Problemas con la yerba

Jamás la yerba fue un problema para los argentinos: su precio, dentro del precio de las cosas, siempre fue aceptable. Y como es un producto que te dura varios días, pasa inadvertido en el bolsillo hogareño. Hasta que un aciago día, alguien, o incluso alguienes (unos cuantos alguien) duplicaron su valor hasta convertirlo en un bien de lujo. Esto puede cambiar las costumbres de todo un país. Así se los digo. Tomá mate.

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Cuando no tengas ni fe,

ni yerba de ayer

secándose al sol....

Yira, yira. Enrique Santos Discépolo

Una de las primeras consecuencias directas es que el popular, democrático, económico y solidario mate ahora incluye el impopular, aristocrático, caro y egoísta mundo del dinero: ahora la yerba cuesta y no se puede tan a la ligera decirle a alguien, muy suelto de cuerpo, vamos a tomar unos mates...

Pará un poquito: vamos a estudiar si tomamos unos mates.

Piénsese en las oficinas y en el mundo laboral; el sencillo y hasta simpático acto de enhebrar unos mates para todos los de alrededor, o el no menos simpático mangazo de un poco de yerba para el mate propio, ahora está en suspenso, cuestionado. Que uno, que cualquiera sopese siquiera la idea de que la yerba es costosa, va en contra de su esencia y de la del mate mismo que, como la sonrisa o los abrazos, nunca costó y siempre fue motivo (casi) gratis de reconfortado encuentro e intercambio. El nuevo precio de la yerba vino a meter el palo en la rueda, si se me permite la metáfora.

Claro, ustedes piensan que exagero (y a lo mejor lo hago un poco: hay que hacer un artículo, caramba) pero yo sumo hechos desafortunados: primero subió la carne y comer un asado pasó a ser algo excepcional. Luego pasamos al pollo, pero tampoco es barato. Con las pastas, ya no es lo mismo: uno no está al lado del asador con el vermú o el porrón. Y allí está la otra pérdida: el porrón. Cuando se rompió la paridad cambiaria (otra que Cavallo) un peso-un porrón, el esquema amical y la capacidad gregaria del pueblo argentino temblaron, se movieron sus cimientos, el absoluto valor de la reunión y del encuentro entró en las garras movedizas de la relatividad, como casi todo. Ahora van por la yerba: no digan que no avisé.

Hay por supuesto técnicas clásicas e innovadoras de estirar la yerba (pero ya estamos a la defensiva, ya estamos supliendo, ya estamos suplementando, ya estamos forzando aquello que nos era natural, ya estamos achicando agua del bote); la más notoria es la del secado al sol. La yerba que usamos en el mate de las cinco de la tarde (bueh: más o menos, que no es un té inglés, justamente), puede ser colocada en un plato o sobre un papel de diario (sobre el toco y me voy de la yerba, por ejemplo), al borde de la ventana o en la terraza (en un lugar donde no haya tanto viento, chambones; a ver si secamos la yerba y ésta migra hacia otros hogares: algo así como regalarle al vecino el billete premiado de lotería) y dejamos que el sol haga su trabajo. Teníamos una yerba power en la primera mateada y una yerba suave para la segunda, pero se la banca con un poco de imaginación.

Otro clásico es complementarla. Agregarle cosas. Por ejemplo: las cáscaras de naranja ocupan lugar y hacen que gastemos menos yerba. Si son astutos, pongan esa cáscara sin picarla fino, respetando sus volutas (no tienen por qué pensar mal: yo no lo hago) porque aun dejando algunos bolsones de aire internamente se ocupa menos yerba. Así, también se le agrega yuyitos, o se combinan yerbas de distintos días con un poco de la buena. En fin: un espanto todo, mis chiquitos.

Otro truco es, en vez de hacer la isla, hacemos un acantilado, un pozo, un abismo: allá abajo, bien al filo de los agujeritos de la bombilla, un poquito de yerba, y después el talud que trataremos de no tocar, así está armadito para otro mate, que sólo requerirá cambiar el poquito mojado...

Un último recurso, ya de pobretón, es el de poner unas bolitas o el viejo bolón confinado en un frasco. Puesto en el fondo y recubierto de yerba, nadie se entera de que pusiste menos y el mate funciona igual.

Pueden aportar sus propias técnicas, porque entre nosotros qué nos vamos a estar cobrando. Porque está en juego la argentinidad misma, canejo. Y si algún desaprensivo o desaprensiva insinúa determinadas prácticas ante la ausencia de yerba, ustedes asuman la resignada actitud de que es una causa patriota. Meta palo y a la bolsa.