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Las alcaldías de Venezuela parecen competir para ver quién muestra un sitio mejor vestido en Navidad. Foto. Esther Politis.

Con doce uvas que habrá que comer, una por cada campanada; con una valija que se carga durante toda la noche; estrenando ropa interior color rosa o amarilla -según el lugar del que se trate-; con comidas que varían de acuerdo al clima y las tradiciones; en espacios públicos; en ámbitos privados; con nieve o con calor, cada país despide a su manera el último día de diciembre, como también habrá festejado a estas alturas la Navidad. En esta nota, el testimonio de santafesinos y santafesinas que viven o vivieron en el exterior y que relatan los rituales que acompañan la llegada del nuevo año.

Entre tambores y las 12 uvas

TEXTOS. ARACELI B. RETAMOSO (*). FOTOS. ESTHER POLITIS.

Cuando Américo Vespucio vio las chozas nativas de los indígenas añú, construidas sobre pilares a lo largo de las costas del Lago Maracaibo, llamó a este territorio Venezziola, la Pequeña Venezia. Y lo llamó asi sin saber que con ese nombre no sólo estaba bautizando un país, sino presagiando, preescribiendo la “personalidad cultural” del mismo.

Porque Venezuela es eso: una mixtura explícita entre lo aborigen, lo español y lo afro. Sus vestidos, su música y sobre todo la gastronomía venenzolana no olvida los orígenes, ni los legados de los que llegaron después.

Estas fiestas católicas no son la excepción.

Es la época de encuentro con primos, tíos, hermanos, sobrinos, abuelos; se viaja de todo el país para que eso suceda. Para los que hoy viven en Caracas, si vienen del interior, regresan a “casa”, a sus ciudades natales, porque no se puede no estar con la familia, es un placer y un deber.

Desde finales del penúltimo mes del año, los bazares navideños invaden la ciudad. ¿Qué son? Son sitios que se abren generalmente antes del 18 de noviembre -Fiesta de la Virgen de la Chiquinquirá (alias la Chinita), patrona del Zulia, el estado petrolero y fecha en la que muchos arman su árbol-, sólo para vender adornos, novedades o abetos reales y lo que haga falta para que la casa sea tomada por el espíritu de la Navidad.

Las gaitas, típica música de Navidad, invaden las radios, los comercios; todo suena a gaita desde noviembre.

Se reparten papelitos de “amigos invisibles” y ya la segunda semana de diciembre casi todos los grupos de amigos han disfrutado de sus ceremonias de intercambio de regalos. Las empresas agasajan al Niño Grande de sus empleados y el 21 el teléfono se atiborra de llamadas y mensajes por eso del “Espíritu de la Navidad”, un día en el que se refuerza todo el tema “mágico-religioso” donde se escriben deseos y se abre la puerta en la noche para que entre en tu casa ese “espíritu”. Inclusive hay gente que decide “recibirlo” juntos; entonces se reúnen en casas ese día. Todo esto es de gran sensibilidad en el estado de ánimo de los venezolanos en estas fechas.

La Misa de Gallo del 24 ocurre a la medianoche, nunca antes. El nene duerme y ya se cenó, pero las familias concurren en manada a la parroquia a esperar el nacimiento de Jesús.

DE RUMBA Y DE RITUALES

De las dos fiestas grandes de diciembre, Navidad es la de la familia y el encuentro. Fin de Año es la de las vacaciones y “la rumba”. Ya no está el compromiso con la familia de modo que te remites a la familia nuclear. Ya los amigos preparan sus “farras”, donde van a “amanecer”; se desplaza la casa por el lugar nocturno. Y ahí todo se llena, por todo el país: es la rumba, con los mejores fuegos artificiales, es bailar gaitas, bailar salsa, dance, cualquier ”vaina” a medida que avanzan los tragos, hasta amanecer.

En muchos pueblos del interior, la gente se reúne en las plazas a bailar, escuchar y ver tambores, un baile típicamente africano, en el cual los golpes de tambor casi siempre monorrítmicos son acompañados de un baile entre un hombre y una mujer que simula una seducción.

Ver un espectáculo de tambores es casi entrar en la intimidad de un pueblo caribeño que golpea el parche atrayendo a sus propios dioses, ex esclavos que conviven con sus conquistadores y con los auténticos dueños de la tierra, los indígenas y sus descendientes. En completa armonía, contaminándose en el decir del canario Pedro Guerra, con sus ojos y con sus bailes. Porque en este país bendito, no hay viejos rencores a la hora de la alegría de diciembre, así como el mar tibio y azul que lava las costas del norte, parece que todo lo que no eran labios que anunciaban besos, se hubiera ido hace mucho tiempo con la marea.

Y se celebra. Los del barrio antiguo con los del barrio nuevo. Contaminados, mezclados en toda lo que exprese la cultura. Y bajo la rama del otro, cuando baja la temperatura, hay abrigo.

Seguramente.

LO DIFERENTE

- Los rituales y las supersticiones: los venezolanos buscan dar significado a todo, dan importancia enorme a los rituales y las creencias. Así, comen en el primer minuto 12 uvas para la abundancia, andan casi toda la noche del 31 arrastrando una valija para que eso les traiga muchos viajes en el año que se inicia y no dejan de comprarse la bombacha (pantaleta, dicen ellos) amarilla para la felicidad.

- El clima: fin de año es la época más fresca del año. En Caracas, la eterna primavera, cambia un poco para transformarse en un “principio de otoño” que allí se queda, en el principio, porque nunca baja la temperatura a menos de 20 grados, pero se hace obligatorio salir con la campera.

- La calle: dicen que en Caracas hay cuatro “carros” por familia. Ahora imagínese, querido lector, todos esos autos a la vez, en la calle comprando cosas. Viviendo allí, salir después del 15 de diciembre a la calle era perder el día en el tráfico. Y no exagero.

- La comida: es siempre la misma. No varía en las navidades. La mesa es la muestra clara de sus costumbres y mezclas culturales.

LOS PLATOS TÍPICOS

- La hallaca o hayaca: es la muestra clara del mestizaje venezolano. Es un pastel, parecido al tamal mejicano, hecho con harina de maíz, coloreada con onoto y rellena con un guiso de carne, pollo o cerdo cortados a mano, porotos, pimiento, pasas, aceitunas... y envuelto con hojas de plátano atadas con un piolín. “Cada ingrediente tiene sus raíces: la hoja de plátano, usada tanto por el negro africano como por el indio americano, es el envoltorio que la cobija; al descubrirla, traemos al presente nuestro pasado indígena, pues la masa de maíz coloreada con onoto es la que nos recibe con su esplendoroso color amarillo. Luego, en su interior se deja apreciar la llegada de los españoles a estas tierras, carnes de gallina, cerdo y res, aceitunas, alcaparras, pasas... todo picado finamente, guisado y distribuido se hace parte de un manjar exquisito. Sus ingredientes, todos partes de diferentes raíces, se complementan armoniosamente en la hallaca, expresión del mestizaje y colorido del que es parte nuestro pueblo”, indica el portal turístico Venezuela Tuya.

La palabra “Hallaca” proviene del guaraní y deriva de la palabra “ayúa” ó “ayuar” que significa mezclar o revolver; de estas palabras se presume que “ayuaca” sea una cosa mezclada, que por deformación lingüística pasó a llamarse “ayaca”. Otra versión presume que la palabra procede de alguna lengua aborigen del occidente del país, cuyo significado es “envoltorio” ó “bojote”.

- El pan de jamón: compañero inseparable de la hallaca en las noches decembrinas venezonalanas. Un pionono relleno de jamón, tocineta (panceta), pasas y aceitunas verdes (por lo general, rellenas con pimiento rojo).

- La ensalada de gallina: nuestra mayonesa de ave, pero con trocitos de manzana.

- El dulce de lechoza: un manjar hecho con esta fruta, que nace del papayo y que tiene grandes propiedades digestivas.

- El ponche crema: es una bebida dulce y cremosa. Se compone de leche, huevos, azúcar y ron, aromatizado con vainilla y nuez moscada en algunos casos.

(*) Periodista y consultora en Recursos Humanos.


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Cada calle venezolana muestra sus colores. Foto. Esther Politis.

Un encanto especial

TEXTOS. MARÍA ANDREA RIVERA (*)

Una de las cosas que más me sorprendió desde que estoy viviendo en Italia es todo el tiempo de preparación de la Navidad, que finaliza con La Befana (Día de Reyes). El aire que se respira con los hogares encendidos de las casas y algún que otro copo de nieve (depende de los años y del cambio climático) le dan un encanto especial a la Navidad en estas latitudes. En los días anteriores hay muchos coros que hacen canciones tipo Gospel.

Solía haber (ahora se ven menos) los denominados zampognari, que son músicos que tocan la zampogna (instrumento musical parecido a la cornamusa), entonando cantos navideños en las calles, casa por casa. Otra tradición son los Mercatini di Natale (mercados de Navidad), que se organizan en muchas regiones de Italia especialmente en las del norte, que son como los del norte de Europa.

Se respeta un dicho que se escucha para estas fechas: “Natale con i tuoi, Capodanno con chi vuoi”, que significa que la Navidad es una oportunidad para festejar en familia y el Año Nuevo con quien quieras aunque, en general, es en pareja o con amigos.

Muchas familias que tienen sus orígenes en el sur de Italia festejan la Nochebuena (24 de diciembre) con una cena y los del norte lo hacen el 25 de diciembre, con un almuerzo. Sin embargo, en toda Italia es día de fiesta el 26 de diciembre también, porque se recuerda a Santo Stefano, el primer mártir.

Después de la cena, se reparten los regalos y luego se va a Misa. El menú de “la Vigilia” -como llaman a la Nochebuena- es en general a base de pescado. El desayuno con chocolate caliente y panettone (pan dulce). En tanto, el menú del almuerzo de Navidad es a base de ravioli in brodo (ravioles con caldo) y cappone (pollo castrado).

La noche del 31 de diciembre se acostumbra juntarse con amigos y los que deciden quedarse en casa encienden la tele y hacen la cuenta regresiva de los minutos que faltan para comenzar el año nuevo, siguiendo un programa de televisión que transmite los festejos. En este caso, el plato típico es el cotechino e lenticchie, una especie de guiso de lentejas con chorizo hervido. Se come el 31, después de medianoche, y simboliza el pedido de que el año que está por comenzar llegue con abundancia.

Mientras tanto, en las plazas de las ciudades italianas más importantes hay recitales que congregan a miles de personas y en las de las ciudades más chicas, la “Pro-loco” (organización que se encarga de promover el turismo) festeja compartiendo panettone y vin brulè (vino con especias, caliente) con todo el que se quiera acercar.

Por último, La Befana -que se festeja el 6 de enero- trae una media de lana llena de caramelos para los niños que se portaron bien y llena de carbón para los que se portaron no tan bien o mal. Después del almuerzo en familia se juega a la “Tombola”, que es el juego de la lotería.

(*) Vive en Milán, Italia, desde hace 11 años.

CARACAS SE ILUMINA AL RITMO DE LAS LUCES DE LOS ENORMES ARBOLES CALLEJEROS.JPG

Caracas se ilumina al ritmo de las luces de los enormes árboles. Foto. Esther Politis.

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Un árbol gigante en uno de los centros comerciales de Milán.


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Luces frente a la Catedral de Milán.


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En Málaga, la iluminación que engalana sus calles se inauguró el 26 de noviembre.

La alegría de un pueblo

TEXTOs. ANA MARIA ZANCADA (*)

La Navidad es una época de tradiciones que Málaga, afecta a las celebraciones, no pasa por alto. La característica del malagueño es exteriorizar en gran forma todos sus sentimientos y tal como ocurre en Semana Santa, es la ciudad toda la que celebra.

Este año, ya el 26 de noviembre se inauguró la preciosa decoración que engalana sus calles. Miles de bombillas eléctricas de distintos colores atraviesan la Alameda y la calle Larios, paqueta peatonal que corona la fiesta con un gigantesco árbol de Navidad de varios metros levantado en la Plaza de la Constitución, centro obligado del paseo turístico. Los enormes árboles de la Alameda están, a su vez, iluminados en sus rugosos troncos, los mismos que, silenciosos, ven pasar a Cristo crucificado en Semana Santa. Y comenzando el paseo de la peatonal el tradicional pesebre floral del Ayuntamiento, en tamaño natural, verdadera demostración de destreza e imaginación.

No faltan en cada plazoleta o frontispicio de los principales comercios y edificios públicos los motivos navideños bordados en iluminación de colores, sin olvidar el concurso de escaparates navideños.

El certamen de belenes, pesebres para nosotros, también es todo un acontecimiento. El más grande es el del Ayuntamiento, que ocupa todo un salón, con gran despliegue de personajes, engranajes mecánicos que mueven a los distintos integrantes del conjunto o hacen correr el agua de los arroyos, a la vez que los villancicos, acompañan suavemente para ponernos en clima.

Porque ese es otro detalle que no puede faltar en estos días: la música, presente en todos los locales comerciales, incluso en altavoces en los principales paseos. Y, por supuesto, los conciertos navideños en los teatros y en los escenarios levantados en las calles.

El Teatro Cervantes, Centro Cultural de Calle Ollerías, principal teatro de la Costa del Sol, ofrecerá para estas fiestas su gran concierto de gala. Será el próximo 4 de enero a cargo de la Strauss Festival Orchestra, con la dirección del maestro Hristo Ignator, y repertorio con la música de la Viena Imperial.

En la noche del 24, la familia celebra con la mesa puesta con todas las exquisiteces que hemos heredado y que allá sí se justifican, ya que no tienen que soportar los rigores de un caluroso verano como nosotros. Y a medianoche, la tradicional Misa del Gallo.

La Navidad es fiesta de regalos y recogimiento en familia. No así el Año Nuevo o Nochevieja, como ellos la llaman. Pero antes, el 28 de diciembre, coincidiendo con la celebración de los Santos Inocentes, tiene lugar en el Barrio del Puerto de la Torre una de las fiestas más conocidas: la Fiesta de los Verdiales. Se cree que tiene origen morisco, o tal vez un poco más atrás en el tiempo. De los montes de Málaga acuden durante todo el día para interpretar música típicamente malagueña. Dicen que en su origen tocaban juntos para recolectar a favor de los que estaban presos y eran inocentes. En Málaga se impuso desde el año 1961, en que culmina la semana que vienen actuando en sus lugares de origen para reunirse finalmente en la ciudad. La fiesta propiamente dicha consistirá en una competencia en la que el vencedor será aquel que consiga que la banda rival pierda el compás. Es una sana competencia que, una vez más, pone de manifiesto la alegría de este pueblo extraordinario.

LA NOCHE VIEJA

Y esta sí que es una fiesta que nadie quiere perderse. Estamos ya en el día 31 a la noche. La cena es más bien temprano, porque hay que ir a la Plaza de la Constitución. Bien abrigados, con un bolso donde cargar copas y demás enseres, toda Málaga se traslada a calle Larios. Todo es alegría. Llegados al punto de reunión al pie del gigantesco árbol profusamente iluminado, ya en el enorme escenario que todos los años levanta el Ayuntamiento, se va congregando el público para esperar la medianoche. Nadie se queda en casa. ¡Hay que festejar! Los grupos musicales se suceden en el escenario, se reparte gratuitamente cotillón y el pequeño envase con las doce uvas tradicionales que habrá que ingerirse a medida que vayan tocando las doce campanadas. Y allí nos encontramos con el mundo turístico que no quiere perderse el festejo popular. Los sonidos de los diferentes idiomas llenan la plaza, junto con la música que va in crescendo a medida que nos acercamos a la medianoche. Se baila, se canta, hay grandes y chicos, te entiendas o no con el que tienes al lado; no hay barreras cuando se manifiesta la alegría de un pueblo que disfruta mostrando su hospitalidad. Europeos rubios y morochos, morenos de África, americanos, asiáticos, somos todos uno solo.

Y llega la medianoche, comienza el conteo regresivo. Todos listos para las campanadas que, a medida que suenen, significarán una uva que tiene que ser deglutida. Puedo asegurar que se necesita una buena preparación para completar las doce. Si se logra hacerlo, significa que será un buen año.

De todas formas, la ovación que sigue es euforizante. Las campanas de la “Manquita”, la hermosa catedral de Málaga, llamada así cariñosamente porque nunca se terminó de construir su segunda torre, acompaña también la algarabía general. La fiesta continuará hasta el amanecer en los boliches, discotecas, las tabernas, mientras que otro mundo de alto poder adquisitivo observa desde los balcones de los lujosos salones del primer piso del Hotel Larios.

Aquí abajo, el pueblo festeja ruidosamente un año que fenece con sus crisis y sus miserias, y otro que comienza cargado de ilusiones e incertidumbres soterradas. Por unas horas, eso no importa. Málaga celebra olvidando sus problemas y la crisis del euro. El sol volverá a asomar iluminando los hermosos montes que la circundan, porque todavía falta la Epifanía, la fiesta de los niños, cuando los tres Reyes Magos lleguen desde el mar, cargando sus bolsas de juguetes y caramelos para el que se portó bien o un trozo de carbón para el díscolo y desobediente. Pero esa es otra historia.

(*) Perdiodista y escritora.


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Cada año, los bazares de Caracas muestran sus novedades. Foto. Esther Politis.


LOS PRIMEROS EN CELEBRAR

TEXTOs. BELÉN LAZZARINI Y JAVIER CANTERNA (*)

En Nueva Zelanda, para la llegada de un nuevo año es tradición reunirse con amigos. Los jóvenes viajan hasta la ciudad de Gisborne, situada en la Isla Norte sobre la costa del Pacifico. Por su ubicación geográfica es el primer lugar en el mundo en apreciar los rayos del sol del primer día del nuevo año.

Los festejos comienzan al atardecer del 31 en la playa, con una tradicional barbeque (similar a nuestro asado ) y allí se espera la cuenta regresiva de medianoche para festejar el comienzo del nuevo año. Desde Argentina le enviamos un felíz 2012 a todos los neocelandeces.

(*) Ingenieros agrónomos. Vivieron dos años en Nueva Zelanda.

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Australia inaugura la cuenta regresiva hacia el nuevo año.


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La Catedral de Málaga suma sus campanadas a la algarabía general.