Mesa de café

¿Nuevas religiones del siglo XXI?

Remo Erdosain

El bar está despoblado. Dos clientes miran un partido de fútbol. Todo lo demás está vacío. Hasta la barra, en la que siempre hay algunos amigos tomando un café y leyendo el diario.

-La Semana Santa se llevó a todos los santafesinos de vacaciones -comenta Abel.

-Una Semana Santa larga -dice José, que lo mira al mozo para ordenarle un cortado.

-Los feriados se han transformado en el bien más preciado de la clase media -anuncia José como si hubiera improvisado un aforismo.

-Según los entendidos, el fenómeno se extiende a todas las sociedades modernas -dice Abel.

-Consumismo que le dicen -sentencia Marcial.

-Es que en otros tiempos la gente se preparaba para vivir religiosamente la Semana Santa. A nadie se le hubiera ocurrido relacionar las fiestas religiosas con las vacaciones -reflexiona Abel.

-Como a ningún trabajador de la guardia vieja se le hubiera ocurrido que el 1º de mayo iba a dejar de ser una jornada de lucha para transformarse en un feriado donde la única batalla a librar fuera contra las empanadas, el locro y un buen costillar -dice Marcial.

-Tampoco hay que exagerar -digo- mucha gente combina una cosa con otra.

-Sos demasiado benévolo para juzgar los comportamientos -me dice Marcial y muerde una galletita.

-Podemos hacer las interpretaciones más pintorescas -dice José- pero lo real, lo objetivo, es que la gente está más interesada en pasear y disfrutar que en realizar celebraciones religiosas o patrióticas o clasistas.

-El único clasismo -advierte Marcial- no es el de las luchas obreras, sino el de quien dispone de recursos económicos para viajar.

-En eso tenés razón -exclama José, que nunca suele estar de acuerdo con Marcial- estamos hablando del turismo y no advertimos que ese beneficio alcanza a un sector minoritario de la población.

-Yo no sé si tan minoritario -digo.

-Yo creo que los pobres siguen siendo mayoría en este país y ellos no tienen vacaciones, ni largas ni cortas. Y no las tienen, no porque no quieran, sino porque no pueden.

-Tenés razón, pero no tanta -dice Abel con aires filosóficos.

-¿Cómo es eso? -pregunta intrigado José.

Abel estira las piernas, se despereza y explica: -Es probable que los mendigos no viajen, no disfruten de los fines de semana largos, pero desde hace muchos años las clases populares disponen de recursos como para darse estos pequeños lujos. Los sindicatos, las agencias turísticas, brindan posibilidades de tomarse unos días. No serán hoteles de lujos pero tampoco son ranchos.

-Me parece que vos sos demasiado optimista -dice Marcial.

-Y vos demasiado cínico -responde José.

-No soy optimista, soy una persona informada -aclara Abel- hablá con los dueños de las agencias de turismo, mirá por internet los planes de viajes que ofrecen a pagar en cómodas y largas cuotas y si, por una vez en tu vida, te das una vuelta por un sindicato y preguntás por los planes de turismo para los afiliados, vas a ver que hace rato que el turismo dejó de ser cosa de ricos.

-Es que si así no fuera -digo- no tendrían razón de ser tantas agencias y tanta publicidad.

-Sin ir más lejos -dice José- España se desarrolló gracias al turismo, gracias a esto que ahora se llama la industria sin humo que para ser tal necesita llegar a las clases populares.

-Tanto ha llegado -dice Marcial- que ya no es posible pasar unos días en un lugar decente porque los pobres han invadido con su mal gusto todos los espacios.

-El mal gusto no es privativo de los pobres -digo.

-Más o menos -reconoce Marcial, para luego agregar: -Ustedes son demasiado optimistas porque todo lo que dicen puede funcionar si la economía funciona, porque para que haya crédito, financiación y consumo es necesario que la economía crezca.

-¿Y no te parece que está creciendo? -dice José.

-Estaba creciendo -corrige Marcial.

-Ustedes los gorilas -replica José- hace diez años que vienen anunciando que la economía va a colapsar y aquí estamos vivitos y preparándonos para irnos de vacaciones.

-Precisamente -le digo a Marcial- uno de los síntomas de que la economía funciona y que el gobierno por lo tanto anda bien, es el aluvión turístico de estas fechas.

-Un índice de medición bastante relativo -dice Marcial.

-No te vayas a creer -replica José- si la gente disfruta de los fines de semana largos y compra electrodomésticos en cuotas, es porque todo anda bien. A la inversa, los problemas se presentan cuando nadie puede viajar y en el comercio se terminó el crédito.

-La fiesta alguna vez hay que pagarla -advierte Marcial.

-Ustedes con ese argumento -responde José- pretenden ajustar el cinto de los pobres. Pareciera que no pueden ver a un pobre divirtiéndose, porque enseguida programan un ajuste.

Marcial sonríe y le hace señas a Quito para que le sirva otro té.

-Hoy las sociedades felices -digo- parecen ser las sociedades consumistas.

-Es como decía el amigo de mi abuelo -dice Marcial- si a la gente hoy le das vacaciones y crédito para comprar electrodomésticos y cambiar el auto, votan a Drácula sin ningún cargo de conciencia.

-Todo esto puede ser muy criticable -digo- pero puede ser también la señal de un síntoma de las sociedades del siglo XXI: se acabaron los tiempos de las ideologías y las religiones y se abre el tiempo del consumismo. La gente ya no se preocupa por el futuro y entiende que a la vida hay que gozarla ahora.

-Es como si Dios hubiera muerto -dice Abel afligido.

-Yo no sería tan concluyente -responde José.

-Los religiosos -observa Marcial- consideran que la secularización está dando como resultado este tipo de sociedades. Perdido el sentido de trascendencia, lo único que vale es el presente.

-Pero en el mediano y largo plazo una sociedad paga un precio alto por ubicarse en ese lugar -sentencia Abel.

-Puede ser, pero es así -responde Marcial.

-Sin embargo -digo- el otro día leí un ensayo de André Malraux en el que afirmaba que el siglo XXI será religioso o no será.

-Tal como viene la mano -responde Marcial- lo más probable es que no sea.

-Yo no sería tan concluyente -vuelve a decir Abel. -En el siglo pasado se dijo que Dios había muerto y tal como lo prueban los hechos allí está, vivito y coleando.

-Yo no lo veo a tu Dios -se burla Marcial.

-Que vos no lo veas no quiere decir que no esté -responde Abel- está y está en el alma de cada uno de nosotros.

-Puede que haya un despertar de lo religioso -digo- pero lo que es real es que esa religiosidad se manifiesta de muchas maneras.

-Esto quiere decir -observa Marcial- que la gente cree en Dios, pero ya no cree en los intermediarios, es decir en los curas y las ceremonias oficiales.

-No sé si es tan así -responde José- no creen en los sacerdotes pero creen en esos pastores electrónicos que en la mayoría de los casos son unos chantas.

-¿No es que había que defender la libertad religiosa? -pregunta con tono burlón Marcial.

-La libertad religiosa sí, pero no la libertad de estafar espiritualmente a la gente.

-Sobre ese tema no se quién está en condiciones de tirar la primera piedra.

-Empezamos hablando de turismo y mirá dónde terminamos -digo.

-Terminamos en Dios -dice Abel.

-No comparto -responde Marcial.