Jesús ¿murió por nuestros pecados?

Alberto Fabián Estrubia

Señores directores: El cruento hecho dado en Jerusalén a principios del siglo primero tiene su explicación desde lo histórico. Sin embargo, pocas décadas después de lo sucedido, se intentó buscarle un sentido más abarcativo. Predicar a un crucificado en el mundo helénico era un absurdo. Pero como eso no se podía ocultar, había que darle una explicación creíble. Entonces ¿cómo presentarlo?

Cuando el Apóstol Pablo se convierte al cristianismo, concibe la idea de universalizar lo que hasta ese momento era sólo un acontecimiento judío. Entonces elabora la doctrina del sacrificio expiatorio de Jesús a causa del supuesto pecado original. Doctrina que fue retomada por San Agustín en el s.IV y por San Anselmo en el s.XI. Como todos los hombres pecamos con Adán, todos necesitamos del Redentor, o sea, alguien que pagara para apaciguar a un Dios ofendido. Pero como la deuda no la podía pagar ningún hombre, debería ser un hombre-Dios. Entonces es Dios mismo quien toma la iniciativa y ofrece a su propio Hijo.

De lo que sucedió con la crucifixión, lo que se lee en los evangelios sería sólo una aproximación. Y de ellos, ¿se puede extraer que Jesús tenía conciencia de que debía morir para que Dios perdonara los pecados de la humanidad? En todo el Evangelio aparece un Jesús más preocupado por el dolor de la gente que de sus pecados. Por eso, para liberarlos del dolor, primero los liberaba de la culpa que era lo que generaba su malestar.

Una es la realidad tal cual se dio y otra las interpretaciones desde la Fe. Una Fe que desde entonces hasta ahora ha ido sumando miradas distintas, algunas veces enriquecedoras y otras distorsivas o erróneas. Las iglesias cristianas tienen experiencia de silenciar voces distintas a lo que dice el dogma y ello ha llevado no sólo a una pobreza de miras sino también al mantenimiento de versiones inaceptables por lo ilógicas o faltas de racionalidad, que es la condición que les otorga credibilidad.

Si nos despojamos de rigideces, vemos cuestiones inaceptables. El Dios de Jesús, ¿es Padre o Verdugo? Si estuviera ofendido, ¿puede apaciguarlo la sangre derramada de un inocente? Entonces, la muerte de Jesús debe ser entendida de otra manera.

La pasión y muerte de Jesús fue consecuencia de su pasión por la vida. Y la vida es el bienestar de todos, en justicia y solidaridad. Eso era lo que quería Jesús y por eso lo mataron. Y Dios respaldó todo lo dicho y actuado, resucitándolo.

Si queremos ser consecuentes y actualizar la misión de nuestro Maestro, debemos bajar de la cruz a nuestros hermanos, crucificados por la pobreza, la injusticia, la humillación y la explotación. Bajarlos de sus cruces y animarlos de resurrección. Porque eso es lo medular del Reino de Dios.