Norberto Alayón, investigador y docente de Trabajo Social de la UBA

¿El modelo de la asistencia

social o del asistencialismo?

Norberto Alayón es un autor de referencia en Trabajo Social. El ex vicedecano de Sociales de la UBA avala las políticas nacionales de asistencia social. Niega -como dice la izquierda- que predomine el “posibilismo”.

Luis Rodrigo

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Su buen humor suele estar acompañado de una constante prédica política. Hace chistes sobre el espionaje de Blaquier y las cámaras de seguridad, sobre “las profundas ideas políticas” de Miguel Torres del Sel o de las viejas cuitas de porteños y provincianos, pero con Macri como protagonista.

Cuando se le pide que mida al país con la antinomia que plantea su libro “Asistencia y Asistencialismo”, el autor de diecisiete textos sobre trabajo social no duda: ve pasos firmes en favor de erradicar la pobreza y de una distribución más justa del ingreso.

Admite que esos avances se dan en la medida de lo posible, pero no piensa que haya por eso el “posibilismo” del que acusa la izquierda al kirchnerismo.

Muestra su respaldo a las principales medidas sociales, como la universalización de la jubilación (algo de lo que a su juicio “se habla poco”), la asignación por hijo y el fortalecimiento del presupuesto educativo.

Dice que una reforma impositiva a fondo, que haga que quienes más dinero tienen más paguen sería -por las condiciones políticas nacionales- “el equivalente a pedir una revolución”. Defiende al gobierno nacional, o mejor dicho, su rumbo.

El primer derecho

Alayón escucha la larga lista de actividades para las que (invitado por ATE y la CTA) ha venido a Santa Fe y bromea: “¡Pero me van a sacar plusvalía!, como se decía en los ‘70”. El periodista agrega: “Parece que ahora de lo que se trata es de reivindicar el derecho a ser explotado”.

“Y sí, ése es un tema: el avance del fundamentalismo neoliberal nos ha llevado a eso, hay un sociólogo francés muy importante, Robert Castel, que habla de ‘los desafiliados’, de la ‘desafiliación’ como una categoría superior a la de la explotación, donde la gente no sólo queda excluida de todos sus derechos sino del derecho principal y clave: el del acceso al trabajo”.

“Son excluidos superlativos, diferentes de los que años atrás se veían desde el punto de vista de la explotación en el capitalismo. Son quienes dicen por favor denme un trabajo, y si hace falta explótenme... que es mejor que no tener nada. Es un fenómeno de las últimas décadas, a escala mundial, que cristaliza una degradación muy evidente. Va a costar mucho salir”, explica docente.

Dolores de estómago

A Norberto Alayón, desde que era vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, le ha quedado un problema digestivo y toma sólo unos sorbos de café. Dice que le hace peor oír “las salvajadas” con que se castiga a quienes reciben algún tipo de ayuda del Estado.

“No son expresiones aisladas, sino manifestaciones que calan en la construcción social en muchos sectores. Hay quienes tienen la impudicia, como el gran político Del Sel, tan elegante para expresarse, incluso en la comicidad, de pensar que las chicas se embarazan para cobrar el plan. A mí, me preocupa el porcentaje que logró acá en Santa Fe, pero bueno, los porteños no tenemos mucho de que asustarnos...”, comenta.

Sostiene que es un prejuicio sin fundamento decir que “no hay contraprestación” de quienes reciben dinero por estar sin empleo.

“Soy un viejo reivindicador de la asistencia. Es un derecho de la gente. Los que están expoliados, expropiados de la posibilidad de trabajar y están arrojados a la pobreza, tienen como miembros de una sociedad el derecho ser asistidos por el conjunto. Y ese asistimiento (una palabra que no existe, Ud. no la coloque) debe ser a cargo del Estado”.

“La gente quiere trabajar, pero no encuentra cómo. No hay una vocación por ser viciosos y perezosos, sino un círculo que da la falta de educación, la falta de salud, de una generación a otra, y los arroja a la inviabilidad de poder insertarse en un esquema productivo aún el más básico. No es que están así porque les encante ser desgraciados y pobres”, subraya.

Y advierte: “También estos programas de asistencia social implican una medida de carácter preventivo: ¿qué pasa si se los deja sin nada? Quedarían más vulnerables a otro tipo de vida, nada deseable, para nadie”.

“Se avanza”

“Hoy, el cuadro es de objetiva recuperación, pero no estamos tan lejos de los años ‘90 y su retroceso. No pasó tanto tiempo, y van a pasar muchos años para recuperar el pleno derecho (al trabajo) para la mayoría de la población”, dijo, respecto de las perspectivas para la pobreza.

“De todos modos la perspectiva del debilitamiento de la lógica del mercado y la reivindicación de los derechos sociales es un eje substantivo: son hechos objetivos. Todo no se resuelve de la noche a la mañana, pero la alternativa de construir una democracia con derechos sociales está vigente y va en buen camino. Existe una línea de esperanza que debe ser frontalmente reivindicada, aun reconociendo debilidades y falta de justicia, esto es capitalismo: hay contradicciones que aún deben ser neutralizadas por la conquista de los derechos sociales y por el trabajo social. Se está haciendo, se avanza”.


¿El modelo de la asistencia social o del asistencialismo?

“La política es el arte de lo posible sin que eso implique necesariamente claudicación”, sostiene Alayón. Foto: Amancio Alem

Pobreza, Indec y esos “números imposibles”

“Ahí tengo un juicio crítico: no es bueno lo que está pasando en el Indec”, dice el investigador y docente en trabajo social Norberto Alayón.

“Y este Indec tampoco es bueno para el gobierno. No sólo impide las investigaciones rigurosas, sino que aumenta la probabilidad de que haya una cantidad de profetizadores diarios que inventan índices y niveles... Siempre debe existir un organismo rector que tenga la credibilidad suficiente, como para que los que digan mentiras no proliferen”, señala.

“No es bueno lo que se hizo, ni lo que se hace con el Indec. Hay una asignatura pendiente del gobierno nacional, son decisiones que deberían ser modificadas”, subraya.

Piensa que “son varios los sectores que apoyan al gobierno nacional que tienen una posición en ese sentido, que critican lo hecho en el Indec. Hay que entender que los indicadores de un organismo como el Indec deberían ser siempre realmente certeros, para fijar bien las políticas, marcar bien los rumbos”.

Además, “como uno está convencido que el rumbo general es bueno, esa realidad debería reflejarse estadísticamente, sin dudas hay menos pobreza. Y debería existir un organismo estadístico creíble que la mida”. Los números de la pobreza que presenta el Indec “son imposibles”, dice sin medias tintas el investigador, que respalda otras políticas oficiales.

“En un momento lo que pasó con el Indec aparecía como algo políticamente entendible: se trataba de evitar pagos de intereses al exterior. En alguna medida fue consentido... pero urge cambiar. La investigación social en esas condiciones se hace muy difícil. Hay algunos que van construyendo voluntariosamente algunos indicadores, hay algunos más serios -otros no tanto-, pero por cierto no se puede apelar al rigor de las cifras. Así es imposible”.

“Las estadísticas deben respetar los hechos, la realidad, dos más dos siguen siendo cuatro. Uno no puede decir tres y medio, tres ochenta, en las ciencias sociales se debe respetar el rigor de los hechos”, advierte.

“Aquel argumento oficial del Indec y los pagos al exterior, que parecía fuerte desde el punto de vista político, resultó muy perjudicial, con efectos políticos negativos y económicos también. Hay que tener cierto respeto por la investigación estadística, tanto como por la acción política”, reflexiona.