Cartas de Cortázar en cinco tomos

Julieta Grosso

EFE

A lo largo de su vida, Julio Cortázar encontró en el género epistolar una dimensión complementaria a la narrativa que le permitió testimoniar desde fenómenos literarios hasta fragmentos de su biografía: el resultado es un compendio de más de mil cartas inéditas, cuya publicación implica nada menos que cinco tomos.

A la manera de una informal biografía, este emprendimiento de la editorial Alfaguara se presenta como una hoja de ruta que pone a disposición de los lectores la trastienda de las obras del autor de Rayuela, la consolidación de su narrativa en sintonía con el surgimiento del llamado boom latinoamericano y hasta la única carta que le envió a su padre, reaparecido epistolarmente muchos años después de su abandono familiar.

La compilación y edición del material corrió por cuenta de Aurora Bernárdez -primera esposa y albacea literaria del escritor- y del filólogo español Carles Alvarez Garriga, quienes realizaron una monumental tarea arqueológica que culminó con el rescate de cuantiosas páginas inéditas en las que Cortázar confronta su pensamiento con otros hombres ilustres de su generación, como José Lezama Lima, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Guillermo Cabrera Infante, Victoria Ocampo y Alejandra Pizarnik.

En 1942 Cortázar le escribe a uno de sus amigos: ‘Sólo los genios logran que la paciencia de los eruditos busque, hasta encontrarlas, todas sus cartas... Que no siempre son geniales pero llevan su firma al pie’. ¿Fue una premonición o una broma? Garriga cuenta: “Aurora Bernárdez me decía el otro día que, a más de 26 años del fallecimiento, sigue resultándole increíble que Cortázar esté muerto: ‘El, Julio, que era la persona más viva que he conocido’. Quienes hemos leído la correspondencia completa coincidimos en esa impresión aun sin haberlo visto nunca en persona, como es mi caso’.

“El protagonista de ‘El guardián entre el centeno‘ decía que entre los escritores favoritos uno siempre distingue dos tipos: por un lado están los grandes escritores a los que se admira y respeta; por el otro, los autores-amigos, aquellos con quienes uno quisiera poder hablar por teléfono. No hay duda de que Cortázar pertenece a este segundo grupo. Tras leer la correspondencia uno se afirma aún más en esa sensación de familiaridad, de camaradería.

“En estos tiempos, cuando se diría que los estudios literarios van desembarázandose de la sequedad analítica de los estructuralistas, de la inmanencia textual propugnada por los formalistas o de las neojergas del narrativismo, a lo mejor asistiremos a enfoques de lectura más amables, donde el autor y su vida recobren cierta importancia”, concluyó.