Magníficas y humanizadas

38161_1.JPG
 

En el Día Internacional de la Mujer -que se conmemora el próximo 8 de marzo- nos permitimos una reflexión sobre las jornadas “sin respiro” que viven muchas mujeres en la actualidad para llevar adelante familia, casa y su vida personal y profesional.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOs. EL LITORAL.

Durante muchas décadas, las mujeres nos vimos forzadas a luchar por conseguir derechos, reivindicar otros y, sin dudas, mucho se avanzó en este sentido. Sin embargo, si uno hace un recorrido rápido por el mundo nos vamos a dar cuenta de que hay mucho por alcanzar, que hay lugares donde todavía la mujer ocupa un lugar absolutamente secundario y hasta se la podría comparar con un objeto.

Nuestra realidad es distinta. Estuvimos hablando con un grupo de mujeres santafesinas, entre 30 y 40 años y nos describieron cómo era su jornada: desde que nos levantamos no paramos, le hacemos el desayuno a nuestros hijos, los llevamos a la escuela, e inmediatamente volamos hasta nuestro trabajo. Después volvemos a casa pensando en qué vamos hacer de comer y empezamos nuestra tarea de transporte escolar y/o actividades de los chicos. Entre medio, nos llama nuestra mamá o suegra que necesita ese remedio que no se acuerda donde lo dejó y ahí salimos corriendo para solucionar esa situación.

Vamos al gimnasio o a caminar hasta la hora de la cena que es -más o menos- lo mismo que al mediodía, sólo que le agregamos pasar por el super para hacer las compras. Esta síntesis de un día es un resumen más o menos parecido en muchísimas mujeres santafesinas.

También les preguntamos sobre qué temas nos interesan en general: “Cuando nos reunimos, las mujeres vemos con frecuencia que hay una competencia por quién está más ocupada, quién trabaja más tiempo. Es como que para ser exitosas en estos días necesitamos estar o parecer muy ocupadas, y ni qué hablar de la cuestiones físicas. Hoy no importa ningún valor estético más que la delgadez: estar flaca es como un pasaporte a la aceptación total, es igual a estar linda, no importa cómo llegamos a ese estado, es casi ley”.

Por otra parte, tenemos una especie de compulsión por conservar la eterna juventud. No importa si pasamos los 40, pero si el cuerpo nos lo permite nos vestimos igual que nuestras hijas, si nos queda ridículo, eso es un detalle. La cosa es parecer jóvenes, aunque de esa manera consigamos todo lo contrario. No nos aguantamos una arruga, si podemos recurrimos al botox, cirugías o lo que esté a nuestro alcance.

Me parece que, si seguimos planteando nuestros días de esta manera, estamos más cerca de ser unas pobres “mujeres al borde de un ataque de nervios” (como reza el título de una película española dirigida por Pedro Almodóvar, sin dudas uno de sus grandes éxitos) que unas magníficas mujeres que nos permitimos equivocarnos, que podemos pedir ayuda, que nos aceptamos y respetamos con unos kilos de más, con auténticas arrugas y con un poco más de sabiduría, que andar atrás de imposiciones y modelos. Éstos, lo único que hacen es deshumanizarnos y parecernos más un “objeto” que una persona.

PIOJOS_1.JPG