Día Mundial del Agua

La mayor demanda de alimentos

podría agravar la crisis del agua

La mayor demanda de alimentos  podría agravar la crisis del agua

Agricultura. Las sequías pueden reducir en forma drástica el rendimiento de los cultivos, como sucedió con este lote de girasol cerca de Cuenca, en España. Como consecuencia del cambio climático, en algunas zonas podría disminuir el régimen de precipitaciones y la producción de alimentos.

Foto: AFP

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El rápido crecimiento de la población mundial presiona sobre la utilización de un recurso que es escaso. El 40% de las personas vive en regiones muy secas. La Argentina es el cuarto exportador mundial de agua, a través de “la huella hídrica” que se puede rastrear en las ventas globales de granos y alimentos.

 

Mariana Romanatti

Prensa FICH-UNL

El uso sustentable del agua es una de las prioridades de la agenda alimentaria global. En la actualidad, la escasez de este recurso ya afecta a más del 40% de la población mundial. Naciones Unidas estima que la producción diaria de alimentos para una persona requiere un promedio de 3.500 litros de agua, y la población mundial crece a un ritmo vertiginoso.

En el planeta hay más de 7.000 millones de personas que alimentar y se prevé que habrá otros 2.000 millones para el 2050. Esta tendencia, a la que hay que sumar los cambios previstos en la alimentación, significa que se necesitará un 70% más de alimentos y hasta un 100% más en los países en desarrollo, según las proyecciones de Naciones Unidas..

Este incremento, que demandará a su vez más cantidad de agua, representa un problema en el contexto de crisis que atraviesa el recurso. “La escasez de agua ya afecta casi a todos los continentes”, advierte Naciones Unidas. En el mundo hay 1.600 millones de personas que viven en países o regiones con escasez absoluta de agua y, para 2025, dos tercios de la población mundial podrían vivir en condiciones de disponibilidad limitada de agua”.

Por eso, el agua y la seguridad alimentaria es el tema propuesto este año por Naciones Unidas para conmemorar el Día Mundial del Agua, que se celebra hoy. Desde 1993, todos los 22 de marzo se invita al mundo a reflexionar sobre una problemática específica del recurso. En la Argentina, el Día Nacional del Agua fue instaurado el 31 de marzo de 1970 para generar conciencia en torno al uso adecuado de los recursos hídricos en el territorio nacional.

El agua está presente en todas las actividades humanas, pero especialmente en la producción de alimentos, en donde el recurso es utilizado en cantidades elevadas. Así, por ejemplo, para producir un kilo de carne se necesitan 15.000 litros de agua; un kilo de arroz, 2.500 litros; un kilo de azúcar, 1.800 litros; un kilo de pan, 1.600 litros, y un litro de leche, 1.000 litros de agua (según los datos que recopila la red Huella Hídrica, www.huellahidrica.org).

En este escenario, la Dra. Marta Paris, docente e investigadora de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (Fich) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), plantea que es necesario avanzar “hacia una gestión integrada de los recursos hídricos que garantice un uso socialmente equitativo y ambientalmente sostenible y eficiente del recurso. Si no hay agua dulce en buena calidad y cantidad, no se pueden producir alimentos seguros, es decir, inocuos y nutritivos para una vida activa y sana”.

El agua que “tomamos” y no vemos

“La mayor parte del agua que ‘bebemos’ está incorporada en los alimentos que consumimos”, afirmó Paris, en referencia al volumen total de agua que se utiliza en la producción de bienes y servicios.

El indicador que mide este uso del recurso, tanto directo como indirecto, se denomina huella hídrica. “Este concepto no se refiere simplemente al agua que contiene un producto, sino también a su ubicación en una determinada etapa de la cadena de producción, área geográfica o fuente de consumo. De este modo, por ejemplo, es posible determinar la huella hídrica de un consumidor a partir de las huellas hídricas de los bienes y servicios consumidos”, explicó el Dr. Oscar Duarte, docente de la Maestría en Gestión Integrada de los Recursos Hídricos que se dicta en la Fich.

Según el experto, la huella hídrica en Argentina es de 51.000 millones de metros cúbicos por año, de los cuales al menos 48.000 millones corresponden al agua utilizada en las actividades agropecuarias. Esto significa que la producción agroindustrial representa el 94% de la huella hídrica nacional.

Una parte sustancial del agua contenida en esta huella hídrica se exporta e importa a través de bienes y servicios. Según Duarte, el 67% del comercio global de esta agua, denominada virtual, se realiza a través de productos agrícolas, de los cuales el trigo y la soja concentran el 50% del volumen total del recurso.

En este contexto, principalmente a través de las ventas globales de cereales y oleaginosas, subproductos derivados de la soja, carnes grasas, cueros y lácteos, Argentina se posiciona como el cuarto país que más agua exporta en el mundo.

En este sentido, concluyó el docente, “conocer los valores de agua virtual y huella hídrica de nuestras actividades nos permite tomar dimensión del gasto real de agua que realizamos y analizar de qué modo podemos abordar los problemas de distribución, escasez y contaminación del agua”.

Cuáles son las amenazas

Si bien la Argentina posee una elevada riqueza hídrica, el avance del cambio climático —y los problemas ambientales asociados— constituyen una de las principales amenazas para la disponibilidad de agua dulce, tanto de calidad adecuada como en cantidad suficiente. “Entre estos fenómenos se encuentran las sequías, las inundaciones, la contaminación y la deforestación, que aumenta el escurrimiento superficial y disminuye la calidad del agua”, especificó Paris.

Frente a este panorama, el desafío consiste en aumentar la producción de alimentos y la eficacia del uso del agua, reduciendo los volúmenes que se utilizan actualmente. A propósito, señala Naciones Unidas, el 70% de las extracciones mundiales de agua azul (ríos, humedales, lagos y acuíferos) se destinan a la irrigación. La agricultura de regadío ocupa el 20% del total de la superficie agrícola, pero representa el 40% del total de los alimentos producidos en el mundo.

Para la Argentina, que es uno de los graneros más importantes del mundo, y el cuarto país que más agua exporta a través de su industria agropecuaria, el desafío no es menor. Afrontarlo requerirá, entre otras cosas, el diseño y la implementación de un esquema de gestión del agua que incluya la participación activa de todos los actores sociales.

 
 
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Caminando. En muchas regiones del mundo, la gente tiene que hacer enormes esfuerzos para conseguir agua, como les sucede a estos chicos que viven en una zona rural cerca de Jakarta, en Indonesia. Foto: AFP

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Sin alimentos. La falta de agua mata a los animales de los pequeños agricultores del noreste de Kenia, en África, y es una de las causas de las largas hambrunas que padece la gente. Foto: EFE

2,5 por ciento

del agua del planeta es dulce (el 97,5% es salada). Y de este porcentaje, más de dos tercios está congelada en los polos y en los glaciares. El resto es agua líquida y superficial.

1.600 millones de personas

viven en regiones del mundo que enfrentan escenarios de “escasez absoluta de agua”.

3.500 litros

de agua por día es lo que requiere la producción de los alimentos que consume una sola persona, según Naciones Unidas.

94 por ciento

de la huella hídrica argentina se relaciona con la producción de las cadenas agroindustriales.

15.000 litros

de agua se necesitan para producir un kilo de carne. Y 2.500 litros para cultivar un kilo de arroz.

Aguas subterráneas: una reserva clave

La importancia estratégica de las aguas subterráneas para la seguridad alimentaria, en tanto mayor reserva de agua dulce que existe en el planeta, así como la necesidad de identificar procedimientos para el manejo adecuado del suelo y de los recursos hídricos en un contexto de equidad y participación ciudadana, constituyeron uno de los ejes de análisis y discusión en el 6º Foro Mundial del Agua, que se realizó del 12 al 17 de marzo en Marsella, Francia. “Con la participación de más de 35.000 personas, el Foro fue una muestra contundente de la preocupación y el compromiso de todos los sectores de la sociedad en la gestión, protección y gobernanza de los recursos de agua dulce”, afirmó la Dra. Ofelia Tujchneider, docente e investigadora de la Fich-UNL y el Conicet, que fue especialmente invitada al evento por el Comité Internacional del Foro y el Programa Hidrológico Internacional de la Unesco.

Bajo el lema “Tiempo de soluciones”, especialistas de todo el mundo intercambiaron conocimientos y experiencias sobre la problemática del agua desde diversos enfoques disciplinarios. “Se difundieron casos de estudio de diferentes lugares del mundo, entre ellos, nuestro trabajo ‘Probable influencia del cambio climático en el acuífero del centro de la provincia de Santa Fe, Argentina’, que constituye el capítulo 15 del libro “Efectos del cambio climático en los recursos de las aguas subterráneas”, editado por la Unesco y la Asociación Internacional de Hidrogeólogos”, remarcó la investigadora.

La Dra. Tujchneider también participó como disertante en distintas sesiones, difundiendo experiencias del Grupo de Investigaciones Geohidrológicas de la Fich, que dirige actualmente, sobre gestión y protección de acuíferos transfronterizos, bajo la premisa de que el conocimiento de los sistemas hidrológicos es un factor ineludible para su buen uso, gestión y gobernabilidad.

Entre las problemáticas definidas en el Foro como prioridades para la acción, se destacó la necesidad de garantizar el acceso al agua potable y saneamiento como base para la seguridad alimentaria de la población mundial.

/// análisis

El desafío de producir más con menos agua

Gastón Neffen

Es una ecuación difícil. El mundo necesita producir más alimentos para atajar el vertiginoso crecimiento de la población, y debe hacerlo utilizando menos agua y reduciendo el impacto ambiental, para no profundizar las consecuencias del calentamiento global, que agrava la escasez de este recurso estratégico en muchas regiones. En este eje, la crisis alimentaria global se vincula estrechamente con el uso sustentable del agua.

La tendencia estructural que incrementó la demanda de alimentos —y aumentó su cotización— es el crecimiento económico de China e India, y de otros países del sudeste asiático. Los chinos están en el medio de una acelerada transición dietaria, que se puede simplificar diciendo que reemplazan en las comidas un porcentaje de arroz por más carne y más lácteos. Sobre todo consumen carne de cerdo, y una buena parte de la soja argentina (también de Brasil y Estados Unidos) se utiliza para criarlos.

Esto sucede porque en China, y también en la India, hay una nueva clase media, que emergió a partir del boom económico de los últimos 15 años, y que está demandando alimentos de mayor calidad. Este proceso, además, está acompañado de una masiva emigración del campo a la ciudad. Para la Argentina, que es uno de los productores de alimentos más competitivos del mundo, ésta es una gran oportunidad, pero también supone una enorme responsabilidad: el uso sustentable de cada gota de agua, ya que se está exportando en grandes cantidades sobre todo con la soja (ya que hay otros productos del agro que están afectados por fuertes restricciones comerciales).

La mejor forma de garantizar el uso sostenible es estudiando a fondo el recurso; es decir: las cuencas de los ríos, los acuíferos y la evolución del régimen de precipitaciones, entre muchas otras variables. Muchos de estos estudios ya se están realizando en la Fich, en el INA, en el Inta, y en otros organismos técnicos. Pero es mucho el trabajo que hay que hacer y los recursos son limitados.

La información científica y rigurosa es fundamental para analizar si se puede avanzar con nuevos proyectos de riego para producir más granos (hay varios proyectos interesantes en estudio), para medir si la siembra directa es más eficiente en el uso del agua (como señalan entidades técnicas del agro como Aapresid y Aacrea) y para analizar si los acuíferos resisten el uso intensivo del algunas explotaciones agropecuarias. También es la forma más responsable de asegurar que se produzcan más alimentos con menos agua.