llegan cartas

Aspiraciones

Santiago Floresa

Señores directores: ¿Es mucho lo que gran cantidad de argentinos pretendemos que sea realidad en nuestro país?

Quisiera compartir con los lectores mis nostálgicas “aspiraciones” de jubilado. Aspiro a que se enseñe que la familia es la célula primera de la sociedad. Aspiro a que los alumnos y sus madres o padres no insulten ni golpeen a sus maestros, sin tener un castigo proporcionado y ejemplarizador... Aspiro a que la violencia ejercida por personas para evitar el libre tránsito de los demás, sea neutralizada por la fuerza pública y sancionados sus autores, como corresponde, por parte de la Justicia. Aspiro a que los agentes del orden sean protegidos por la ley. Aspiro a que toda burla contra las religiones o símbolos religiosos en espacios públicos o en los medios sea sancionada en forma severa por la Justicia. Aspiro a que los funcionarios que no pueden explicar razonablemente un más que considerable incremento de su patrimonio sean investigados y juzgados de oficio, y condenados a restituir lo robado, a la inhabilitación para ocupar cargos públicos y a la pena de prisión que pudiera corresponder. Aspiro a que la corrupción desfachatada sea alguna vez castigada como se merece: no puede ser que la cárcel sea para los pobres y para los considerados enemigos por parte del poder político. Aspiro a que todos los jueces sean de conducta personal y pública intachable: un malvado o pervertido en privado, será el mismo pervertido o malvado en la función pública, pues es la mismísima persona. Además, las acciones de prevaricato -especialmente las que impliquen condenas indebidas- y la aceptación de sobornos debieran recibir penas severas y ejemplarizadoras. Aspiro a que los distintos sectores de la sociedad no miren sólo por sus intereses: una vieja táctica de los tiranos es “dividir para reinar”; y así la industria, el campo, los empleados del Estado, los funcionarios de la Justicia, los agentes estatales y privados de la salud, los docentes, las fuerzas armadas, las fuerzas de seguridad, los sindicatos, los estudiantes, etc., son insensibles a todo aquello que no afecte directamente a sus intereses en general, y muy especialmente a su bolsillo.

Quiera Dios devolvernos la Argentina que otrora fue, pero mejor, sin los gérmenes de injusticia que nos permitieran llegar finalmente a la

postración actual. Es seguro que Dios lo quiere así, pero respeta la

libertad humana y, hasta el momento, parece que los argentinos no lo hemos querido.