“Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio”

El sabor de la aventura

“Las aventuras de Tintín: el secreto  del Unicornio”

El capitán Haddock, Milú y Tintín, escondidos de los hombres del villano Sakharine, con el que pugnarán por un mentado tesoro. Foto: Gentileza Paramount Pictures

Por Ignacio Andrés Amarillo

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Se dice que Steven Spielberg empezó a interesarse por Tintín, el personaje creado por el historietista belga Hergé (Georges Prosper Remi), cuando alguien le comparó las andanzas del chico del jopo con las películas de Indiana Jones. Quizás por eso, Spielberg planteó esta adaptación como una explosión de pura acción y aventura combinada con humor, al mejor estilo de los filmes que dedicó al arqueólogo del sombrero. Si en aquéllos, su compañero y soporte creativo (especialmente en el campo de los efectos especiales, a través de la compañía Industrial Light & Magic), aquí esa función la cumple Peter Jackson, quien funge aquí como productor (y cabeza de Weta Digital), lo que lo confirma en algún punto como “el Lucas del nuevo milenio”.

La otra diferencia es que el filme se realizó con la revolucionaria técnica de motion capture, el reconocimiento corporal y facial que permite reconstruir los movimientos y gestos de un actor real en un personaje generado digitalmente (la que fuera estrenada en el Gollum de El Señor de los Anillos” y luego explotada en filmes como “King Kong”, “El Planeta de los Simios: (R)Evolución” (en los tres casos, a través del cuerpo del actor Andy Serkis), y muy especialmente en “Avatar”).

Así, un destacado elenco de actores se encarga de darle vida a un grupo de personajes que están a medio camino entre la animación digital hiperrealista (¿alguien se acuerda del filme de “Final Fantasy”?) y la estética que Hergé le asignó a sus creaciones, a través de su línea clara y sus colores brillantes.

Desgraciadamente, Cinemark sólo proyecta la versión en castellano, por lo que se pierden las voces originales. De todos modos, se puede apreciar la gestualidad de los actores detrás de las máscaras digitales. Entre ellos, Jamie Bell, como un Tintín más adulto que el niñajo gestado por Hergé (tributado en la escena inicial del metraje); Daniel Craig, como Sakharine; Rackham, el Rojo, y el ya mencionado Serkis como el borrachín capitán Archibald Haddock (y su ancestro Sir Francis).

Por lo demás, el desarrollo digital está puesto a generar escenarios increíbles en los que se desarrollan trepidantes escenas, con un departamento dedicado a la generación de las muy necesarias escenas acuáticas (los algoritmos que reproducen los movimientos del líquido siempre fueron un quebradero de cabeza para los animadores digitales).

Acción pura

Y decir trepidantes es poco. El guión no da respiro, y si uno pestañea mucho es probable que se pierda alguna información. Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish hicieron una síntesis de los álbumes “El secreto del Unicornio”, “El cangrejo de las pinzas de oro” y “El tesoro de Rackham el Rojo”, a los que Spielberg les imprimió aquel ritmo de Indiana Jones, con aquellos peligros mortales de los que se salía para entrar en otro, para luego emprender una nueva travesía.

La historia comienza cuando el joven periodista Tintín compra en un mercado de antigüedades (de esos que a Woody Allen le encantó mostrar en Medianoche en París) el modelo del Unicornio, un galeón antiguo. Inmediatamente, un hombre llamado Sakharine intenta comprárselo sin éxito.

Más tarde ese barquito le será robado, aunque el secreto que esconde quedó en la casa del muchacho tras un accidente doméstico provocado por su Fox Terrier Milú (que por lo demás es el perro más inteligente del mundo, y más ingenioso que varios humanos). Luego vendrán más ataques en busca del secreto, que finalmente Tintín descubre: un tubo con un pergamino que habla de un viejo tesoro.

Secuestrado en un barco por Sakharine, el joven conocerá al capitán Haddock, un alcohólico marino descendiente de Sir Francis Haddock, quien fuera capitán del mítico Unicornio. Juntos, escaparán y comenzarán una carrera por conseguir los otros pergaminos que completan la clave del tesoro, explicando también el hecho del pasado que explica el resentimiento del villano con el capitán.

Despliegue visual

La puesta visual es magnífica, con escenas memorables como la persecución del águila en el puerto de Grabbar (acción pura, con una nueva sorpresa cada dos segundos) y el relato de Haddock de la batalla de Sir Francis con el pirata Rakham el Rojo (mezclando pasado y presente). De ahí a los detalles, como transiciones mínimas (sobre las manos estrechadas aparecen dos camellos, las manos se convierten en dunas; un pie parece que va aplasta un barco, mientras el mar se convierte en un charco).

Por lo demás, está el mérito de lograr adaptar una franquicia clásica, conocida en todo el mundo desde hace décadas en un producto que la respete a la vez que la actualice y realce los puntos que la hicieron atractiva; más aún cuando se trata de un cómic (una bande dessinée, dirían los francófonos), cuyo estatismo no siempre salta bien al movimiento. Así hasta los imposibles detectives Hernández y Fernández (Dupond y Dupont en el original) funcionan en la pantalla.

Por todo ello, el producto final es excelente: por su factura, y por consumar el logro “en su propia ley”: contar una historia de aventuras que seguramente hubiera sido del agrado del creador del personaje. Spielberg es fiel a Hergé, y es fiel a Spielberg: el chico del jopito rojo y el pulóver azul y el arqueólogo de la fedora se dan la mano.

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EXCELENTE

“Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio”

“The adventures of Tintin”, (Estados Unidos-Nueva Zelanda, 2011). Dirección: Steven Spielberg. Guión: Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish, basado en la historieta de Hergé. Música: John Williams. Edición: Michael Kahn. Dirección de arte: Andrew L. Jones y Jeff Wisniewski. Elenco: Jamie Bell, Andy Serkis, Daniel Craig, Simon Pegg, Nick Frost, Gad Emaleh, Toby Jones, Joe Starr, Cary Elwes. Duración: 107 minutos. Apta para todo público. Se exhibe en Cinemark.