En Suiza los relojes de lujo no padecen la crisis

Arantza Valls

(EFE)

El sector de la relojería de lujo apenas ha experimentado las consecuencias de la crisis económica, algo que se adivina tras recorrer los concurridos expositores que participan en la vigésimo segunda edición del Salón Internacional de la Alta Relojería de Ginebra.

Esta exhibición de relojes de alta gama, que ocupa una superficie total de 30.000 metros cuadrados organizados en dieciocho expositores, contó durante su primera jornada con una notable afluencia en la que pronto la circulación de bolsas con logotipos de carísimas marcas de relojería evidenció que la compra de estos productos no está estancada.

El director comercial adjunto de la Distribuidora Internacional de Alta Relojería (Diarsa), Alberto Brooking, explicó que en el contexto europeo se ha producido un descenso en la venta de relojes de hasta 25.000 euros, mientras en el caso de piezas que superan los 150.000 euros “ha habido un incremento sustancial”.

Según apuntó, es fundamentalmente gracias a los coleccionistas y “caprichosos” que se produjo este crecimiento del sector, ya que cada vez se fijan en piezas “más especiales”.

El mercado de relojes de lujo también es “muy importante” en Latinoamérica, donde varias marcas están poniendo en práctica “planes muy agresivos” de expansión, especialmente en Brasil y en la Argentina, según explicó el director de ventas para las Américas de la empresa relojera suiza Parmigiani, Alfredo Ramos.

En esta región los productos que más se vendieron durante los últimos años son los relojes fabricados en oro rosa y los relojes con complicaciones, es decir, los que cuentan con más funciones que dar estrictamente la hora.

Asimismo, el grupo de lujo Richemont, que posee las marcas Cartier, Baume-Mercier, IWC Schaffhausen, Vacheron Constantin y Piaget, experimentó el pasado año un crecimiento del 33 por ciento en las ventas de relojes de lujo, lo que demuestra el dinamismo de este sector.

Entre las piezas que se pueden contemplar en las vitrinas de las más prestigiosas relojerías se encuentra un reloj de mesa único valorado en 3,5 millones de francos (2,9 millones de euros; 3,7 millones de dólares) y diseñado imitando la forma de un dragón, con motivo del año del dragón chino.

Se trata de una pieza totalmente hecha a mano -se tardó dos años y en su elaboración participaron cien personas- en la que este animal mitológico, fabricado en oro y plata macizos y decorado con escamas de jade y rubíes, trata de atrapar la “Perla de la Sabiduría”, una esfera de oro recubierta con infinidad de pequeñas piedras preciosas.

En las vitrinas de la firma Cartier era necesario fijar la atención para descubrir, entre los centenares de esmeraldas, diamantes, zafiros y rubíes que sobrecargaban las pulseras, minúsculas varillas que prueban que las piezas que aparentan ser brazaletes son en realidad relojes de la más alta gama.

Otras firmas, como la ginebrina Roger Dubuis, se inspiraron en la conocida espada Excalibur y en las cartas de la baraja de póquer para diseñar los relojes de su nueva colección, mientras que Baume and Mercier convirtió su expositor en una acogedora casa de playa.

En Suiza los relojes de  lujo no padecen la crisis

La actual exhibición de relojes de alta gama en Ginebra demuestra que en el mundo crece la demanda de los aparatos más caros. Foto: EFE