Campana de la voluntad

Campana de la voluntad
 

Gracias al aporte de muchos, la escuela volvió a tener su campana en el centro de su patio a principios de 2009.

Una idea y muchas manos para cooperar fueron suficientes para concretar un sueño: devolver a la escuela Almirante Brown de la costanera la campana que había sido robada. Esta iniciativa ocurrió hace algunos años pero puede servir de ejemplo para otras almas generosas y desinteresadas.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. GENTILEZA DANIEL CASADEI.

Chiara empezaba el 1er. grado en la escuela 6.384 cuando, en 2004, Daniel Casadei, su papá, comenzó a organizar una actividad comunitaria. El objetivo: que todos los chicos pudieran volver a disfrutar antes de cada recreo del tañido de la campana de ese establecimiento escolar, que había sido robada el verano anterior, como consecuencia de que la escuela carecía de cerco perimetral.

Él sólo aportó una idea y contagió a otros la fuerza que puso para conseguir ese objetivo, que se pudo concretar gracias a que muchos se comprometieron con esta meta (alumnos, docentes, la comunidad en general, tuvieran o no relación con la escuela) y colaboraron con este hombre, peluquero de profesión, quien también aportó los conocimientos técnicos adquiridos cuando iba a la escuela técnica.

“Me gustaría dar cuenta de este hecho ocurrido años atrás para que otros se contagien y no para que vean lo que hice. Yo tomé la idea de otra gente que hizo otra cosa, sin la cual no la hubiera podido poner en marcha. Lo que nosotros hicimos no fue mágico, fueron sólo ganas”, aseguró, y comenzó a relatar cómo se fueron dando los hechos.

“Cuando acompañé a Chiara a su primer día de clases me di cuenta de que la escuela no tenía campana. Le consulté a la directora y me contó que la habían robado en el verano. Le pregunté si no tenían otra y me dijo que sí, pero que estaba rajada y no sonaba. Entonces le dije que les iba a hacer una campana, aclarándole que no era metalúrgico sino peluquero. La mujer no lo podía creer pero no me dijo que no; por el contrario, me dijo que me iba a ayudar en lo que pudiera, que necesitaban papás como yo en la escuela. La directora era Silvia Clementi, una de esas personas que tienen la actitud de entusiasmar”, comenzó.

Fue así que Daniel contactó a Rubén Porta, un cliente de la peluquería dueño de Aceros Rincón, a quien le comentó lo ocurrido en esa escuela y la posibilidad de hacer una campana nueva en su fundición. Le explicó que si le tapaban la fisura a esa vieja campana, se hacía el molde y se refundía, ocupando el mismo bronce (incluso, si faltaba, él lo iba a poner) se podría solucionar el tema.

Pero aquí se dio el primer traspié: la campana rajada no llegó siquiera a la fundición pues también fue robada. Pasaron cuatro años y Daniel Casadei no desistió de su idea. Por el contrario: cuando escuchó que en Rosario se había podido hacer un monumento al Che Guevara juntando llaves viejas -que luego fueron fundidas- decidió replicar esta idea y reflotar la suya.

TIRAR PUENTES

“Tengo la suerte de que en la peluquería tengo mucha convocatoria cuando planteo una necesidad; en vez de llevar y traer, la uso mucho para tirar puentes. Le pedí a las clientas llaves y picaportes de bronce para poder hacer la campana de esta escuela, pero no le dije nada a sus autoridades”, continuó relatando Casadei.

Cuando consiguió recolectar 20 kilos, fue a la escuela y aquella directora motivadora se estaba jubilando. Por eso, delegó la tarea en la docente que la reemplazaría (María Marta), quien envió una nota para que todos los alumnos también colaboraran con esa colecta de llaves, explicando que la idea había nacido de los papás que querían que la escuela volviera a tener su campana.

La idea del cooperativismo volvió a surgir en este establecimiento escolar y, después de tres meses, se consiguió juntar 13 kilos de llaves. En este sentido, Casadei mencionó que “mi papá (plomero retirado) me dijo que él iba a donar guarniciones de bronce que eran obsoletas. Yo también tenía cosas de bronce y también aporté. Juntamos entre 30 y 40 kilos, pero no teníamos campana de molde”. Pero esta segunda contingencia tampoco frenó la iniciativa.

También contó que “otro cliente, Miguel Pardini, me comentó que él había visto una campana en la parroquia San Pablo, que pertenece a los scouts, de 50 años de antigüedad. Pablo Forischi, de esa iglesia, nos la prestó para que pudiera servir de molde. Me volví a comunicar con Rubén Porta, el dueño de la fundición, cuatro años después, para decirle que había conseguido el bronce y la campana para hacer el molde. Como entonces me había dado su palabra de ayudarme, volvió a darme el ok”.

Aquella campana de los scouts sirvió de molde para la de la escuela, motivo por el cual se le debió desprender el badajo (que cuelga dentro), que después se volvió a colocar. El proceso de fundición de la campana -acotó Casadei- se llama colada y de ahí resulta un cono de bronce (que se obtuvo de las llaves recolectadas), que se corta al ras pero después hay que mecanizarla porque el sonido es una refracción, igual que la luz. Si la superficie es áspera no tiene buen sonido. Con mi torno, por las noches, durante 20 días, con una amoladora la mecanicé del lado de adentro, para que el tañido tuviera un buen sonido.

Y concluyó: “Se fueron dando las cosas para que la campana estuviera finalizada a fines de 2008 y a principios del año siguiente me llamaron para colocarla. Con María Marta habíamos elegido el lugar para amurarla: una torre de agua, en el medio del patio. Pedí si se podía pintar el patio, para darle un buen marco, trabajo que concretaron los padres en el verano de ese año”.

REFLEXIÓN FINAL

A pesar de que Chiara terminó séptimo grado en 2011, desde hace 3 años, cada 15 de diciembre Casadei se comprometió a sacar la campana -que se desinstala con una llave maestra que hizo especialmente- para que no la roben y las autoridades de la escuela la guardan en un lugar seguro. “En la escuela está todavía mi hijo Giani, de 9 años, y seguiré haciendo esto mismo, incluso cuando él haya terminado la primaria”, aseguró.

Casadei expresó “un inmenso agradecimiento a todos los que creyeron en esta idea y cooperaron para que este emblema de todos los tiempos sea posible. También quería contar que el sobrante de bronce fue vendido y se hizo una placa que cuenta la historia de la campana, que se ubicó a la diestra de ésta”.

También dejó una reflexión: “Creo que si hubiéramos sabido lo difícil que se iba a tornar toda esta historia, no sé si no la hubiésemos llevado adelante. Por eso, cuando uno hace algo sin ningún fin económico, lo hace con gusto”.

OPINIÓN

OBJETIVOS COMUNES

Silvia Clementi. Ex directora y docente de la Escuela 6.384.

“Quisiera agradecer a Daniel Casadei por su fuerza para conseguir lo que se propone. Es una persona muy solidaria, sin cuya colaboración no hubiésemos podido llegar a buen fin, como fue este trabajo de cooperación.

Fue un ejemplo multiplicador para los alumnos que trabajaron -y creo que lo siguen haciendo- en este proyecto colaborativo de la Escuela 6.384.

Quiero también agradecer a todos los que creen que juntos se pueden alcanzar objetivos comunes, como aquellas personas que aportaron sencillamente una llave u otro elemento para la fundición de la campana.”

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Chiara Casadei, en brazos de su papá, también pudo hacer sonar la campana.

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Rubén Porta, dueño de la fundición, con su nieta, quien también concurría a esa escuela.

DE MOLDES Y ANCLAJES

Según explicó Casadei, los moldes de las campanas se hacen de arena y glutín, o arena y silicato. Se toma el molde, se le da la matriz y se hace la parte hueca, luego se hornea a 300º (cuando se trata de la primera mezcla; a la otra se le agrega gas carbónico y lo endurece). Posteriormente, se funde y después se rompe la arena y queda la otra parte. Por eso, nunca se conservan los moldes, aclaró.

Otro secreto -confesó al que luego denominaron “el señor de la campana”- es que el badajo no debe ser tan pesado; si no, rompe la campana. Todos esos mínimos detalles los fue aprendiendo durante este proceso.

Asimismo, dio precisiones sobre el anclaje que sostiene a la campana. “Lo hice con brazos de cosechadoras de zanahorias de 1910 que traje de una finca de Cayastá, de una clienta, y unas rejas antiguas. Están colocados de manera que un brazo protege al otro en el ojal. Tenía que resolver qué le ponía de eje para instalarla, para que no fuera vulnerable. Decidí colocarle un bulón especial, con tuerca, que atraviesa la pared. En la parte de arriba le grabé ‘Campana de la Voluntad’, porque me parecía el nombre más correcto, ya que sin ella no se hubiera hecho”.