EDITORIAL

YPF, el día después

El tiempo dirá si la nacionalización de las acciones de Repsol en YPF fue la decisión más adecuada para alcanzar objetivos clave para el país, como revertir la caída en los niveles de extracción de gas y petróleo, potenciar la exploración, recuperar el autoabastecimiento y ejercer de manera efectiva la tan mentada soberanía energética.

 

En lo inmediato, la Argentina recibirá todo tipo de críticas y reprimendas internacionales. De hecho, pocas horas después del anuncio de Cristina Fernández, la Comisión Europea decidió suspender una reunión que debía celebrarse entre funcionarios europeos y argentinos en Buenos Aires.

La imagen del país, desde ya desgastada y poco creíble, sufrirá una nueva herida. Pero como suele ocurrir, cuando pase el tembladeral, el mediano y largo plazo brindarán a la Argentina la posibilidad de reacomodar su posición en el concierto internacional.

La Argentina no es un actor principal en las relaciones globales. Sin embargo, tampoco puede ser considerado un país absolutamente periférico, sobre todo por ser uno de los más importantes productores de materias primas alimenticias del planeta. En definitiva, en este juego de equilibrios, necesidades y conveniencias, el país no quedará marginado de las relaciones internacionales por su decisión de nacionalizar YPF.

Entre tanto, los anuncios realizados por la presidente dejaron al descubierto, una vez más, el alarmante grado de improvisación en el manejo de la política económica nacional y en el manejo de las relaciones con el resto del mundo.

Recordar ahora que los Kirchner aplaudieron la privatización de YPF en 1992 no tiene demasiado sentido. De hecho, en dos décadas el contexto puede variar e, incluso, como dirigentes políticos tienen el derecho de argumentar que el tiempo les demostró que aquella decisión fue errónea.

Hace apenas 16 meses Cristina Fernández felicitaba públicamente a YPF por su contribución al abastecimiento de petróleo y gas en la Argentina. Hoy, la mandataria no puede utilizar a Repsol como chivo expiatorio, sin reconocer que fue durante la gestión del mismo kirchnerismo cuando se produjo la constante caída en la producción que derivó en la pérdida del autoabastecimiento energético.

Miente el gobierno cuando asegura que la situación mejorará a partir de ahora por el mero hecho de haber nacionalizado las acciones de la empresa española. Los especialistas advierten que se requiere una inversión de 10 mil millones de dólares anuales en materia de exploración y que el país no cuenta con tales recursos.

Más allá de los errores cometidos y de la improvisación demostrada hasta el momento, el gobierno deberá encarar de manera urgente una estrategia en dos frentes. Por un lado, tendrá que fijar una verdadera política energética para el país. Por otro, se verá obligado a restablecer cuanto antes sus vínculos con los inversores externos, imprescindibles para avanzar en la exploración de nuevos yacimientos. Sin ellos, el autoabastecimiento continuará siendo una mera declamación de objetivos inalcanzables.