Pasión por lo árabe

Trabajo de todos Fruta amarga

Yasid tiene ya 10 años de vida y este aniversario los encuentra en uno de sus mejores momentos. Premios a nivel regional, nacional e internacional coronan estos festejos. Transmiten su pasión en este informe de O Sea.

 

El salón de la Academia Santafesina de Danzas Árabes Yasid queda en 12 de Octubre y Teniente Loza. Insertos en barrio Yapeyú luchan con más que vivir en un barrio tan alejado del centro de la ciudad, los obstáculos que muchas veces les presentan desafíos para superarse tienen que ver principalmente con la falta de apoyo económico con que cuentan cuando en ocasiones representan a la ciudad, a la provincia o al país en competencias en las que, como reconocimiento a su esfuerzo, obtienen premios importantes.

Entre sus últimos galardones fueron reconocidos en octubre del año pasado en una competencia regional con primeros puestos en varias de las coreografías que presentaron. Este escalón les abrió las puertas para participar del campeonato argentino y en Buenos Aires también hicieron suceso.

La profesora, y fundadora de la academia, Joana Belén obtuvo el máximo puntaje en baile individual en un solo de dervake en esta competencia. A través de un sitio web, un comité que organiza este tipo de eventos en Uruguay se contactó con Yasid para invitarlos a participar de un encuentro en Punta del Este. Presentaron seis coreos, en cinco lograron el primer puesto, en una salieron segundos. Ganaron además dos de los tres trofeos que se entregaron por mejor coreografía incluyendo a todas las danzas que participaron de la competencia -un solo de dervake de Joana y una coreo de dabke mixto-. En abril fueron invitados a participar en una competencia igual pero en la localidad de Salto y Joana fue invitada como jurado para esa competencia.

Hasta aquí los laureles.

¿Cómo fue el principio?

Joana Belén (24 años) fundó su propia academia de danzas árabes impulsada por su tío, quien además es director de la institución. A los 14 cumplió el sueño de muchos: dedicarse a lo que más le gusta con la pasión y entrega que la tarea exige.

“Empecé a los 9 en el Sirio Libanés, que era un lugar donde se podía aprender el folclore. Después vi a Zaida, que es la mejor bailarina del país, y me gustó el estilo bellydance. Empecé a averiguar donde enseñaba y era muy chica así que comencé a viajar a Buenos Aires y aprender bellydance. Bailé 10 años en el Sirio Libanés y después de eso me dediqué en exclusivo al bellydance”, cuenta.

La historia de las chicas y chicos que van por primera vez a su academia no es muy diferente. Walter Benegas, de 17, llegó al grupo por sugerencia de su papá “en estos grupos no hay muchos hombres así que hace unos años empecé desde abajo con bailes cortos para no mostrar tanto mis errores hasta llegar a lo que es ahora que crecimos mucho y hacemos cosas más complejas”.

Walter toca el dervake “es un instrumento de percusión que es el que hace que la odalisca pueda moverse. En un principio me ponían música y yo acompañaba pero hacía cosas que no tenían nada que ver. En la práctica uno va afinando más el oído y aprende tocando”.

Araceli admiraba a Shakira, imitaba sus pasos frente al espejo. “Al principio me daba la re vergüenza porque yo creía que bailaba bien, pero la verdad es que lo que yo hacía no tenía nada que ver”.

Una cuestión de “estilo”

Las danzas árabes incluyen diferentes tipos de bailes. También hay lugares donde es posible aprender más lo tradicional y otros donde se enseña la danza de la odalisca. En ocasiones hay gimnasios o salones donde se mezclan distintos tipos de bailes y es posible aprender árabe, salsa, tango, etc.

Yasid se dedica en mujeres casi exclusivamente al bellydance -danza de la odalisca o del vientre-, las mujeres también hacen un poco de folclore y los hombres además de bailar aprenden a tocar instrumentos típicos como el dervake y el daf.

“Cuando vas a bailar no es sólo para el hombre, también se hace para la mujer y para los niños”, aclara Joana. Es que en ocasiones se enfrentaron a la idea de que las mujeres que bailan lo hacen para exhibir su cuerpo. Yasid lucha contra esa idea y además busca que sus alumnos se interesen también por la cultura árabe y por comprender la forma de vida que tienen.

Cómo se vibra la competencia

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Joana intenta sacar presión. Todo está listo para subir a escena. “Les digo que no importa si ganan o pierden, el tema es que lo disfruten y eso a uno le transmite más que un traje súper brilloso y de lujo”.

“Los nervios te consumen, te quedás pensando si te falta algo o no si te salió bien el paso, si le gusta a la gente. Los profe nos decían que es un baile más, pero no es tan así. En un principio yo quería pensar de esa manera, pero después no es tán fácil manejar los nervios”, dice Walter de 17.

Araceli lo vive con piel de gallina “cuando estás ahí y vivís toda esa emoción y estás con el grupo y se forma una amistad es hermoso. Cuando los jueces ven el esfuerzo que hiciste y lo valoran es hermoso”.

¿Por qué sí?

Walter dice que lo que más le gusta de bailar es que se desconecta de todo “tenés tus problemas y decís bueno voy a bailar para sacarme esto de la cabeza. Yo lo que quiero es seguir adelante con esto y si se puede terminar siendo algo más que un alumno”.

“Incluso no me gustaría aprender otro tipo de baile, vas a un boliche y aprendes otras cosas pero como danza me parece que la árabe es la que más me gusta” dice.

Araceli fue creciendo con el baile “a mí siempre me llamaba lo vaga, pero después me fui dando cuenta que era algo que me gustaba hacer y lo siento me gusta mucho. Ahora entonces no falto nunca y me gusta porque es lindo”.

Para Joana la clave está en el equilibrio entre la técnica y el carisma. “Son dos cosas importantes, bailar bien te da seguridad en el escenario y a partir de ahí podés disfrutar lo que hacés. Cuando siento que logro eso con los chicos me doy cuenta que vamos bien. Ellos muestran su baile, lo pasan bien, quienes los ven reconocen que son buenos y siento que no podemos pedir más”.

Trabajo de todos

“Sostener este tipo de espacios es un trabajo de muchos. Además de lo que los papás hacen para ayudar están otras actividades, hacemos rifas y vendemos de todo para juntar el dinero porque hay que financiar no sólo los viajes, también están los trajes y muchas otras cosas para las que necesitamos plata” comenta Joana.

“Atrás mío está un director, mi hermana y mi mamá haciendoles trajes a los chicos, que diseñan y arman y el apoyo de algunos papás que ayudan en un montón de cosas, con ideas o con trabajo. Hay muchas personas que sugieren ideas y que hacen que la academia se mueva como hasta ahora” reconoce agradecida.

Fruta amarga

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No todo fueron mieles en estos diez años, en ocasiones hasta se pensó en bajar las persianas por falta de presupuesto. Pero la lucha para sostener la academia es un compromiso de los profes, los alumnos y las familias que se suman para sostener la estructura.

“Hemos tenido situaciones de competencia donde nos descalificaron porque la alumna era gorda y no era estético al gusto de la gente” recuerda Joana. “Pero la cultura árabe tiene también como tradición que la bailarina árabe tiene que ser gordita porque eso habla bien del esposo que la alimenta bien. Para bailar no hay que ser delgado. Cómo vas a mover la panza si no tenés un cuerpo acorde” remarca.