Fue ayer... y hoy (II)

Aparición del Gaucho Rivero

Prof. Teresa Sandoz

Como un preludio de las futuras tragedias que sufrirían las Islas, el nuevo gobernador nombrado en reemplazo de Vernet, al Sarg. Mayor Esteban Mestivier, fue asesinado por la guarnición amotinada de Puerto Soledad, el 30 de noviembre de 1832 a pocas semanas de haber asumido su cargo. Lo había llevado a las islas el buque de guerra “Sarandí” a cargo del Ten. Coronel José María Pinedo que al momento de este hecho estaba ausente de la colonia, “recorriendo los litorales y ahuyentando a los pesqueros extranjeros que violando las disposiciones vigentes cazaban lobos marinos” y al regresar se encontró con la noticia del motín a lo que se sumó el 2 de enero de 1833 un hecho gravísimo e inesperado, cuyas consecuencias llegan hasta el presente: la entrada de la nave de guerra inglesa “Clio” que venía a tomar posesión de las islas a nombre de su Majestad Británica Guillermo IV.

Pinedo nada pudo hacer; se resistió al comienzo, se limitó a protestar y sin combatir, porque consideraba insuficiente sus fuerzas, zarpó con su nave, después de recibir de los ingleses el pabellón nacional.

Cuando se conoció la noticia del atropello y usurpación inglesa dice un historiador “La población porteña atónita ante tamaño atentado dio rienda suelda a su indignación. Los periódicos expresaron en artículos enérgicos el sentimiento que embargaba a los habitantes” (1). La prensa porteña y las circulares enviadas por el gobierno de Buenos Aires difundieron la noticia del grave episodio, que se hizo eco en las provincias. En ese tiempo regía el Pacto Federal de 1831 y las 13 provincias (luego 14 cuando Jujuy se separó de Salta) carecían de una organización constitucional pero hicieron llegar su apoyo a Buenos Aires encargado de las Relaciones Exteriores. El gobernador Estanislao López y su Ministro Domingo Cullen expresan: la “inconstitución en que se encuentra el país... y la figura poco digna que por ello representa” era causa de ese y otros males.

De todos estos acontecimientos fue testigo el gaucho Antonio Rivero en la Isla Soledad.

Reclamo argentino permanente

Luego de la sorpresa inicial por el atropello inglés y ante la necesidad de hacer frente a la situación, el gobernador Balcarce consultó a diferentes personalidades para que opinaran sobre qué hacer frente a la situación y entre ellos José de Ugarteche propuso organizar “un golpe de mano que devolviera las cosas al estado anterior y sobre ésto el historiador R. Callet Bois opina que “no era descabellada la idea por cuanto tras el ataque, el Clio se había retirado y no quedaban fuerzas inglesas en las islas” lo que hubiera facilitado la reinstalación de las autoridades argentinas en el archipiélago, pero la mayoría de los consultados se inclinaron por la vía diplomática ante el poderío naval y la influencia política y económica de G. Bretaña; además se planteó la posibilidad de buscar el respaldo de otras potencias marítimas sobre la base de los legítimos títulos españoles y los antecedentes de ocupación argentina (se pensó en Francia o Rusia, según propuso Tomás Guido el gran colaborador de San Martín).

El representante argentino en Londres don Manuel Moreno, hermano de nuestro prócer, presentó las protestas ante el atropello y entre sus argumentos rechazó la idea inglesa de una “reinstalación” de los ingleses en Soledad (argumento inglés) ya que en 1774 habían desalojado Pto. Egmont y Soledad “jamás había sido inglesa”.

Aparición del Gaucho Rivero

Hacia 1829 la colonia de Isla Soledad adquirió “vida más activa y robusta”; ya sabemos que el 10 de junio el gobernador delegado de Buenos Aires Martín Rodríguez creó por decreto la Comandancia Civil y Militar de las Islas Malvinas y sus adyacencias, medida que se complementó con la designación del comerciante hamburgués, Luis Vernet, como gobernador.

Lo acompañaron, además de su esposa María Sáez y sus hijos, Emilio, Luisa, Sofía (Malvina su hija menor nació en las islas al año siguiente) también su hermano Emilio y su cuñado Loreto Saéz y los ayudantes Mateo Brisbane, Enrique Melcalf y Juan Simón.

La esposa de Vernet escribió un diario día a día, lo que constituye una valiosa fuente de información sobre la vida cotidiana, acontecimientos, costumbres isleñas, etc. Se mencionan fiestas y bailes en las que participaban los habitantes y el día de la toma de posesión del nuevo gobernador dice: “... a las doce se reunieron todos los habitantes, se enarboló la bandera nacional, a cuyo tiempo se tiraron 21 cañonazos, repitiéndose sin cesar el “viva la Patria” (2). En estas celebraciones estaba Antonio Rivero. Pero no es nombrado en el diario de la señora de Vernet, porque era un peón anónimo, uno del montón; Almeida, ya citado y tan conocedor del tema dice: “Los lugares de Rivero eran los galpones de las estancias o los ranchos de la peonada. Lo que no quita que el sentir nacional que haya llevado consigo desde la tierra madre hubiera permanecido vivo en su espíritu, exaltado permanentemente por ceremonias y evocaciones patrióticas que tenían lugar en la colonia”. (2).

El historiador R. Caillet-Bois por su parte hace referencia a las actividades de los peones “la población era empleada en la agarradas” y domesticación del ganado alzado, en la construcción de corrales, ranchos y tambos, en la fabricación de queso y manteca, en el cultivo de las huertas, en la construcción de las casas de piedra, en la matanza de conejos y salazón de pescados, en la caza de anfibios, etc. Sin contar aquellos que por tener oficio —tales como herreros, zapateros y sastres— le dedicaban a aquél la mayor parte de su tiempo” (3).

Producida la usurpación británica todo ésto cambió y es interesante la opinión del Cap. Fitz Roy que había recalado en la isla Soledad a bordo del “Beagle” (donde viajaba un joven naturalista inglés Charles Darwin” donde describe el estado ruinoso de la colonia donde vivían además tripulantes y náufragos de otros buques).

A casi 8 meses del ataque de la “Clio” la población estable del antiguo Puerto Luis era de 35 personas.

En ese clima tenso en marzo de 1833 había vuelto a las islas el inglés Mateo Brisbane, acompañado por Thomas Halsby, inglés que se convirtió en relator de los acontecimientos que se producirían en las islas, además de Ventura Pasos, que venían como empleados de Vernet (no olvidemos que éste —ex gobernador de Malvinas— poseía posesiones en las mismas). Brisbane se puso al frente de la colonia y Juan Simón fue confirmado como Capataz, dedicado a cuidar los restos de la propiedad privada de Vernet.

Los sucesos del 26 de agosto de 1833

Luego de producido el atropello inglés del 3 de enero de 1833 la Corbeta “Clio” permaneció en las islas un par de semanas que aprovechó su comandante Onslow para censar a las personas que quedaban en las islas, y al interrogarlos recibió las quejas de los peones del establecimiento por la forma de pago a sus labores, exigiendo dinero metálico en oro o plata en lugar de los vales o bonos impuestos por Vernet y que ya no aceptaba como válidos el despensero de la colonia, Guillermo Dickson.

Además es necesario recordar que el clima, desde años atrás, no era muy propicio, habiéndose producido varios motines frustrados que demuestran que “la peonada era decididamente reacia a desempeñar sus tareas en aquella región” y como expresa Almeida, “funesto presagio de acontecimientos posteriores”.

Producido el atropello británico y la ausencia de las autoridades argentinas, el futuro de los pobladores era una incógnita. Cuando Pinedo abandonó las islas no dejó autoridad alguna y tampoco lo hicieron los ingleses; quedó Juan Simón como capataz del establecimiento de Soledad; a Dickson el comandante inglés le encomendó la custodia del pabellón inglés. La colonia en los últimos meses había conocido la inseguridad y la violencia, desde el ataque de la Lexington (dic. 1831) y el posterior saqueo del Cap. Duncan y sus hombres. Lo menos que podía esperarse era un clima de tensión e incertidumbre, el resquebrajamiento de la disciplina y del principio de autoridad.

En ese clima tenso se produjo el 26 de agosto de 1833 (a 7 meses del atropello inglés) el levantamiento que tuvo, al parecer como jefe, al entrerriano Antonio Rivero (apodado Antook por los ingleses). Días antes de esa fecha se intuía que algo podía pasar y se le avisó a Brisbane, a cargo de la colonia, de un posible levantamiento, del riesgo contra su persona, que éste desestimó.

A Antonio Rivero lo acompañaron dos gauchos más: Juan Brasido y José Ma. Luna y los indios Manuel González, Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Zalazar y M. Latorre. A media mañana del 25 de agosto se produjo la sublevación del gaucho Rivero y sus siete compañeros, que atacaron y dieron muerte a los cuatro miembros del personal de Vernet: Brisbane, Simón, Dickson y Ventura Paso y a un colono alemán Vehingar o Wagner. El gaucho Rivero aparece como el cabecilla y el que comanda la acción. Los habitantes que no participaron del hecho se fugaron a las islas vecinas. Se tomó la casa de la comandancia.

El 8 de enero de 1834 arribó a Soledad la fragata inglesa “Challenger” que desembarcó tropa e inició la persecución del gaucho Rivero y su gente. Cuando fueron apresados fueron remitidos a la estación naval Británica de Río de Janeiro donde se realizó la investigación de los sucesos y los interrogatorios, de resulta de los cuales se consideró conveniente remitirlos a los seis detenidos (había fallecido Brasido y uno de los indios) a Inglaterra, donde fueron alojados a bordo de una nave a la espera de su sentencia.

“Por alguna razón desconocida para nosotros —dice Almeida— en junio de 1835 se ordena repatriar a los acusados tan pronto como sea posible” y así “los vapuleados turistas de soga al cuello cruzan nuevamente el Atlántico”, desembarcándolos en Montevideo (2).

“¿Qué razón asistió a los ingleses para no condenar a los amotinados de las Malvinas? Si los testimonios podían ser suficientes para expedir un fallo de culpabilidad. ¿Cuáles fueron esas especiales circunstancias del caso que recomendaron no proseguir con la acusación fiscal? ¿Por qué hemos de creer a pie juntillas todo lo que dicen los papeles ingleses encontrados? ¿Y si existen otros desconocidos, o si los hubo y fueron destruidos? ¿Quién fue ese inglés que instigó el crimen, que menciona Rivero? ¿Halsby, Shannon, Low?” (2).

No se cuenta con documentación suficiente para conocer el verdadero móvil de la rebelión; un dato nomás: se habla de que producido el episodio los hombres de Rivero arriaron la bandera inglesa e izaron el pabellón argentino, pero en realidad no hay constancia o documentación que pruebe ésto.

De ahí que se originan interpretaciones y evaluaciones diferentes y a veces contradictorias del hecho y sus móviles lo que da lugar a corrientes historiográficas que trataremos de resumir, aunque todas insistieron en la falta de suficientes aportes documentales.

1- Los académicos han dictaminado que de los antecedentes documentales no se desprenden otros móviles que los materiales, relacionados con las condiciones de trabajo, falta de pago, etc., descartando otros móviles (reivindicación patriótica o de lucha contra los invasores “gringos”).

2- La corriente revisionista tradicional rescata la acción del gaucho Rivero y su gente como una búsqueda patriótica de afirmación nacional.

Y es bueno aclarar que esta última corriente ha ganado popularidad y bien lo sabe el historiador José M. Rosa que expresa “Rivero era un gaucho peleador, tal vez de malos antecedentes y que se juntaba con confinados como él; pero también Martín Fierro era un gaucho peleador... luego evoca una frase de San Martín que dice: “pocos o muchos los argentinos saben siempre defender su independencia”.

Corolario

El 28 de setiembre de 1966 un grupo de argentinos compuesto de dieciocho estudiantes, obreros, sindicalistas y periodistas (donde estaba Héctor Ricardo García, director de Crónica) desviaron un avión civil de Aerolíneas Argentinas con 35 pasajeros a bordo y obligaron a su comandante a aterrizar en las Islas Malvinas (iba a Río Gallegos) haciéndolo lejos del poblado; los jóvenes dirigidos por Dardo Cabo nombraron el lugar “Puerto Rivero” en homenaje al gaucho entrerriano, desplegando banderas argentinas. Fue la llamada “Operación Cóndor”, mostró a la década de 1960 revitalizando los estudios sobre el Gaucho Rivero.

Hace poco tiempo, unas semanas atrás la presidente de la Nación, la Dra. Cristina F. de Kirchner, en uno de sus discursos hizo referencia al Gaucho Rivero expresando que no murió en las Malvinas pero sí peleando en la batalla de la Vuelta de Obligado contra la agresión anglo-francesa, hay una vieja tradición que lo asegura pero en realidad nada se sabe de su vida desde que desembarcó en Montevideo. Pero si en realidad murió en Obligado (1845) “ninguna muerte pudo ser mas bella para este gaucho entrerriano que un día protagonizó en la Argentina irredenta un episodio que todavía hay que develar”(2).

(1) Callinet-Bois, Ricardo, “Las islas Malvinas”, Historia de la Nación Argentina, Tomo VII, cap. V, El Ateneo, 1951.

(2) Alemida, “Antonio Rivero, el gaucho de las Malvinas”.

(3) Callet_Bois, “Una tierra Argentina”.