Preludio de tango

“El Ciruja”

“El Ciruja”

Manuel Adet

Se asegura que la letra de “El Ciruja” nació como consecuencia de una apuesta acerca de las posibilidades del lunfardo en la poesía tanguera entre Francisco Alfredo Marino y el músico Ernesto de la Cruz. Marino no demoró mucho en construir los versos y fue así como uno de los tangos más famosos de la historia fue estrenado en el Café El Nacional de calle Corrientes el 12 de agosto de 1926.

El primero en cantarlo fue Pablo Eduardo Gómez. Marino, que era cantor y, según los entendidos, lo hacía bien, nunca lo cantó. Tampoco hacía falta. Ese mismo año lo grabó Carlos Gardel con las guitarras de José Ricardo y Guillermo Barbieri. Y en febrero de 1927 lo grabaron Rosita Quiroga e Ignacio Corsini. Con esas cartas de presentación, el poema de Marino tenía su destino asegurado, aunque para ser sinceros hay que decir que ya para entonces “El Ciruja” era un éxito editorial, como lo demuestra el hecho de que en menos de seis meses se vendieron alrededor de 150.000 partituras, a pesar de que los críticos de entonces -empezando por el editor Korn- aseguraban que el público jamás aceptaría ese tango.

“El Ciruja” instaló el lunfardo con jerarquía poética en el tango. A contramano de lo que se dice habitualmente, para 1926 parece que el lunfardo no era demasiado popular y tampoco era muy aceptado por los críticos que fruncían el ceño cada vez que tropezaban con un vocablo lunfardo. Por su parte, Homero Manzi en esos años empezaba a escribir una poética más delicada, con una técnica poética más pulida. Y una de sus expresiones más elaboradas de entonces fue “Viejo ciego”.

Sin embargo “El Ciruja” no sólo que logró rápida aceptación, sino que con el paso de los años se transformó en un clásico, al punto que se estima que junto con “La Cumparsita”, encabeza el ranking de ventas y grabaciones. Por otro lado, a la letra hoy se la puede disfrutar a través de las voces de los grandes ases del tango. Edmundo Rivero la grabó dos veces: con Carlos Figari en 1956 y acompañado de guitarra en 1963. Alfredo Belusi y José Basso lo hicieron en 1967. Julio Sosa lo hizo en 1950 con la orquesta de Francini y Pontier. Siguen los nombres. Enrique Dumas, Tita Merello, Julio Martel con De Angelis, Jorge Vidal, Luis Cardei, Lalo Martel, hasta llegar a Dolores Solá y “La Chicana”. Tampoco faltaron las interpretaciones instrumentales. La de Carlos Di Sarli es la más requerida por los entendidos. Pero, para quienes disfrutan de la guitarra, merece escucharse la interpretación de Adolfo Berón.

Como suele ocurrir con muchos tangos, para bien o para mal los cantores se toman algunas licencias con la letra. Carlos Gardel en vez de decir “Era un mosaico diquero” dice “Era una papa papusa”. Me gusta la improvisación. Y me gusta, porque Gardel vocaliza muy bien esas dos palabras donde la “p” es decisiva. Julio Sosa reemplaza la palabra “cafiolo” por la de “mocito”, con lo cual la imagen pierde fuerza y hasta puede llegar a alterar el sentido de la letra. Luis Cardei en vez de “papa papusa” dice “piba papusa”.

El poema está muy bien escrito. Los dos primeros versos son antológicos y están incorporados para siempre al habla popular: “Como con bronca y junando”. De todos modos, los críticos afirman que el verso que justifica todo el poema es el dodecasílabo “campaneando un cacho e sol en la vedera”.

La historia que narra el poema es sencilla, pero tiene una vuelta de tuerca: se inicia en tiempo presente y retorna al pasado a través de la evocación. Es un recurso sencillo pero hay que saber hacerlo. Como también hay que saber escribir en una tercera persona, que en cierto momento parece una primera.

Así y todo, no es la historia del malevo que sale de la cárcel y vuelve al barrio para encontrar las ruinas de su pasado lo que constituye la clave del poema. “El Ciruja” vale por la musicalidad verbal, la riqueza de expresiones, el uso preciso de los vocablos lunfardos. Porque, de más está decirlo, no se trata de amontonar palabras lunfardas como si fueran cascotes y revolearlas al aire; hay que saber seleccionar, construir imágenes y otorgarles musicalidad a las palabras. Marino lo hace. Veinticinco giros lunfardos muy bien distribuidos dan como resultado un poema maravilloso.

“El Ciruja” es pariente de otros tangos en que el lunfardo es usado con maestría. Temas como “La Gayola” de Armando Tagini, “Barajando” de Eduardo Escaris Méndez y “Uno y uno” de Lorenzo Juan Traverso, son sus primos hermanos. Todos ellos fueron grabados por Gardel y, como no podía ser de otro modo, a cada uno de ellos el “Morocho” les dejó su marca.

El otro poema que muy bien puede ser leído como una versión metafísica de “El Ciruja” es “Las cuarenta”, escrito por Francisco Gorrindo en 1937. Aquí también el hombre regresa al barrio y a ese regreso Gorrindo lo describe con talento de artista: “Con el pucho de la vida apretado entre los labios, la mirada turbia y fría un poco lerdo el andar”. El personaje no es muy diferente al que llega “Como con bronca y junando”. En todo caso, lo que marca la diferencia es que el protagonista de “Las cuarenta” no cuenta una historia concreta, sino que elabora una filosofía amarga de la existencia que muy bien podría haberla firmado el Ciruja.

Francisco Alfredo Marino es poeta de un solo tango. Escribió otros más, pero el que lo proyectó a la historia fue “El Ciruja”. No hay otro que esté a esa altura. Ni por cerca. Marino nació en el barrio de Almagro en enero de 1904 y murió en Buenos Aires en marzo de 1973. Fue poeta, músico y actor de cine y teatro. A todos esos roles los desempeñó con solvencia y calidad. Como músico y cantor trajinó discretamente por diversos conjuntos. Fue estribillista del gran Elvino Vardaro. Alguna vez marchó a probar suerte a Europa. Y alguna otra vez lo acompañó a Juan Carlos Marambio Catán.

Se lució en el teatro. “La fiesta de Juan Manuel” de Alberto Vacarezza y “La patria del tango” escrita por José González Castillo, el padre de Cátulo. Con Pedro López Lagar participó en “Cumbres borrascosas” y “Panorama desde el puente”, la obra de Arthur Miller. También incursionó en películas que hoy no son tan fáciles de encontrar: “Pelota de trapo”, “El loco serenata” o “Su última pelea”. Finalmente llegó a LR 1 Radio El Mundo y allí tuvo su hora de gloria participando en el programa de “Los Pérez García” y en ese novedoso experimento del género policial que fue “Peter Fook lo sabía”.

El músico Ernesto de la Cruz nació en la ciudad entrerriana de Concordia en 1898, pero se crió en Buenos Aires, en el clásico barrio de Crespo. Sus maestros en el bandoneón fueron Minotto Di Cicco y Gilardo Gilardi. Después se dedicó a formar sus propios grupos musicales. En algún momento, lo tuvo como pianista a un Carlos di Sarli que recién llegaba de Bahía Blanca. El mismo, pocos años después, hizo un reemplazo en la orquesta de Julio de Caro. Como Marino, De la Cruz fue a dar a Radio El Mundo, donde su orquesta se instalaba en una tarima en los estadios de fútbol antes de iniciarse el partido. También, como Marino, fue músico de un solo tango. Él le aseguraba a los periodistas que lo entrevistaban que había compuesto temas del mismo nivel o superiores, pero lo cierto es que la historia lo recuerda por “El Ciruja”.

Otro de los personajes que recordaba a “El Ciruja” fue el escritor Jacinto Benavente, quien estaba sorprendido por la riqueza verbal del poema y el empleo generoso de giros lunfardos. La historia cuenta que en 1929, Benavente lo invitó a Gardel para hablar de ese tango. Gardel para salir del paso recurrió a la ayuda de su amigo, el periodista Eduardo Guibourg, porque sospechaba que Benavente podría llegar a ponerlo en apuros. Para Gardel el lunfardo era su idioma de siempre, lo hablaba y lo cantaba naturalmente, pero creía que no estaba en condiciones de reflexionar sobre esa modalidad del lenguaje. Y mucho menos con un Premio Nobel.

Sin embargo, parece que la reunión se realizó sin inconvenientes y sin pedanterías teóricas. Benavente estaba fascinado con Gardel y los dos hablaron hasta por los codos. Cuando se fue, Gardel le dijo a Guibourg: “Yo hasta ahora creía que era cantor y ahora me vengo a enterar de que también soy lingüista”.