Siesta de reyes

44639_3.JPG
 

Comerciantes despliegan una hamaca con los colores de la bandera paraguaya.

En Paraguay, pensar en una siesta es pensar en la hamaca como opción tradicional por excelencia en las cálidas tardes del país sudamericano. Pero también es importante para la empresa familiar.

TEXTO. RICARDO GRANCE. FOTOS. ANDRÉS CRISTALDO Y JULIA R. ARÉVALO (EFE REPORTAJES).

¿Quién podría resistirse a la tentación de tenderse, relajarse y dejarse llevar por el vaivén de un “kyhá” (hamaca en lengua guaraní), cuyo uso se extendió históricamente en las comunidades indígenas de éste y otros países de Sudamérica?

Los aborígenes empleaban fibras de juncos y hojas de palma para la elaboración de esos artículos que hoy día son fabricados por artesanos paraguayos con hilos de algodón multicolores y pintorescos adornos.

En las chozas de los indígenas de Paraguay, las hamacas están sujetas a pilares y vigas y, en los días de verano, amarradas a frondosos árboles e incluso colocadas en sus copas.

Su uso sigue vigente en el campo y en la ciudad. Es común ver en los ranchos de adobe y techos de paja del interior del país las hamacas arrolladas al horcón, lo que permite aprovechar durante el día los espacios en las habitaciones y balcones.

En esos parajes, las madres rehuyen las cunas y recurren a colgar el “kyhá” sobre sus camas para arrullar y dormir a los bebés. También los niños forman rondas en torno a la hamaca e improvisan juegos para disfrutar por turnos de este atractivo y peculiar columpio.

Y en la ciudad, la hamaca encuentra espacio para colgarse en los patios y jardines de los chalets de la población más adinerada y también en las terrazas de los pequeños departamentos de edificios en altura.

UNA EMPRESA FAMILIAR

La ciudad de Carapeguá, en el departamento de Paraguarí, a 84 kilómetros al sureste de la capital, Asunción, alberga la principal zona de producción de hamacas paraguayas, también adquiridas como artículos decorativos y que son ofertadas en comercios, tiendas y a la vera de carreteras a lo largo del país.

En esa localidad residen más de 700 artesanos que procesan el hilo de algodón (“poyvi”, en guaraní), para confeccionar colchas, prendas y las hamacas en telares móviles y rústicos que son accionados con pedales.

La hamaca se confecciona con los colores “naturales del algodón y también con tintes como la anilina. Hay de varias medidas, también para niños, a quienes les encanta. Hay tejidos de varias texturas, cada uno le pone su toque característico”, relata la instructora de la filial en Carapeguá del Instituto Paraguayo de Artesanía, Gladys Matto.

Comenta que en Carapeguá se mantiene la tradición de la confección de las hamacas en el seno familiar, la cual se transmite de generación en generación.

“Son pequeños productores. Las hacen las mujeres, los hombres, los hijos, cada uno tiene una función específica en el proceso de elaboración”, explica.

Resalta, además, que cada familia destaca en la terminación de su producto con el agregado de ganchillos ornamentales, flecos, trenzas y pompones multicolores que le dan un atractivo extra y el toque característico a cada hamaca.

Matto carece de datos sobre la producción de las hamacas pero recuerda que este artículo comenzó a ganar terreno en el extranjero a través de ferias internacionales en las que Paraguay participaba.

Incluso, afirma, “existe una especie de contrabando del producto hacia el territorio argentino”, donde la hamaca paraguaya es muy apreciada.

Desde Carapeguá llegan hamacas para su venta a Asunción y otras localidades de Paraguay conocidas por su oferta de manteles, colchas, hamacas y otros artículos de ganchillo y encaje como Itaguá, en el departamento central, y San Miguel, en la ruta que lleva de Asunción a las ruinas de las misiones jesuitas del sur.

UNA HAMACA DE PELÍCULA

La imagen de ese producto también motivó el título del filme “Hamaca Paraguaya”, de la directora Paz Encina, la primera obra cinematográfica de este país que consiguió destacar internacionalmente al obtener el premio de la crítica internacional (FIPRESCI) del Festival de Cannes de 2006.

La popularidad del “kyhá” está tan extendida en Paraguay que incluso los choferes de autobuses y de camiones cuelgan réplicas de hamacas en miniatura en las cabinas de sus transportes, la mayoría de ellas con los colores del club de fútbol preferido.

Y cuando llega la hora de descansar, pernoctan en hamacas colgadas entre árboles o instaladas debajo de los grandes acoplados de sus camiones.

También es común ver echados en hamacas a la sombra a los comerciantes de pequeños puestos como los del Mercado de Abasto en Asunción, recuperando fuerzas tras los madrugones de carga y descarga de mercaderías.

Y es que en Paraguay la tradicional hamaca hace honor a la hora sagrada de la siesta, cuando el país se detiene para protegerse del calor y recupera fuerzas para la actividad de la tarde.

44639_2.JPG

Coloridas hamacas en un mercado asunceño.