”. El apodo tal vez tenía que ver con la música de la calesita, una música ramplona, cursi y sencillita, pero de mucha llegada. O, porque al son de su ritmo, las parejas de bailarines se desplazaban a lo largo de la pista o el salón y daban vueltas como la calesita.

Quienes defienden su música dicen que había que tener un singular talento para arribar a ese estilo sencillo y entrador. Los que saben de música refutan este argumento diciendo que el único talento de De Angelis era el de renunciar a hacer buena música, lo cual le representaba un esfuerzo porque, efectivamente, él se había educado con buenos músicos.

Sus más enconados críticos resuelven esta aparente contradicción con apreciaciones tajantes. De Angelis no era un músico, era un comerciante vulgar y demagogo que no tenía escrúpulos en producir basura para consumo de multitudes ignorantes. Cito el concepto, no porque lo comparta sino porque circula en determinados ambientes.

Al respecto, hay que decir que el debate entre “populistas” y “elitistas” irrumpió hace rato en el tango, pero más allá de los buenos o malos argumentos, lo que parece estar fuera de discusión es que no se puede escribir una historia del tango prescindiendo de la orquesta de Alfredo de Angelis cuyos compases poblaron el imaginario musical de varias generaciones de bailarines para quienes los nombres de D’Arienzo y De Angelis son palabra mayor, palabra mayor que no admite objeciones de ningún tipo porque nadie quiere que le arruinen con argumentos técnicos los recuerdos de su juventud, aquellos momentos inolvidables cuando al compás de un tango se enamoró -por ejemplo- de la mujer de sus sueños.

Después están los cantores. De Angelis se supo rodear de una pléyade de excelentes cantores. Son los que yo conocí en el “Glostora Tango Club”, pero a los nombres ya mencionados habría que agregarle los de Roberto Florio, Julio y Lalo Martel, Juan Carlos Godoy y Roberto Manci, por mencionar los más destacados.

Una manera de evaluar a una orquesta es a través de los temas que impuso a lo largo de los años. Alfredo de Angelis en ese sentido fue excepcional. Entre 1943 y 1977 grabó en el sello Odeón alrededor de 490 temas. Allí se destacan “Lunes”, “Pregonera”, “Remolino”; “Pastora”, “Tus besos fueron míos”,

También a Alfredo de Angelis le corresponde el honor de haber impuesto el estilo de cantar a dúo, una variante bellísima que incluyó tangos, valses y milongas a través de las voces de Carlos Dante y Julio Martel; Carlos Dante y Oscar Larroca y Juan Carlos Godoy y Lalo Martel. “Pregonera”, “Pastora” y “Remolino” pertenecen a este estilo, los dos primeros, compuestos por el propio De Angelis, quien -dicho sea de paso-siempre se enorgulleció de haber escrito la partitura de “El taladro” un tema en homenaje al Club Banfield.

Alfredo de Angelis nació el 2 de noviembre de 1910 en la localidad de Adrogué. Solfeo y armonía lo aprendió en la casa de la mano de su padre, el pianista Virgilio De Angelis. Ya de muchacho fue alumno de Guillermo Olson. Su primer instrumento fue el bandoneón, pero en algún momento se pasó al piano y nunca más lo abandonó. Como todos los músicos de su tiempo, antes de llegar a su propia orquesta hizo una exigente conscripción en las diversas formaciones musicales de los años treinta.

Sus biógrafos de todas maneras datan sus inicios profesionales en 1932 en la orquesta de Anselmo Aieta en el café Germinal. De Angelis reemplaza al pianista Juan Polito y comparte el escenario con un violinista que luego dará que hablar: Juan D’Arienzo.

A lo largo de la década del treinta, De Angelis está con la orquesta de Graciano de Leone y la orquesta Los Mendocinos de Francisco Lauro, además de algunas presentaciones en dúo con Daniel Alvarez. Finalmente, el 20 de marzo de 1941 se presenta con su propia orquesta en el café Marzotto de calle Corrientes y en sintonía con los micrófonos de Radio Splendid. El cantor entonces es Héctor Morea, el único que no llegó a grabar con el maestro. Un par de años después ya estará en Radio El Mundo. Para esa fecha graba su primer disco en el sello Odeón: con dos clásicos de su repertorio: “Marionetas” y “Qué buenas es”. El 1º de abril de 1946 inicia su clásica presentación en el “Glostora Tango Club” dedicado a “la juventud triunfadora”. En 1950 filma junto con Osmar Maderna la película “Al compás de tu mentira”. Un año después Oscar Larroca se incorpora a la orquesta que ya es una de las más famosas de la noche porteña. Alfredo de Angelis murió en Buenos Aires, el 31 de marzo de 1992.

Alfredo de Angelis, ¿popular o populista?