Durante el Vía Crucis en el Coliseo romano

Benedicto XVI advirtió sobre las consecuencias sociales de la crisis

El Papa tuvo palabras de aliento para las familias que sufren los efectos del colapso económico que padece Europa. También dijo que la Resurrección de Cristo muestra el triunfo definitivo del amor, de la alegría, de la vida, sobre el mal, el sufrimiento, la muerte.

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El Sumo Pontífice carga la cruz durante la ceremonia realizada anoche en el Coliseo romano.

Foto: Agencia EFE

Juan Lara

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Benedicto XVI presidió ayer, Viernes Santo, en el Coliseo de Roma el Vía Crucis, en el que dijo que la cruz ha cambiado la humanidad, y tuvo palabras de aliento para las familias “que en este tiempo -afirmó- sufren, además de incomprensiones, la precariedad del trabajo y la crisis económica”.

Ante varias decenas de miles de personas que acudieron al Coliseo romano para el sugestivo rito, el Pontífice manifestó que la experiencia del sufrimiento y de la cruz marca a la humanidad y a la familia.

“¡Cuántas veces el camino se hace fatigoso y difícil! Incomprensiones, divisiones, preocupaciones por el futuro de los hijos, enfermedades, dificultades de diverso tipo. En nuestro tiempo, además, la situación de muchas familias se ve agravada por la precariedad del trabajo y por otros efectos negativos de la crisis económica”, subrayó.

El Papa Ratzinger dijo que en la noche del Viernes Santo la Iglesia celebra con íntima devoción espiritual la memoria de la muerte en la cruz del Hijo de Dios y que en su cruz, “se ve el árbol de la vida, fecundo de una nueva esperanza”.

El Obispo de Roma agregó que el camino del Vía Crucis es una invitación para todos los hombres y especialmente para las familias, a contemplar a Cristo crucificado, “para tener la fuerza de ir más allá de las dificultades”.

Benedicto XVI señaló que en la aflicción y la dificultad, no estamos solos, que la familia no está sola, ya que Jesús está presente con su amor, la sostiene con su gracia y le da la fuerza para seguir adelante, para afrontar los sacrificios y superar todo obstáculo.

El Papa Ratzinger invitó a los hombres a acudir a Dios “cuando las vicisitudes humanas y las dificultades amenazan con herir la unidad de nuestra vida y de la familia”, señalando que el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo alienta a seguir adelante con esperanza.

El Pontífice señaló asimismo que en Cristo crucificado la muerte misma adquiere un nuevo significado y orientación, “es rescatada y vencida, es el paso hacia la nueva vida”.

También dijo que la Resurrección de Cristo muestra el triunfo definitivo del amor, de la alegría, de la vida, sobre el mal, el sufrimiento, la muerte.

En el anfiteatro Flavio

Como en años anteriores, Benedicto XVI presidió el rito de rodillas desde la colina del Palatino, frente al Coliseo.

El Vía Crucis discurrió por el interior del Coliseo -el famoso anfiteatro Flavio, que recuerda los sufrimientos de los primeros cristianos-, continuó por delante del Arco de Trajano y concluyó en la colina del Palatino.

El cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, llevó la cruz en la primera estación. Un joven y una joven de la diócesis de Roma lo acompañaron a cada lado con una antorcha.

Después, el símbolo de los cristianos fue portado por dos frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa y de varias familias procedentes de Italia, Irlanda, África y América Latina.

Las meditaciones de las 14 estaciones fueron encargadas este año por el pontífice al matrimonio italiano formado por Danilo y Anna María Zanzucchi, de la agrupación Familias Nuevas, cercana al Movimiento de los Focolares.

En las mismas, el matrimonio denunció las traiciones de muchos cónyuges, el no respetar los compromisos adquiridos, las separaciones, divorcios y abortos.

“Sólo tú, Jesús, me puedes entender, me puedes dar ánimo, puedes darme la fuerza que me ayude a no juzgar a mi vez, a no sucumbir por amor de esas criaturas que me esperan en casa y para las cuales ahora soy el único apoyo”, imploraron.

También subrayaron el papel de las madres, “siempre disponibles y presentes, de las que por desgracia a veces nos olvidamos, pero a las que siempre acudimos cuando la necesitamos”, y el de los hijos, abogando para que sean educados en la sobriedad, el sacrificio y la renuncia.

El Vía Crucis del Coliseo fue instaurado en 1741 por orden de Benedicto XIV. Tras decenas de años de olvido, en 1925 volvió a celebrarse y en 1964 Pablo VI acudió al anfiteatro para presidirlo. Desde entonces, todos los años acude el sucesor de Pedro.

Este Viernes Santo, el Papa presidió también en el Vaticano la Pasión del Señor, durante la cual el Predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, aseguró que el paraíso prometido es “la paz de la conciencia, el mirarse al espejo sin tener que despreciarse”.

Cuba, una excepción especial

Cuba celebró hoy el Viernes Santo por primera vez en más de medio siglo de comunismo en la isla caribeña.

El gobierno decretó recientemente el feriado de Viernes Santo “con carácter excepcional” por este año, “en consideración” a la reciente visita del Papa Benedicto XVI. Joseph Ratzinger había pedido antes al presidente Raúl Castro que restituya la fiesta religiosa de la Semana Santa católica.

Con motivo del Viernes Santo, el segundo feriado religioso que se celebra en la isla tras la restitución de la Navidad por la visita de Juan Pablo II en 1998, las autoridades cubanas también permitieron la transmisión en vivo en televisión de la misa central de la jornada.

En los últimos años, el gobierno cubano ha dado a la Iglesia cubana acceso ocasional a los medios de comunicación estatales para difundir sus mensajes apostólicos.

“Sin perdón no puede haber relaciones interpersonales sanas, ni vida familiar ni reconciliación entre grupos humanos y pueblos”, señaló el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, durante su homilía en la Catedral de La Habana.

El Papa Benedicto centró también sus mensajes en la reconciliación de “todos los cubanos” durante su visita a la isla entre el 26 y 28 de marzo.

En un país que se declaró ateo durante décadas, la apatía religiosa se mezclaba hoy con el paulatino renacimiento de la fe católica entre los cubanos.

“Debería celebrarse toda la semana”, comentó Ana Rosa, una católica de 29 años que se alegró de la jornada religiosa de ayer. En las calles de La Habana el ambiente era, sin embargo, de normalidad.

La celebración “no depende de la Iglesia o del Estado, sino de la propia gente”, dijo Evelio, un jubilado de 67 años que se declaró “más o menos católico”. Él, sin embargo, cree que el gobierno debe decretar el festivo de manera permanente a partir de ahora. “Aspirábamos a que nos dieran la Semana Santa completa”, dijo también Karina de Turner, secretaria parroquial en una iglesia del barrio habanero del Vedado.

La principal procesión del Vía Crucis se celebró anoche en el céntrico barrio de La Habana Vieja. En otras parroquias, algunas procesiones estaban planeadas en un marco privado, debido a las trabas burocráticas.

“Para poder hacer procesiones tenemos que pedir tantos permisos que es más fácil organizar la procesión que pedir los permisos y esperar las respuestas”, explicó De Turner. Por ello, su parroquia optó por celebrar el Vía Crucis en el patio trasero del templo, como en años previos.

Aunque nunca se rompieron, las relaciones entre el gobierno castrista y el Vaticano estuvieron marcadas por varias hostilidades, tras el triunfo de la Revolución en 1959. Fidel Castro expulsó a varios religiosos católicos en los primeros años de su gobierno.