EDITORIAL

Errores que cuestan caro

El gobierno santafesino observa con lógica preocupación la crisis que afecta de manera creciente a la industria frigorífica, ya que alrededor de 7.000 mil familias en la provincia dependen directamente de este sector que se encuentra ante una situación delicada y de oscuro pronóstico.

Tanto es así, que las empresas ya requieren del apoyo estatal para hacer efectivo el pago de los sueldos de alrededor de 1.700 trabajadores.

Las estadísticas a nivel nacional indican que, durante 2011, el consumo de carne vacuna per cápita en la Argentina fue el más bajo de los últimos 90 años, con 55,5 kilos por persona. Hay que remontarse hasta 1921 para encontrar valores inferiores, con un consumo de 53,7 kilos anuales por habitante. Incluso en 2002, durante la grave crisis provocada por la brusca salida de la Convertibilidad, el consumo se mantuvo por encima de los valores actuales.

Este no es el único problema para la industria del sector. Una importante proporción de frigoríficos cuenta con la infraestructura adecuada para exportar la producción, pero desde 2006 el gobierno nacional viene poniendo trabas a la venta de productor cárneos al exterior.

La industria frigorífica apenas si ocupa en estos momentos entre el 50 y el 60 por ciento de su capacidad instalada. Las cifras oficiales indican que existe la posibilidad de faenar 19 millones de cabezas anuales en la Argentina, pero durante el año pasado apenas se faenaron 10,5 millones de animales.

La Argentina exportó en el 2011 un total de 240 mil toneladas de carne, cuando en 2005 había llegado a vender más de 700 mil toneladas al exterior.

La decisión oficial de limitar las exportaciones tuvo como objetivo esencial el control de los precios internos, en un contexto inflacionario que comenzó a recalentarse en 2006 y se mantuvo constante hasta la fecha. Desde entonces, desde el sector ganadero se advirtió con claridad que estas medidas terminarían por complicar aún más la situación, pues ante la escasa rentabilidad y la imposibilidad de vender al exterior su producción, muchos productores optarían por reorientar su actividad y abandonar la ganadería.

Y esto fue lo que sucedió. A los profundos errores políticos en la materia se sumó una grave sequía que afectó durante todo 2008 y parte de 2009 a las zonas ganaderas. La mortandad de animales fue inevitable.

Ahora, frente al reducido número de cabezas en la Argentina -se calcula que existen alrededor de 48 millones de animales-, los precios internos también se dispararon. En definitiva, la política oficial construyó un verdadero círculo vicioso que tuvo como resultado una escalada de precios para los consumidores del país y una paralización de las ventas al exterior.

La provincia de Santa Fe es una de las más perjudicadas por estas medidas equivocadas. Encontrar una salida requiere de un inmediato replanteo de las políticas nacionales. Y aunque estos cambios se produzcan, la recuperación del sector ganadero demandará años de paciente y denodado esfuerzo.