Editorial

Un estilo político que causa desgaste

Cristina Fernández de Kirchner optó por centralizarlo todo. No sólo parece tomar hasta las más terrenales y cotidianas decisiones -algunas irrisorias-, sino que además decidió que su voz sea la única en condiciones de anunciarlas.

De allí que semana tras semana bata récords de exposiciones en público. En lo que va de marzo, la mandataria pronunció diez discursos, lo que representa un promedio aproximado de una disertación cada 48 horas. Entre otros temas, habló del Plan Nacional de Igualdad Cultural, de la Galería de Ídolos Populares, del Programa Telefonía e Internet, de Malvinas, del conflicto docente y de los decodificadores para la TV Digital.

Sus discursos se repiten a través de la cadena nacional y en actos que parecen pensados con el único objetivo de que el país escuche, una y otra vez, a la mandataria y sólo a ella.

La comunicación del gobierno es unidireccional. Uno habla y millones escuchan. No hay preguntas, ni temas que puedan perturbar de algún modo la estrategia comunicacional del momento.

Se trata de un estilo centralizado y personalista. El “unicato”, como algunos llaman a la Presidencia de Cristina Fernández, puede brindar ciertos réditos políticos mientras exista la posibilidad de realizar anuncios y cuando la realidad no aparece empañada por malas noticias.

Sin embargo, la vida real no siempre coincide con el relato. En la cotidianeidad, los problemas y las complicaciones son inevitables. Cuando las circunstancias cambian y las dificultades aparecen, este estilo se convierte en un verdadero factor de desgaste para la presidente e, incluso, para la institución que ella encarna.

Los últimos meses fueron un claro ejemplo de este fenómeno. Las denuncias contra el vicepresidente Amado Boudou, las huelgas docentes y la tragedia ferroviaria de Once terminaron impactando en la opinión pública y en la percepción que la ciudadanía tiene de Cristina Fernández.

Dos encuestas publicadas recientemente reflejan este fenómeno. Según la encuesta realizada entre 1.218 personas entre el 5 y 6 de marzo por la consultora Management & Fit, la imagen positiva de la mandataria cayó 17 puntos porcentuales entre febrero y marzo, para situarse en un 42,1 %.

Para la consultora Ibarómetro, la imagen positiva de la presidente tuvo un descenso menor, pero aun así sintió el impacto: pasó del 68,4 % en octubre pasado -cuando Fernández fue reelegida con el 54 % de los votos- al 64,5 % en marzo. Ibarómetro realizó el sondeo el 4 de marzo, sobre un universo de 1.000 personas a nivel nacional y con un margen de error de más o menos 3,1 %.

Es verdad que la imagen favorable de Cristina Fernández sigue siendo alta y que la oposición carece de dirigentes de peso que pudieran hacerle sombra en estos momentos. Sin embargo, este método comunicacional y de gobierno hace que la imagen de la primera mandataria esté indefectiblemente atada a circunstancias que, en muchos casos, no se pueden digitar, ni mucho menos evitar.