Historias de los que se fueron del plan

Lía Masjoan

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Hasta el momento, sólo siete familias dejaron las viviendas que habían usurpado. Una de ellas es la de Mario Delgado y su mujer, Guadalupe (21 y 17 años). Se habían instalado en una de las últimas casas del plan, a medio terminar, sin techo ni aberturas. En esas condiciones, el 7 de abril, nació Belén, 40 días antes de la fecha probable de parto.

Autorizadas por el gobierno provincial, asistentes sociales del municipio comenzaron a recorrer el barrio para detectar a aquellas personas que de forma voluntaria estarían dispuestas a desocupar las casas. “A mí nadie me obligó a irme, me fui porque había muchos problemas y mi bebé no podía estar ahí”, cuenta Mario, quien volvió a la precaria casa paterna a convivir con siete hermanos y sus respectivas familias en Europa 9947, en Altos de Nogueras. El municipio le ofreció un terreno en La Tablada, pero “no lo aceptamos porque queda muy lejos, contra la vía del Salado, e íbamos a estar peor que acá. Mi papá me dio otro terreno más cerca, pero que en realidad es del ferrocarril”. Sí aceptó los 1.000 ladrillos que le dio la Municipalidad. Eso le alcanza para levantar paredes de un metro de alto de una habitación de cuatro por cuatro. Cuando tenga lista esa etapa, el municipio se comprometió a acercarles el resto de los materiales. “No creo que cumplan”, dijo Mario descreído, mientras cargaba los primeros 1.000 ladrillos en un carro para trasladarlos hasta donde construirá su nuevo hogar. Esta semana comenzó a hacer los cimientos.

Otras de las personas que abandonó el plan es Silvina Cardozo, quien regresó a un rancho en Punta Norte. “Había mucha gente de mal vivir”, dijo. No recibió ninguna ayuda oficial, sí de sus familiares y vecinos que recolectaron chapas para que arme un nuevo rancho.

Por ahora, el único plan para desalojar Santa Rita, mientras la Justicia resuelve, es a través del abordaje personal de cada familia. Convencerlos por medio de la palabra, y de alguna ayuda puntual (siempre insuficiente), de que deben volver al lugar del que se fueron. El núcleo más duro, el que está cobijado bajo el ala de la CCC y tiene en sus manos la mitad de las casas, está dispuesto a resistir.

Historias de los que se fueron del plan

Los Delgado. Este joven matrimonio desistió de vivir en una casa usurpada. El municipio les entregó 1.000 ladrillos y construirán una pequeña habitación en un terreno que está en manos de la familia, pero que en realidad es del ferrocarril.

Historias de los que se fueron del plan

Los Cardozo. “Me fui porque había mucha gente de mal vivir”, dice Silvina. Sus vecinos y familiares juntaron chapas para que arme un nuevo rancho.

Fotos: Mauricio Garín