Mesa de café

¿Casas para trabajadores o para lúmpenes?

Rogelio Alaniz

José está contento. El motivo de su alegría es concreto: los trabajadores han tomado viviendas desocupadas y esto para él es una resolución justa.

-Los compañeros tienen derecho a una casa y si el gobierno no se la da, tienen derecho a tomarla.

-A una casa hay que merecerla -observa Marcial- todos tenemos derechos, pero también deberes.

-Los trabajadores están cansados de esperar que el gobierno haga algo por ellos -se queja José.

-¿De qué estamos hablando -pregunta Marcial levemente impaciente- de trabajadores o de lúmpenes? Porque lo que yo veo por televisión no son trabajadores, son vividores y mangueros arreados por gente que vive en el centro y vive muy bien.

-¿Quiénes son los lúmpenes para vos? -pregunta José. Marcial va a responder pero lo hago yo.

-La palabra lumpen la inventó un señor alemán que se llamaba Carlos Marx. Se refería a los sectores más degradados del mundo del trabajo: proxenetas, confidentes policiales, rateros, alcahuetes, rufianes, rompehuelgas, cuenteros, mendigos, matones a sueldo, carteristas, barras bravas. Pero no sólo describía un grupo social, sino que señalaba con particular énfasis la tendencia de ese grupo social para ser funcional a las estrategias de las clases dominantes. En su libro “El 18 Brumario...”, Marx se refiere a los lúmpenes, los define y señala que representan al sector parasitario de la sociedad decidido a vivir a expensas no sólo de los obreros sino de toda la Nación trabajadora. No se si he sido claro.

-Bastante -asevera Marcial- Marx no me gusta, pero lo que dijiste que dijo, sí me gusta.

-A mí me parece que tu amigo Marx es un típico gorila de izquierda -dice José.

-A mí no me cabe ninguna duda -retruca Marcial con su típica sonrisa sobradora.

-Lo que yo pregunto -dice Abel- es cuándo los pobres van a preocuparse por obtener sus demandas por su propio esfuerzo. Esto es lo que hace la gente que trabaja. No espera que el Estado venga y le regale una casa, se preocupa por hacerla él mismo.

-El Estado en todo caso ayuda -digo- pero en primer lugar la gente tiene que aprender a ayudarse por sus propios medios. No tiene futuro un país donde la gente está esperando que todo venga de arriba, que todo se lo regale el Estado.

-Tampoco tiene futuro un país donde el Estado se desentiende de sus semejantes. O, al revés, en lugar de preocuparse por los pobres, inclina todo su poder a favor de los ricos.

-Todo esto está muy lindo -observa Abel, mientras permite que Quito deje un pocillo de café en la mesa- pero vamos al caso concreto: más de cien casas están tomadas por gente que no tiene derecho a ocuparlas.

-Yo creo que tienen derechos -insiste José- la Constitución así lo dice.

-La Constitución es como la Biblia -observa Marcial- en una página dice una cosa y en la otra dice exactamente lo contrario.

-Los que movilizan a la gente -digo- no están muy interesados en defender la Constitución. Hacen lo de siempre: cuando les conviene la reivindican y cuando no, miran para otro lado o la atropellan.

-A mí lo que me indigna -dice Marcial- es que en realidad los perjudicados por estas maniobras son los trabajadores.

-¿Podés explicarte mejor? -exige José.

-Como no. Las casas que hoy están ocupadas por lúmpenes no estaban destinadas a millonarios o profesionales de las clases medias, sino a trabajadores reales de carne y hueso: empleados públicos, enfermeros, maestros, personal de maestranza, policías... es decir, gente de trabajo que gana un sueldo modesto que apenas le alcanza para vivir. La ocupación de las casas no afecta a los ricos, afecta a los trabajadores y a los trabajadores más pobres.

-Es una manera de ver las cosas -observa Abel.

-Es la única manera de verla -digo- a mí me llama la atención que los señores de la llamada Corriente Clasista y Combativa y del llamado Partido Comunista Revolucionario, que según sus proclamas representan a la vanguardia de la clase obrera, organice y arengue a los lúmpenes contra los trabajadores.

-En el mejor de los casos -dice Abel- es una guerra de pobres contra pobres.

-No es así -insisto- acá hay pobres que les va mal y no tienen cómo hacer para defender sus derechos, y pobres que están protegidos por la Corriente Clasista y Combativa y algunos otros pícaros que hacen muy buenos negocios políticos con sus clientelas de andrajosos.

-Lo que más indigna -dice Marcial -es que hay gente que ha realizado y está realizando un gran sacrificio para acceder a la casa propia. Gente que se desloma trabajando para llegar a tener su casa propia, y ahora se vienen a enterar que mucho más cómodo y efectivo que trabajar y cumplir con las leyes, es salir de noche y meterse en la primera casa que esté desocupada.

-¿Y el gobierno de Bonfatti no tiene ninguna responsabilidad por lo que está pasando? -pregunta José.

-¿Y se puede saber por qué el gobierno es responsable? -pregunta Abel.

-Porque debería haber tomado los recaudos necesarios para hacer las casas de una buena vez y dejar de gastar plata en festivales o cosas parecidas. También es responsable porque cuando empezó el conflicto, los señoritos socialistas se habían ido a Rosario y Santa Fe se estaba incendiando y acá no había nadie del gobierno provincial.

-En eso José tiene algo de razón -digo- porque mucho más grave que lo que acaba de observar, fue la decisión irresponsable de prometerle a los “okupas” que les iban a dar terrenos y herramientas para construir viviendas. Irresponsables por partida doble: por prometer lo que no pueden dar y, después, por desdecirse.

-En este tema no hay que chuparse el dedo -señala Marcial- yo creo que la Corriente Clasista y Combativa es el emergente visible de un conflicto que está atizado por otros, que no son no clasistas ni combativos y mucho menos de izquierda, sino exactamente todo lo contrario.

-¿Se puede saber a quiénes te referís?

-No voy a dar nombres, porque todos los conocemos, pero ya sabemos quiénes movilizan al lumpenaje en Santa Fe. Cada uno de ellos tienen nombre y apellido, y algunos, además, prontuario.

-¿Ahora vas a decir que los peronistas somos los responsables?

-Yo no los nombré, vos los nombraste -replica Marcial.

-Yo no tengo problema en nombrarlos -interviene Abel- son los mismos que movilizaron a su clientela en 1989 para tirarlo abajo a Alfonsín y los mismos que en el 2001 asaltaron supermercados y tomaron barrios. Son los mismos que cuando están en el gobierno roban y cuando pasan a la oposición incendian.

-Y ustedes son la Madre Teresa de Calcuta -dice José- son todos angelitos, pero resulta que la gente está cada día peor mientras los funcionarios del gobierno que ustedes defienden cobran sueldos cada día más abultados, cumpliendo con el principio de pueblo pobre y funcionarios ricos. El lema es sencillo, el pueblo pobre y los funcionarios ricos.

-No comparto -dice Abel.