entrevista al pianista guillermo di pietro

Como rescatar el amor adolescente

En los últimos años, el joven músico lanzó tres discos versionando clásicos de Spinetta, García y Páez. Su proyecto “Variaciones” propone una lectura novedosa, desde el jazz y la música clásica, de compositores de la música nacional. Aquí, describe el proceso de “rescate e investigación” de la obra de los músicos aludidos.

adolescente Como rescatar el amor

“Variaciones” es un proyecto de investigación y producción musical en formato solo piano que gira en torno al repertorio de compositores argentinos contemporáneos de música popular, explica Di Pietro.

Foto: GENTILEZA PRODUCCIÓN

 

Estanislao Giménez Corte

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Un día cualquiera, en una web cualquiera, por un impulso cualquiera, escuché una versión del clásico de Almendra “Para ir” (de Spinetta, claro). Se trataba de una versión para piano solo -sentida, hermosa, íntima- que hizo que redescubriera esa canción, un poco distante en la memoria. “Qué belleza”, pensé para mis adentros. Supe entonces que un joven cordobés, de formación clásica, de corte o gusto jazzero, llamado Guillermo Di Pietro, había lanzado en ese momento -2007- un disco de versiones de clásicos del Flaco. Conseguí el disco y confirmé, como si hiciera falta, lo que siempre se supo: pero no sólo el talento como autor de Spinetta, sino la novedad de Di Pietro, que rescataba y exponía esa novedad, esa “lectura” clásica, y que había encontrado allí la base de lo que él denomina su proyecto: las Variaciones. Dos años después lanzó, con igual resultado, “Desarma y sangra”, donde muestra versiones de Charly García. Y el año pasado hizo lo propio con Fito Páez, en un álbum que lleva por título “Ríos que dan al mar”. Lo que sigue es su testimonio.

-¿Cómo se origina, en 2006, el proyecto “Variaciones”, en el que presentás versiones de piano solo de grandes canciones de Spinetta, García y Páez?

-Se da en un momento de crisis personal con la música. Estaba terminando de cursar formalmente en el Conservatorio, había estudiado de manera particular con reconocidos profesores, había formado parte de proyectos musicales que sonaban más o menos bien, pero no me reflejaba. Por un lado, tenía mucha información acumulada y, por otro lado, la música que hacía no me gustaba. A su vez, en esa época, había dejado de tocar el piano porque me había cansado de tanto estudiar. Estuve dos años sin tocar. Solamente me acercaba al instrumento para hacer trabajos de composición. Cuando tuve la necesidad de volver a tocar y reencontrarme con lo musical, recurrí a mis amores adolescentes, a la música que escuchaba cuando quise ser músico.

-Vos tenés formación clásica, el interés en esas canciones ¿viene del gusto personal, viene de una suerte de deuda de parte de los músicos clásicos al talento compositivo de estos autores, viene de un interés personal para trasladar esas canciones a otro formato o registro?

-Estas músicas están muy ligadas a mi parte emocional y afectiva. Con mis trabajos no pretendo elevar a estos compositores a un nivel superior. No lo necesitan. Son geniales así como están. Soy un músico que toca el piano, estas son parte de las canciones con las que me crié y hago música con eso. Si bien me costó llegar a esa idea, hoy la veo como muy natural. Y digo que me costó porque me pasó que la academia me hizo extraviar un poco del nervio central por el cual había querido ser músico. Incluso dentro del campo de la música popular, hasta hace muy poco el rock seguía siendo mala palabra. Recién ahora se está empezando a legitimar por fuera del género. Y eso tiene que ver, entre muchas otras cosas, con que músicos de diferentes géneros utilizan a estos compositores para hacer música.

-¿De qué manera resolviste la elección de las canciones? Entiendo que debe haber sido complicado en virtud de la dilatada obra de los dos primeros, y la muy importante del tercero?

-En los tres casos trabajé de una manera similar: escuché todos los discos de cada artista, fui haciendo una lista de las canciones que me gustaban y que me parecían que podían ser buenos puntos de partida para elaborar las músicas. Después, probaba en el piano algunas ideas y si veía que podía funcionar, las transcribía en papel y la comenzaba a reelaborar. Muchas quedaban truncas a mitad de camino y otras tomaban vuelo y me permitían seguir desarrollando. En definitiva, quedaron las que, para mi gusto, mejor reflejaban qué había querido hacer, las que escuchaba que había un nervio que las hacía atractivas. De todas maneras, podría hacer un disco más de cada uno de ellos, sus repertorios son extraordinarios y muy estimulantes. Mi recorte fue muy escueto y subjetivo.

CANCIONES TAN GENEROSAS

-¿Cuál fue la mayor dificultad para hacer esa traslación? Qué “descubrimientos” o hallazgos podés mencionarnos?

-Las mayores dificultades son, siempre, mis propias limitaciones. En ese sentido estas canciones son tan generosas, tan estimulantes que, si hay dificultades, son las mías. No sé si son descubrimientos pero sí me pasó que cuando terminé cada disco tuve en claro cómo compone cada uno de estos músicos. Cada disco me llevó dos años de realización, entonces estuve en contacto ese tiempo con la obra de cada compositor y me permitió profundizar. Spinetta aparecía con sus acordes aparentemente inconexos y preciosas melodías por fuera de lo común; Charly, con su aparente simplicidad pero de una gran profundidad; y Fito es extraordinario en sus amplias melodías, su incorporación de lo folklórico, su enciclopedia musical aplicada a su obra, su manera de incorporar el pasado musical a su obra. Es nuestro Caetano Veloso.

-¿Has tenido la posibilidad de contactarte o de recibir algún tipo de comentario de Charly, Spinetta o de Fito?

-A Spinetta y a Charly se los hice llegar por terceros y quedó todo ahí. Fito, cuando se enteró hace poco del proyecto, me escribió para decirme que le gustaría escuchar los discos. Se los mandé y después me escribió un precioso mail sobre lo que le habían parecido los tres discos. Cuando vino a tocar a Córdoba, hace un par de meses, nos encontramos, tuvo la gentileza de dedicarme públicamente en el medio del concierto su set de solo piano, y después me invitó a charlar a su camarín. Yo no paraba de abrazarlo y decirle “gracias, Fito, gracias”. Una generosidad enorme. Por supuesto que esa noche no pude dormir.

-¿Cuál es la versión más lograda de los tres discos, según tu propio criterio?

-No podría responder con exactitud eso. Estoy demasiado involucrado y todavía no pasó tanto tiempo para tomar suficiente distancia. Todas las canciones grabadas son las que pasaron un filtro muy grande, entonces, esas, para mí, son buenas. Seguramente hay algunas más logradas que otras, pero todas tienen un piso aceptable. Seguramente con el paso del tiempo podré elegir dos o tres que sean la síntesis de mi trabajo.

-¿Cuál es el próximo paso de este proyecto?

-Desde que comencé es la primera vez que estoy cerca de eso que es la “página en blanco”. En los casos anteriores cuando terminaba uno más o menos sabía qué iba a hacer después. Con el disco sobre Fito cierro una etapa. Ahora tengo que ver cómo sigue. Tengo ideas pero muy difusas todavía, nada cercano a un proyecto ya definido. De todas maneras, me costaría dejar a estos autores de lado. Me gustaría seguir profundizando en sus músicas.

-¿Es correcto decir que las obras tomadas de los autores se leen desde el jazz?

-Sí, totalmente. El jazz junto con lo clásico son los dos pilares de mi formación. Aún así hago la salvedad de que lo que suena no es exactamente jazz. Me baso en el concepto jazz (eso de tomar como punto de partida las canciones populares para luego reelaborarlas) pero lo que se escucha no es jazz. Hay improvisaciones, armonías y cierto aire de piano cercano a los discos de jazz. El jazz es como el telón de fondo sobre el cual plasmo la música. En ella aparece la música clásica, el rock, el tango y también, claro, el jazz. Dentro de los rubros establecidos por la industria, yo no sabría cómo etiquetar lo que hago musicalmente.

A FUTURO

-¿Qué otros elementos incluye el proyecto, en el sentido de la investigación; en la obra de qué otros músicos estás interesado?

-Además de la edición de los discos, el proyecto incluye editar los arreglos de piano en libros al estilo de los songbooks, pero hasta ahora fue imposible porque no consigo los permisos de edición que están en manos de las compañías discográficas. No autorizan a editar los arreglos, pero tampoco ellos editan el material original ni nada por el estilo. No hacen nada porque seguramente no les retribuye económicamente. Tendría que haber alguna ley que además de darles derechos empresariales, también les den obligaciones como la poner el catálogo (de grabaciones, de partituras, etc) a disposición de todos ya que lo que ellos tienen es, principalmente, un bien cultural. En ese sentido hay un vacío que se podría llenar y que sería muy bueno para la circulación de la obra de estos compositores.

-La crítica especializada en general ha sido muy elogiosa ¿tomás en cuenta esas lecturas de tus discos?

-Sí, son devoluciones, y recomendaciones públicas que hacen de los discos. En general, me pasó que las críticas que hicieron, aún las que ponían algunos reparos en ciertos aspectos, reflejaban lo que intenté hacer. Entonces, en ese sentido, uno de los objetivos está cumplido, que es el de transmitir una idea. En definitiva, y más allá de la mirada personal, es probable que los discos terminen siendo lo que los otros dicen que son.

Por otro lado los medios han hecho visible el proyecto ya que de otra manera sería imposible darle circulación. En casos como éste, en donde no hay campañas de marketing por la salida de un disco, ni propaganda, ni nada, la única manera de hacer visible el proyecto es que la prensa le dedique un espacio y, es ese aspecto, el rol de la prensa para este tipo de producciones que no cuentan con el apoyo de una compañía multinacional resulta, sencillamente, determinante. Como esta nota que estamos haciendo ahora.

-¿Contás con algún apoyo de tipo institucional, oficial, empresarial?

-No, nada. Todo el proyecto está autofinanciado. Siempre tengo que pedir plata prestada para editar los discos.

Perfil

Guillermo Di Pietro nació en Marcos Juárez (Córdoba) en 1977. Entre los años 1996 y 2006 vivió en Capital Federal, donde estudió Piano, Armonía, Contrapunto, Arreglos e Improvisación con el profesor Juan Carlos Cirigliano.

Es egresado de la carrera de Composición del Conservatorio Superior de Música “Manuel de Falla”.

Desde 2006 desarrolla el proyecto “Variaciones”, trabajo de investigación y producción musical en torno a compositores provenientes de la música popular argentina. El eje del proyecto, según sus propias palabras, es “buscar puntos de contacto entre esta tradición y otras provenientes de distintas culturas populares y académicas”. Lleva editados tres discos: ”Variaciones sobre Spinetta” (2007), “Desarma y sangra. Variaciones sobre Charly García” (2009) y “Ríos que dan al mar. Variaciones sobre Fito Páez” (2011). Este último ha sido destacado entre las producciones discográficas de jazz más importantes del año por la Revista Ñ de Clarín.

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En la presentación de sus discos, el músico indica que hay “una mirada pianística que no fusiona sino que establece diálogos y cruces con diversos marcos sonoros -Chopin, Keith Jarrett, Bill Evans, Stravinsky, Béla Bartók-, sobre un repertorio que, concebido desde la música pop, invita a ser interpelado desde distintas tradiciones.

Fotos: GENTILEZA PRODUCCIÓN

/// opinión

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E.G.C.

La formación de los músicos académicos se ha contrapuesto tradicionalmente al talento intuitivo de los autodidactas. Lo maravilloso del arte es que, muy a menudo, músicos sin más formación que la autoinflingida han creado hermosas y grandes obras, mientras que músicos con gran formación se han vistos imposibilitados de semejante hallazgo; o han elegido el (complejísimo y arduo) trabajo de la interpretación.

Durante décadas, hemos absorbido las miradas punzantes entre folcloristas y tangueros, o la brecha con los puños llenos de recelos entre rockeros y clásicos, o la apostura pedante de los jazzeros frente a lo que sea. El cultivo de un género, su defensa acérrima y, sobre todo, la denostación de cualquier otro, parecían ser -hasta ayer nomás- las credenciales de presentación para que un músico cualquiera militara en un género determinado: una suerte de sello de pertenencia, un código cifrado. Desde hace un tiempo, bastante largo por cierto, esta tendencia parece haberse invertido. No sólo eso, sino que, como si se tratara de una actividad lúdica más que de cualquier otra cosa, y como en una suerte de dominó, ahora sucede que rockeros incorporan tangueros, que éstos convocan a artistas clásicos y a su vez éstos invitan a folcloristas, que a su vez hacen versiones libres del tal o cual estilo, registro o género. De tal forma, superados en parte los recalcitrantes preceptos o dogmas propios de cada género en sí, pareciesen haberse abierto las compuertas para una más relajada convivencia.

Para horror de los puristas, que los hay y tienen también sus sólidos argumentos, una especie de melange descontracturada parece haber definido los últimos tiempos, con resultados irregulares, que van del logro propio o en conjunto al desastre. El trabajo de Guillermo Di Pietro abre un campo por demás interesante: la lectura desde la música clásica o desde el jazz de obras de diferente extracción. La obra de artistas como Charly García, Fito Páez o Luis Alberto Spinetta fue, casi desde sus comienzos, idénticamente alabada, reconocida, elogiada, amén de sus erráticos caminos o de sus discos desparejos. Pero siempre parecieron vistos desde lejos, o desde lo alto, por el mundo de la música clásica.

La obra de Di Pietro parece funcionar como un pequeño homenaje de reivindicación a aquellas composiciones: una lectura que atraviesa la composición en sí y es asumida por el intérprete, dándole una fisonomía a veces diferente pero siguiendo el hallazgo creativo del autor. Despojadas de letra y voz, las creaciones de tres de los artistas más celebrados del panorama nacional suenan puras, bellas, como piezas mínimas sin irrupcción de artificio alguno, sumamente agradables al oído. Entonces sí, en estas pequeñas grandes versiones, sólo con la música presente -presente sólo el piano del intérprete-, uno se convence de cuánta estupidez hay en las rencillas de géneros, formaciones y demás nimiedades. Se entiende entonces que algo de razón alojaba aquella frase de la inventiva popular, que rezaba que menos importante que entender es ser capaz, sencillamente, de percibir la belleza.