/// análisis

Mons. José María Arancedo,

arzobispo de Santa Fe

La Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe es un acontecimiento religioso que ha marcado profundamente la vida de nuestra historia santafesina. Celebramos a la madre de Jesucristo, mujer única en el plan de Dios que pertenece a nuestra condición humana. María es una mujer elegida por Dios para ser la madre de su hijo, nuestro Señor Jesucristo, quien vivió esta realidad con una conciencia de fe y una actitud de humildad. El mayor halago que se le hizo a María fueron las palabras de su prima cuando fue a visitarla: “Feliz de tí porque has creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lc. 1, 45). ¿Se podrá decir de nosotros ‘feliz porque has creído’?

Al celebrar los 50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II, este año el Santo Padre nos convoca a iniciar el Año de la Fe como una gracia de renovación en la Iglesia. La fe cristiana no es un sentimiento vacío, sino respuesta a una palabra que se hace vida en el encuentro con Jesucristo. Aquí aparece en toda su fuerza la figura de la Virgen María como un ejemplo, como lo fue a lo largo de toda la historia, y que ella lo había anunciado proféticamente: “En adelante todas las generaciones me llamarán feliz” (Lc. 1, 48), nos dice en su hermoso canto de Alabanza.

La devoción a la Virgen María en la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe ha manifestado, a lo largo de todos los años en Santa Fe, la vivencia profunda de estas notas que definen ese encuentro con Jesucristo a través de la Palabra de Dios, la Eucaristía y el testimonio de la caridad. El Señor nos ha dejado en María una madre que nos acompaña y nos recuerda la alegría y el compromiso de esta verdad que es el fundamento de la fe cristiana y que es: “El encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (PF 10).

En la mirada y el encuentro con Cristo está el centro de la devoción a la Virgen María. Santa Fe tiene en Guadalupe un lugar y una referencia de esta presencia de nuestra Madre que nunca abandona a sus hijos.

Feliz porque has creído