En Familia

El poder de la integridad

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Una mujer observa un dibujo de Escher. La persona íntegra es alguien en quien se puede confiar, intachable, sin doblez.

Foto: Archivo El Litoral

Rubén Panotto (*)

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En tiempos de escepticismo y desconfianza manifiesta, no tenemos otro camino que recurrir al diccionario, a nuestros ascendientes y su historia contemporánea, para re-descubrir el significado de muchas palabras, actitudes y valores desaparecidos.

La integridad de una persona, familia e institución, necesita ser resignificada si esperamos un cambio positivo y sustentable para el bienestar de nuestra sociedad. La palabra integridad significa rectitud, justicia, bondad, honradez. La persona íntegra es alguien en quien se puede confiar, intachable, sin doblez. Lo que un ser íntegro dice lo sostiene con esfuerzo, con firmeza, y cumple no sólo con su palabra sino con su conducta, con sus hechos. Es triste y lamentable contemplar el desborde de acusaciones, epítetos incalificables y calumnias de baja estofa que intercambian muchos de nuestros referentes sociales, representantes políticos y personajes mediáticos, de quienes se espera en todos los casos un modelo de ejemplaridad y de imitación, hoy inexistentes.

¿Qué pensar, qué hacer, para trasladar a nuestros hijos, a nuestros niños y jóvenes la tremenda necesidad de ser íntegros? Quizás estemos en el nivel más bajo de disipación en los valores éticos, morales y espirituales del ser humano, porque podemos afirmar que uno de los famosos “ayes” bíblicos está en plena vigencia cuando dice: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno y a lo bueno malo, que hacen de la luz oscuridad, y de la oscuridad luz, que ponen lo amargo por dulce, y a lo dulce por amargo!”.

Ser y permanecer

Por lo mencionado hasta ahora, deducimos con rapidez que ser y permanecer en integridad no es fácil, no resulta barato. Acuñamos el pensamiento de que es más simple nivelar para abajo que hacia arriba. Es menos costoso deslizarse hacia lo que la mayoría determina como apropiado, que nadar contra la corriente. Nadie quiere perder un trabajo porque se le exija mentir, ni pagar una multa, aun siendo consciente de haber cometido la falta que se nos atribuye.

Por estos días, se escucha una noticia sobre la acción fraudulenta de un comerciante, en otra ciudad del país, que utilizando balanzas adulteradas para robarles a sus clientes, se hizo de mucho dinero durante años, sin que nadie siquiera lo sospechara. Por otro lado, se cuenta de artistas griegos expertos en producir piezas de mármol, que a veces descubrían grietas en el material utilizado, lo cual naturalmente anulaba el valor de la obra. Algunos, entonces, cubrían esas fisuras con una cera especial, que luego pulían para mostrar una obra perfecta. No obstante la tramposa solución, cuando esa pieza se exponía al calor del sol, se derretía la cera quedando el engaño a la vista. Quien vendía tales artesanías las ofrecía a precios más bajos, lo que por supuesto atentaba contra el colega honesto que desechaba el material imperfecto, corriendo con mayores costos de restitución. Por su parte y para contrarrestar el efecto negativo, los artistas honestos instalaban en sus comercios un letrero que rezaba: “Se venden figuras en mármol sin cera”. De allí proviene nuestra palabra en castellano sincero/a, que significa íntegro, sin grietas.

Malos ejemplos, por falta de integridad, tenemos miles; no obstante podemos mencionar el alto costo que debe asumir aquel comerciante, profesional o simple ciudadano que decide pagar el total de todos sus impuestos. Doy fe de conocer a muchos que debieron recurrir a créditos, o lo que es peor, a cerrar su negocio, por no poder competir con la deshonestidad y falta de integridad en su rubro.

Enseñanza desde el hogar

Los padres y adultos del hogar son los que enseñan la integridad y le añaden poder con su ejemplo. Los invito a meditar los próximos párrafos de un poema de Rudyard Kipling, impartiéndole sabiduría a su hijo en relación al ser íntegro: “Si puedes tener calma cuando en tu derredor todo el mundo la pierde; si cuando de ti dudan puedes mantener la confianza en ti mismo; si puedes esperar sin cansarte en la espera, o siendo calumniado no esgrimes la calumnia, o siendo aborrecido el odio en ti no guardas; si puedes soportar que la verdad que has dicho se trunque en bocas viles como trampa para bobos, o ver hecha pedazos la ilusión de tu vida e inclinarte a rehacerla con maltrechos recursos; si puedes obligar al corazón, al nervio y al músculo servirte aun después de extenuados, si no pueden herirte ni amigos ni enemigos, y a todos consideras, mas a ninguno en demasía, tuyo es el mundo y todo lo que en el mundo existe y, mas aún, serás todo un hombre ¡hijo mío!”.

Muy oportuno es recordar que por ser íntegro y obediente a la Justicia, Jesucristo se cargó con la ignominia y degradación de la raza humana. Esto lo llevó a la muerte, pero su integridad ante Dios le otorgó el poder de su resurrección. Él mismo declaró ante sus seguidores: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”.

(*) Orientador Familiar