Carta a Spinetta

Quedándote o yéndote, seguirás siempre en mí

Tam Naymark

Vivirás eternamente. Quizá 200 años, quizá menos, que importa... A estos hombres tristes que te miran desconsolados... A tu dama, a Starosta el idiota. A su amor allí. Ojalá pudieras abrazarme inocentemente. Consolarme. Sentir que estoy adentro tuyo. Y a esta agua de miseria, que es tan inconsolable como lo que sucede, le digo que no es tu muerte una muerte rara, que serás siempre un águila de trueno, en primer y segunda versión. Que serás el alcanfor, aunque al fin ni ella ni nadie cambiemos nada. Que serás siempre esa alma de diamante, y siempre vivirás muchas primaveras para ese amor. Que sabremos siempre que tenemos asilo en tu corazón, atados a tus fronteras, como aves secas, en bahías finales.

Sucederá por momentos que bajaremos, quizá, para saber que tal vez somos barro. Y aunque en Buenos Aires o en cualquier lado tengan el alma de piedra, hoy el alma se rompe un poco, pensando en reconstruirse con el tiempo. Cada luz que ingresa ahora en tu alma, cada cadalso temporal bañado de campos verdes, cada canción de Bajo Belgrano, o para los días de la vida, cada casa marcada, cada cementerio club, todos los cheques, y el cielo, se baña de ti. Estoy segura, lo estamos quizá, que con el viento vas a ver, con la ayuda de la sombra de un aliado, también.

Ojalá pudiera correr frente a ti, decirte “Flaco, todavía no es hora”, pero no somos eternos. Pero es esta credulidad, esta ingenuidad de descreer del mundo, ahora te llevarán crisantemos, quien hubiera pensado. Estamos, estoy segura de que tu arte atacará por siempre, le darás luz a ese instante, y tus dedos de mimbre, cargados de música, se oirán por siempre incluso en los silencios.

Podrás caminar descalzo en la eternidad reinante. Estarás en un lado donde no se lee, o sí. Podrás afirmar o no, con sutileza o no, que lo que sangra realmente es un durazno ¿Aparecerá el anillo del Capitán Beto? Quizá encuentres un par de enemigos que no creo que tengas, y sabrás reconocer el lenguaje del cielo que supongo ya lo sabías en tierra. Podrás afirmar como lo has hecho que el mar está hecho de llanto, por eso tan salado siempre, por eso tan salado ahora más que nunca. Podrás saber, con certeza, lo sé absolutamente, que tenés el mundo entre las manos ¿Podrás reconocer el rebaño del pastor? Quién sabe. Flotaremos por vos Flaco, vos flotá por nosotros.

Y aunque hayas considerado a esta era como era de tontos, cosa que confirmo y afirmo, siento que estas acá todavía en este espejo, en una sombra. Si te pudieras extender una vez más, solo una vez más, no alcanzaría para que sepas que sos incondicionalmente el farol del amor. Que vos Flaco, hombre de lata, kamikaze, jilguero, bengala perdida, estás buscando esa estrella. Si pensamos que existe una eternidad, no es más que imaginaria. Será la herida de París, lo será aquí también, en cualquier lado.

La luz se fue con vos, lo sé sin dudas. Quedamos totalmente a oscuras. Ahora estamos tristes, llenamos ese mar de llanto, tenemos la sed verdadera, creaste un lago con tu forma, lo moldeaste a tu manera. Y las cosas siguen girando y tienen movimiento, y aunque las habladurías del mundo sigan hablándote y hablando incluso eternamente, las tardes seguirán siendo de sol (hoy sumamente nubladas) y las noches del agua. Los libros de la buena memoria, te recordarán. Somos nosotros. Las lunas no serán ya de abril, si te corresponden como creo, serán de todos los meses.

Ojalá bebas el néctar, muchacho ojos de papel, ojalá no te busques más en el umbral, ya sabemos que estás en todos lados. Seguirás estando siempre en esta panacea constante que es el arte de que la música te bese las cuerdas vocales, el cerebro y los diez dedos.

Ahora estás dormido, dormido para siempre, te haremos una plegaria. Poseído del alba te encuentro, te veo entre las penumbras que no son más que ecos de la realidad. Quedándote o yéndote, seguirás siempre en mí. Aunque no sé si pueda seguir viviendo sin tu amor a la música, lo intentaré. A lo mejor alguien venga ahora y junte tus días, los días que te faltaban vivir, Flaco. Algunas estrellas están sucias, seguro subiste a limpiarlas. Y aunque ahora te encuentres tocando sin sentir, ya tocaste lo suficiente para dejar huellas. Ahora sos todo del viento incluso con las hojas, ahora tu nombre esta por sobre mi nombre y el de muchos más. Y un niño nace, y tu vuelo es hacia el fin. Y aunque pediste muchas veces, que el cuervo negro se vaya, hoy te buscó sin darse por vencido, y lo logró el zángano. Y digo, me repito: Ah basta de pensar... si lo que sos vos, es un viajero naciendo.

Gracias Flaco, las almas repudian todo encierro y yo te guardo para siempre en la mía.

Quedándote o yéndote, seguirás siempre en mí