Crónica política

“El simulacro”


Rogelio Alaniz

“La historia es increíble, pero ocurrió”. Jorge Luis Borges

“El simulacro”

Evita y Cristina.

El 2011 no termina bien. Para nadie. Ni para el gobierno ni para la sociedad. No es el pasado el que nos agobia sino las señales del futuro. El 2011 quedó atrás, pero 2012 todavía no ha llegado. Moyano le teme; también le temen algunos gobernadores. El intendente radical de la ciudad de Córdoba ha dicho que tal vez no pueda pagar los sueldos.

La libertad de prensa nunca ha estado tan amenazada. Desde los tiempos de Apold y Visca no se conoce una ofensiva tan dura y decidida contra los diarios. La tarea que en 1950 cumplió la Alianza Libertadora Nacionalista, en estos días la cumplen “la Cámpora” y “6,7 y 8”. En el peronismo, se sabe, la derecha y la izquierda siempre han sido categorías canjeables,. El canje a veces se ha pagado con sangre, pero esa es otra historia.

No todo es malo en el inventario oficial. La señora adquirió en estos días un departamento en Puerto Madero valuado en nueve millones de pesos. A Feinmann esa noticia lo inquietó, pero luego resolvió sus tribulaciones echándole la culpa de todos los males a los periodistas que le hacen zancadillas o a las corporaciones mediáticas que pierden el sueño por él. Un caso notable de coraje intelectual.

La salud de la presidente no es una buena noticia. Tampoco son buenas las noticias que llegan de Santa Cruz. Las señales y los símbolos no constituyen la totalidad de la política, pero en más de un caso la anticipan. El ajuste en Santa Cruz prefigura futuros ajustes en la Nación. También posibles rebeliones. Tal vez no sea casualidad que los estallidos sociales se produzcan en la provincia donde los Kirchner iniciaron su travesía política y aprendieron a ejercer el poder.

Santa Cruz no es una anécdota en la biografía de la pareja. Todo lo que saben de política, lo adquirieron allí. A los Kirchner es imposible pensarlos al margen de Santa Cruz, del mismo modo que a Menem es imposible imaginarlo en otra provincia que no sea La Rioja. En todos los casos se trata de una relación geográfica, pero sobre todo una relación de poder. Una relación de poder forjada en la tradición peronista.

Es esa relación la que precisamente parece ponerse a prueba en estos días con una nueva vuelta de tuerca: la presidente tiene cáncer. Los pronósticos son buenos, pero con el cáncer nunca se sabe. Por lo pronto, la señora eligió afrontar con coraje su enfermedad dándole nombre propio. Fue el primer paso. El segundo ya está presente en los recientes discursos: ella está sola, vestida de negro y con su enfermedad. Está sola, pero decidida a continuar con su obra; las dificultades no provienen de los dioses, sino de sus esfuerzos por hacerse cargo de su destino, de su destino inescrutable, como le gustaba decir a Isabelita, la otra gran viuda del peronismo.

La tragedia, desde los griegos a a la fecha, fue siempre una relación entre el poder, la ambición y la muerte. Desde Antígona a Macbeth, desde Edipo al Rey Lear, desde Casandra a Hamlet. La tragedia reclama una sola condición para expresarse: que el poder esté concentrado, que el poder dependa de una persona o de una familia. Los Borgia, los Borbones o los Romanov.

La república democrática carece de tragedia porque allí el poder tiende a despersonalizarse. Para que haya tragedia en un orden republicano es necesario que el poder se personalice, se descontrole o se transforme en una saga individual. Es decir, es necesario que deje de ser republicano. La racionalidad debe ser desplazada por la pasión; se trata de conmover y sensibilizar. El desplazamiento hacia lo cursi y sensiblero suele ser inevitable y, además, deseable por los efectos políticos que provoca. La tragedia es austera, rigurosa, ascética; su simulacro -en la historia- suele ser efusivo, desopilante, manipulable.

Una historia posible del peronismo puede escribirse desde ese lugar. Desde el lugar de la tragedia con sus componentes clásicos: la realidad, las simulaciones y los simulacros. “El simulacro”, se llama precisamente un texto escrito por Borges para referirse a estos operativos destinados a “conmover el crédulo amor de los arrabales”.

El velorio de Evita se despliega en otros escenarios, con otra gente y en otro tiempo. Pero fue monumental, desbordante. “La historia es increíble, pero ocurrió -dice Borges- y acaso no una sino muchas veces, con distintos actores y con diferencias locales”. Borges de alguna manera se anticipa a los hechos, los prefigura.

La muerte de Evita fue trágica por diversos motivos. La pasión, el poder y la agonía constituye un libreto eficaz que en lugar de representarse en el teatro o el cine se representa en el gran escenario de la historia. Allí reside uno de los problemas. A la tragedia, en el cine o en el teatro la disfrutamos; en la historia la padecemos. La diferencia no es menor. La tragedia en el cine o en el teatro posee virtudes estéticas; en la historia, la tragedia pretende ser estetizada no por sus virtudes intrínsecas sino por las maniobras tejidas desde el poder que transforma al dolor y la pena en un dispositivo para cautivar el corazón de las masas.

La muerte de Evita, la muerte de Perón, la muerte de Kirchner constituyen la saga trágica del peronismo. No es la única, pero es una de las más significativas. En todos los casos, los hechos son reales, las elaboraciones políticas que de allí se tramaron, no. Los hechos pertenecen a la realidad, la elaboración política pertenece al campo de la ficción o, para ser más precisos, al campo del poder.

El viudo de 1952 derivó en la viuda de 2010. Néstor no es Evita y Cristina no es Perón. Hay diferencias de tono, de escenario y de interpretación, pero el dispositivo trágico es similar. Perón hablaba en nombre de Evita como Ella habla en nombre de Él. Los funerales de 2010 no son los de 1952. Las lágrimas de aquel 26 de julio es probable que hayan sido más sinceras y más caudalosas, pero la diferencia fue sustituida por los operativos mediáticos. A Alejandro Apold lo sucedió Fuerza Bruta.

Apold cambió en algunos minutos la hora en que Evita pasó a la inmortalidad; Fuerza Bruta produjo innovaciones técnicas con el objetivo de producir los mismos efectos. En 1952 no era necesario simular o falsear la realidad; en 2010 algunos retoques eran imprescindibles. El objetivo político siempre fue el mismo, pero lo que en 1952 fue inspiración e improvisación, en 2010 fue simulacro

La muerte de Él dio nacimiento a la viuda vestida de riguroso negro, con sus lágrimas oportunas, sus sonrisas adecuadas y su implacable voluntad de poder. Si Él escribió el primer capítulo del drama, la enfermedad empieza escribir el segundo. Es un capítulo incompleto, con final abierto pero previsible. La enfermedad se inscribe en su cuerpo, pero también en el relato. Más allá de esos desenlaces, las posibles escrituras están prefiguradas. Como dice Borges a modo de conclusión: “En ella está la cifra de una época irreal y es como el reflejo de un sueño o un drama en el drama que se ve en Hamlet”.

 

“El simulacro”