Los problemas de la educación en la Argentina (V)

Desarrollar el pensamiento, un desafío para la escolaridad

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Todos podemos pensar. Dependerá de nuestras habilidades congénitas o adquiridas hacerlo mejor y/o más rápido. Foto: EFE

Alberto E. Cassano

Uno podría preguntarse si realmente es necesario aprender a pensar. Es seguro que algunas personas no necesitarán el aprendizaje formal. Lo traen en forma innata y es evidente que son una minoría. Uno puede imaginarse una situación similar diciendo que en la práctica todos somos capaces de correr. Ahora bien, si no somos un atleta de la República de Kenia y tratamos de correr una maratón, lo más probable es que si no nos entrenamos no pasaremos de los primeros dos o tres kilómetros. ¿Significa ello que el corredor africano no se entrena? No. Y esa será la diferencia con cualquiera de nosotros. Pero al menos, entrenándonos, aunque demoremos ocho horas podremos llegar a completar los 42195 metros. Lo mismo ocurrirá con las aptitudes para pensar. Algunos, con un menor de esfuerzo, por sus dotes naturales lo podrán hacer de manera excelente. Otros nos veríamos muy beneficiados si nos enseñaran a hacerlo. En otras palabras todos podemos pensar. Dependerá de nuestras habilidades congénitas o adquiridas hacerlo mejor y/o más rápido. Se le atribuye a Einstein haber dicho que “la educación es lo que queda después que nos olvidamos de todo lo que aprendimos en el colegio secundario”. Y se refería a que una vez adquiridas, las habilidades para pensar son lo que realmente queda con el correr del tiempo, cuando no recordamos los detalles menos relevantes.

El psicólogo estadounidense R. Nickerson, que trabaja en problemas de la memoria de largo plazo y la enseñanza de pensamiento crítico, dice que hay dos tipos de pensamiento: la búsqueda exploratoria que lleva a la formulación de una hipótesis y que constituye un procedimiento, inductivo, expansivo (divergente), abierto, informal, a veces difuso y muy creativo y el razonamiento lógico o de evaluación que es un procesamiento analítico, deductivo, riguroso, acotado, convergente, formal y crítico. Independientemente de las dotes naturales, ambos son enseñables. Y junto al conocimiento de los contenidos curriculares, deberían ser incorporados a los alumnos (estudiantes) a lo largo de la escolaridad por parte de los maestros y profesores que deberían ser capaces de transmitir las herramientas necesarias para poderlos aplicar.

La Asociación Profesional de Orientadores de Castilla-La Mancha propone que para enseñar a pensar se deben tener en cuenta cuatro aspectos fundamentales: (i) la solución de problemas que va desde la comprensión a la verificación del resultado, (ii) el desarrollo del pensamiento creativo que incluye diversas variantes del conocido torbellino de ideas en la búsqueda del pensamiento divergente, (iii) el razonamiento deductivo e inductivo, es decir la práctica de la inferencia y (iv) el conocimiento del propio conocimiento que cada uno posee, a lo que se refiere una de las definiciones de la metacognición.

Una de las formas más difundidas de aprender a pensar y no precisamente extremadamente moderna, es conocida como la Taxonomía de Bloom. Esta propuesta define metas cognitivas y las acompaña de sugerencias para aplicarlas que son relativamente fáciles de entender:

1.- Adquisición del conocimiento (contenidos): su objeto es poder definir o describir, identificando en cada caso: quién, cuándo, cuál, dónde o qué.

2.- Comprehensión del conocimiento: poder explicar con las propias palabras lo que se ha entendido del conocimiento adquirido. Aclarar, comparar, relatar, etc.

3.- Aplicación del conocimiento: para qué sirve, a dónde conduce, cómo se aplica, cómo se puede usar para resolver un problema, qué utilidad puede tener para demostrar algo.

4.- Análisis del conocimiento: cómo está formado, cuáles son las causas, el significado de las soluciones, las consecuencias. Es decir, un estudio crítico de lo que se tiene y se ha aprehendido o conseguido u obtenido.

5.- Síntesis: cómo podría ser diferente el resultado, qué otra cosa podría ser, que pasaría si, desarrollarlo, mejorarlo, agruparlo con otros, vincularlo con otros. Es decir una expansión creativa de lo que se ha aprehendido.

6.- Evaluación: juzgar y evaluar. Porqué se piensa de esa forma. Si hay un resultado: ¿Es o será exitoso?¿Es lo esperado?¿Qué se hubiera preferido que suceda? ¿Se cree que es correcto?

Las tres últimas formas son las que se consideran los órdenes superiores del pensamiento.

Se entiende que cuando se ha logrado hacer el análisis y la síntesis, el proceso de evaluación no genera mayores dificultades. De allí el énfasis que se debería poner en el proceso educativo sobre el pensamiento crítico y el pensamiento creativo. De acuerdo a las diferentes personalidades se podrá tener más potenciada una u otra forma de pensar, pero es imprescindible poder practicar ambas para poder decir que se ha aprendido a pensar. El psicólogo estadounidense T. Hurson dice que estas dos formas de pensar se pueden imaginar como si uno viajara en un kayak con dos paletas. Una representa el pensamiento creativo y la otra el crítico. Si se usa solamente una (sea el pensamiento creativo o el crítico) se terminaría navegando en círculos. La única forma de navegar hacia adelante es usar las dos al mismo tiempo.

El profesor de la Universidad de Missuori ha hecho una excelente distinción entre Pensamiento Crítico y Pensamiento Creativo:

El pensamiento crítico es:

Analítico

Convergente

Vertical

Analiza probabilidades

Emite juicios

Focaliza

Busca objetividad

Busca una respuesta

Es lineal

Razona

Sí, pero cuidado queà

Busca certezas

Usa el lado izquierdo del cerebro

En tanto, el pensamiento creativo es:

Fértil y original

Divergente

Lateral

Busca posibilidades

Deja en suspenso los juicios

Difunde

Es esencialmente subjetivo

Busca más de una respuesta

Es asociativo

Innova

Sí, pero también puede ser queà

Explora respuestas

Usa el lado derecho del cerebro

En resumen, cuando se sabe pensar, ante una dada situación (un problema) se debe analizar, a partir del estudio de las hipótesis para generar posibles soluciones o decisiones, luego se debe elegir e implementar la mejor de ellas y, finalmente se debe evaluar el resultado de la opción realizada. Este tipo de aptitudes, que alterna de una a otra forma de pensamiento para aumentar la efectividad de las respuestas que se proponen, es lo que se debería transmitir a lo largo del proceso educativo de los primeros doce o trece años de educación, de acuerdo al nivel que corresponda, para que el egresado de la enseñanza secundaria esté en condiciones de pensar autónomamente.

(Continuará)